Cuando Cheryl se fue a la escuela, a la mañana siguiente, Audra volvió a sumergirse en la oscuridad. Las sensaciones que le producían volver a su cuarto, completamente sola, cerrar la puerta y tirarse en la cama, tal como había estadi haciendo todos los días de los últimos años, la enloquecía. Deseaba gritar, llorar, romper las paredes a pedazos y ser libre de una vez.
Pero sus padres mantenían sirvientes y empleados vigilando su puerta constantemente, esperando hasta el más mínimo movimiento para regañarla.
Este seria otro día largo.
(...)
Jason había sido alguien especial en su vida, Cheryl no podía negarlo. Había sido su gemelo, su único hermano, su protector, su alma gemela. Jamás se separarían a menos que fuera realmente necesario, nunca tendrían una verdadera discusión, siempre estarían felices, de acuerdo el uno con el otro: ambos eran perfectos juntos y se querían tanto como nadie puede imaginar.
Su muerte la había dejado devastada, aunque no mostrar algún sentimiento en la superficie. Ahora, tenía un gran vacío en su pecho que parecia arrastrarla a un hoyo profundo y oscuro del cual estaba segura que no tendría fuerzas para salir. Jamás volveria a ver a su hermanito, a su Jay-Jay. Jamás compartirán habitación nuevamente, leerían historias por las noches o verían The Notebook, a pedido de Cheryl, a pesar de haberla visto mas de diez mil veces. Jay-Jay no iba a volver y ella estaba demasiado abrumada, sorprendida, como para tomárselo con calma.
Cuando era pequeña, antes de que su madre enloqueciera y encerrara a su hermana, Audra y ella no tenían la mejor de las relaciones: se podría decir que mantenían algo así como una guerra fría; se odiaban, pero en silencio.
Cheryl la envidiaba, lo hacía con todo su ser. Audra había sido una perso a libre; caminaría por los pasillos de la escuela con las camisetas de ACDC, Led Zeppelin o cualquier banda rockera que fuera demasiado ruidosa para su madre, los jeans sueltos y llenos de cadenas, ignorando de manera olímpica los susurros de los demás, los comentarios de sus padres acerca de cómo ella iba a llevar la reputación de los Blossom a la tumba. Siempre había sido una persona única, aquella clase de persona excepcional, que se mete en tu vida y jamás puedes sacarla, por mucho que lo intentaras, con sus típicos comentarios sarcástico e irónicos que todo el mundo adoraban.
Y Cheryl odiaba todo aquello. Lo detestaba con cada fibra de su ser, porque ella jamas podria reir con alguien sin acomodar su cabello o chequear que su maquillaje se encuentre en orden, ni cometer locuras sin fijarse qué es lo que sus padres pensarían sobre ella. Asi que se dedico a detestar a su hermana, Audra, que, al mismo tiempo, era su persona favorita, aunque le costara admitirlo.
Pero entonces llegó el día en que Audra fue encerrada.
Cheryl, que tan solo tenía doce años, había llegado a casa de un largo y duro entrenamiento de porristas (su madre la había obligado a entrar al equipo a los diez, para que comenzara a tomar ritmo) y estaba tan cansada que en lo único que podia pensar era en tomar una ducha caliente y tirarse a su cama, sin siquiera hacer su rutina de belleza. Caminó con lentitud y tranquilidad hacia las escaleras, y apenas había subido un par de escalones cuando la puerta se abrió detrás de ella.
Aquel día, su hermana estaba irreconocible. Habia algo alrededor de ella, una especie de aura que Cheryl jamas entendió, incluso ahora, después de tanto tiempo. Traía sus típicos jeans y una camiseta negra y holgada. Y una chaqueta de cuero. Cheryl creía jamás haberla visto con aquella chaqueta puesta, pero decidió no darle importancia; después de todo, era Audra Blossom, solía venir con cualquier rareza.
Su hermana le habia sonreido a lo grande y Cheryl se congeló, porque había algo en aquella sonrisa que no le gustaba. Algo que sabía traería peligro.
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The other Blossom (RIVERDALE)
Fanfiction"Soy raro, un extraño. No encajo. Y no quiero encajar"