Capítulo 2.

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Amber:
  Miento si digo que logré pegar ojo en toda la noche, en otras palabras no he dormido desde hace unas 32 horas, y por algún extraño motivo siento que la agonía que me acecha puede empeorar, algo así como un presentimiento de que algo malo va a pasar.
 
  A duras penas me levanto de mi cama, que se encuentra llena de pañuelos, quienes fueron mis únicos acompañantes durante toda la noche; pues quiera o no, necesito ordenar el desastre en que se encuentra mi cuarto, o en vez de dos problemas tendré tres, el tercero con mi madre por ser una total desconsiderada según ella. Como no tengo casi hambre descarto la opción de desayunar, y una vez aseada comienzo con mi ardua labor, la cual termino pasadas unas cuatro horas.

  Cuando estoy a punto de entrar al baño para quitar todo el sudor que cubre mi cuerpo siento como un cristal se quiebra en la primera planta de mi hogar, y sin pensarlo dos veces bajo las escaleras corriendo para encontrarme con una devastadora escena: la de mi madre tirada en un rincón de la cocina llorando desconsoladamente.
-Ma, ¿qué te pasa?, dime algo, reacciona- le digo y la agito por sus hombros, pero ella parece no haberse percatado de mi presencia.
-Mi niña, tu abuela, murió- me responde unos minutos después, en tanto me abraza y llora aún más, solo que esta vez somos dos las que lloramos.
-Mami, cálmate, ¿ya le avisaste a papi?- pregunto tratando de sonar tranquila.
-No, solo sé que el velorio de tu abuela ya comenzó- contesta de poca gana.
 
Con el fin de no atormentarla más localizo a papá y le comunico la terrible noticia, la cual espero que haya entendido, pues debido a mi llanto no sé si logró comprenderme bien. Sinceramente mi vida no puede ser peor, tres de las cosas que me hacían felices se han esfumado de mi vida en menos de una semana: la partida de mi única hermana a otro país, la ruptura con la persona que amo, y pues ahora, la muerte de mi abuela, persona a la que quería como una segunda madre, y es que siempre estuvo para mí, dándome consejos, o simplemente consintiéndome, ¿acaso esto significa que voy a perder todo lo que me importa?

La sala de la abuela que antes deslumbraba por su belleza y su claridad, justo ahora está en penumbras y oscuridad, invadida por personas que compartieron junto a ella cada recuerdo, personas que se encuentran tan afectadas como yo, y hasta quizás más. ¡Qué loco no!, que tu vida de ser perfecta haya pasado a ser un desastre.
-¿Marcos, qué haces aquí?- es la única pregunta que invade mi mente, en cuanto delante de mí observo que está Marcos Rodríguez, mi ex, un chico delgado, alto, de pelo negro y ojos color miel, que de ser la persona más buena del mundo, pasó a ser un mujeriego y un insensible.
-Es obvio. Sé que ayer las cosas no terminaron bien, pero tengo sentimientos, e imagino cuan mal la estás pasando, y quiero estar contigo- aunque estoy más que molesta con él, sus palabras son suficientes para dejar mi orgullo de lado y abrazarlo.
-Gracias- digo en un susurro, pues mis lágrimas no me permiten terminar una frase en la que se entienda lo que hablo.
-No hay de que Ber- responde, haciéndome cosquillas en el cabello, lo que me recuerda nuestra relación, un perfecto ejemplo de cómo nada es seguro y que todo puede cambiar cuando menos te lo esperas y no para bien, sino para mal.
-Prima, apenas me enteré vine para acá, perdón por haber llegado tarde- se excusa mi primo materno Javier Medina, y no solo en mi opinión, el chico perfecto, y como no ser así si es rubio, de ojos verdes, y con un cuerpo perfecto, eso sin contar lo genial que resulta su persona.
-¿Qué tal está tía?- pregunto y me aparto de Marcos, dirigiéndome hasta un rincón de la sala junto a mi primo.
-Mal, tú sabes que abuela Elena lo era todo para tía y para mami, y ahora verse de repente sin ella no debe ser nada fácil, incluso yo siento que sin ella ya nada va a ser igual- confiesa tratando de no llorar, cosa que no consigue.
-Mami cuando me lo contó no podía ni siquiera hablar, y yo de milagro logré contarle todo a papi- y me lanzo a los brazos de Javier.
-¿Ber tienes algo que contarme?, César ayer me dijo que te acompañó hasta la casa, porque tú no parabas de llorar, y antes que todo no lo culpes a él, sabes que es mi mejor amigo y él más que nadie sabe cuánto significas tú para mí- y como sé que ya no puedo huir de él, opto por contarle todo lo ocurrido desde el principio hasta el final.- No quiero presionarte, pero para mí esto es una señal de que seguir con eso solo te va a hacer daño, acaba con eso antes de que sea demasiado tarde. Y, en cuanto a César, él quería venir, pero debía quedarse cuidando a su hermanita, así que me pidió que revisaras tu teléfono- insiste y se marcha con su mamá, quien necesita más apoyo que yo en este momento.

Enciendo mi móvil, pues con todo lo que está ocurriendo decidí mantenerlo apagado, y voy directo a los mensajes, encontrándome con uno de un número desconocido, el cual logra sacarme la única sonrisa que he tenido en días:

Hola!!!. Siento mucho lo de tu abuela, sé exactamente cómo se siente, y créeme que me gustaría estar ahí con Javier y contigo, pero estoy de niñero. Cuídate. César.

Y así continuó mi día, hasta ahora el peor de mi vida, entre llantos, y recuerdos que nunca olvidaré, y aunque sé que dicen que siempre es mejor dejarlos ir, en esta ocasión no estoy dispuesta a hacerlo.

Segundas Oportunidades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora