Capítulo 1

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  Amber:

-¿Alguna vez me quisiste?- y en la respuesta de esa pregunta están mis últimas esperanzas de poder recuperar lo único que me importa en este momento.
-Sí, pero créeme que ahora no sé lo que siento por ti, no sé si es rabia, odio o amor, no lo sé- y esas palabras son más que suficientes para que de mis ojos comiencen a salir las lágrimas que estaba tratando de retener desde el momento en el que comenzó esta maldita noche de sábado.
-O sea, ¿estos últimos dos meses nuestra relación ha sido una farsa?- le pregunto mirándolo fijamente a sus ojos color miel, esos ojos que sin darme cuenta lograron atraparme y hacerme caer rendida a sus pies.
-No lo sé- ¿acaso sus únicas palabras esta noche iban a ser NO LO SÉ?
-¿Tus únicas palabras esta noche van a ser no lo sé?, avísame para entonces no preguntarte nada, porque tus respuestas no sé si me aclaran o me confunden más- digo tratando de mantener la calma, cosa que creo que no estoy logrando.
-Pues ¿qué quieres qué te diga?, todo esto es tu culpa, cuando te conocí creí que eras diferente, creí que me sacarías del agujero negro en el que estaba, pero al contrario, te encargaste de sumergirme más en él. Amber, juro que en un principio puse todo para que esta relación llegara a algo, créeme que eso era lo único que quería, pero tus actos me llevaron a ser lo que soy hoy, un mujeriego e insensible, y perdón, pero tú comenzaste este juego, solo que no te esperaste que al final terminara jugando mejor que tú- Dios si estás oyendo mis plegarias ayúdame porque siento que ya no doy más.
-Está bien, lo admito. Sé que en un principio fui una egoísta, una cobarde que solo te hizo daño, y te juro que diera la vida por regresar al pasado y poder cambiar lo que hice, pero no puedo, ok, no puedo; como también está más que claro que estos últimos meses no he hecho más que intentar salvar esto, y sí, al comienzo te consideré un juego, pero no sé cómo me enamoré ciegamente de ti, sabes que no he mirado a nadie más desde ese entonces, que solo he estado para ti. Ya no sé cómo pedirte perdón, pero tú también tienes la culpa, es cierto que tenías derecho a vengarte, pero todo tiene un límite- me desahogo completamente, y de cierto modo me siento un poco más aliviada.
-Amber, entiéndelo, no quiero hacerte daño, pero tú me convertiste en lo que soy hoy, y ya nada ni nadie me va a cambiar, así que perdón por engañarte estos últimos meses, porque aunque en un principio me hayas jodido no te mereces esto que te estoy haciendo. Gracias por venir a hablar conmigo- y estas son sus últimas palabras, pues apenas termina se marcha dejándome sola en un pésimo estado.

Y bueno, esta soy yo, Amber Smith, alguien a quien le quedó más que claro que la vida da muchas vueltas, y un día puedes estar arriba pero al otro puedes estar en el fondo, lugar en el que me encuentro exactamente ahora. Tengo dieciséis años de edad, soy una enana, y cómo no ser así si mido un metro sesenta, de ojos color café, con un carácter muy particular, y mi vida justo ahora es un desastre, y lo peor es que yo tengo la culpa de absolutamente todo lo que me está pasando, pues por culpa de mis errores y mi egoísmo perdí algo más que preciado para mí, mi relación.

Siento que el mundo se me está viniendo encima, y realmente, no tengo fuerzas para cargar con él sobre mis hombros, pero no puedo tampoco detenerme a llorar en cualquier esquina, así que con las pocas fuerzas que me quedan me levanto del rincón en el me encuentro luego de la pelea y decido emprender mi camino a casa, lugar en el que está mi mayor tesoro: mi familia.

El camino se me hace más largo de lo normal, y no puedo parar de llorar por más que lo intento, es como si me hubieran quitado algo que con tantas fuerzas traté de proteger, y fue en vano, y cómo voy anonada en mis pensamientos al doblar una esquina tropiezo con César Martínez, alguien con quien he compartido de lejos tan solo unas dos o tres ocasiones, un chico delgado, más alto que yo, de cabello negro, con unos ojos verdes que hipnotizan.
-Perdón- le digo una vez que logro estabilizarme.
-¿Amber, no?, ¿Estás bien?- pregunta en tanto me analiza con la vista.
-Sí, y sí estoy bien- miento.
-Es imposible que estés bien, o sea, estás llorando- contesta y seca una de mis lágrimas.
-No te ocupes- contesto tratando de calmarme, Tierra trágame, no puedo ser más patética.
-Sé que soy prácticamente un desconocido, dado que solo hemos compartido unas pocas veces, y de lejos, pero no puedo permitir que andes así por la calle, es súper tarde, así que te acompaño hasta tu casa, y no acepto un no como respuesta- sé que no es uno de mis mejores amigos, pero me inspira confianza, así que asiento y ambos nos dirigimos a casa, y es que en este estado no creo que pueda llegar a casa entera.

El resto del camino es silencioso y tranquilo, y agradezco que así lo sea, pues no tengo ganas de nada.
-Llegamos, gracias por acompañarme César, y disculpa- le digo admirando la puerta de mi hogar, que patético en serio.
-No hay de que, ten una buena noche, y no llores, no sé por qué lo haces, pero te aseguro que ese alguien no vale la pena- y me da un beso en la mejilla para luego marcharse.

  Desesperada abro la puerta de mi casa, y me dirijo inmediatamente a mi cuarto, un lugar en el que siento que puedo estar tranquila sin nadie que me juzgue, o me moleste.

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Holaaaaaaaaa, ya estoy de vuelta con mi nuevo libro, espero que les guste tanto como a mí. Díganme qué les va pareciendo y denme consejos, pues no llevo tanto tiempo aquí, les prometo que les estaré eternamente agradecida, y bueno quienes lo lean, ¿qué edad tienen? Bueno eso es todo. Que tengan un lindo día, tarde, noche, lo que sea. Los quieroooo.

Segundas Oportunidades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora