Capítulo 6.

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Amber:

El resto de mi primera semana de escuela continuó normal, las aburridas clases y los insoportables regaños de los maestros; las estúpidas bromas de mis amigos; y lo más importante, las conversaciones con César durante las noches, y hasta la madrugada, sin duda alguna mi principal adicción durante estos días, incluso por encima del chocolate, cosa que consideraba totalmente imposible.

Sábado en la mañana, pésimo humor, esta es mi actual situación, y realmente creo que limpiar mi cuarto, si es que así se le pude llamar a mi desorden de habitación me vaya a calmar, yo diría que al contrario, eso empeora todo; pero bueno que se le puede hacer; y como no tengo otra salida coloco el último CD de mi ídolo Shanw Mendes y comienzo con la exhausta labor.
-Amber, tienes teléfono- grita mamá desde el primer piso.
-Aló- descuelgo el teléfono de mi cuarto para averiguar quién osa molestarme.
-Buenos días ¿no?- y aunque en un principio no reconozco la voz del otro lado de la línea luego me doy cuenta que es César.
-Si así son los tuyos, buenos días. ¿Y cómo conseguiste mi teléfono?- le pregunto en tanto tiendo mi cama.
-Tu primo Javier, ¿qué haces?- si supieras hijo mío, pienso para mis adentros.
-Recogiendo mi cuarto- respondo y decido tomarme un descanso.
-Vale, ¿estás libre esta noche?- reviso mentalmente mis planes.
-No, ¿por?- pregunto curiosa, cálmate bichito de la curiosidad.
-Que yo sepa, hasta ahora tus únicos planes eran salir con el grupo hoy en la noche- dice, ¿acaso se aprendió mis planes o qué?
-Bueno, por eso mismo te dije que no- le contesté segura.
-Ok olvídalo, nos vemos en la noche- ¿es en serio?, tanto alarde para nada.
-Adiós César- y estoy a punto de colgar cuando vuelvo a sentir su voz.
-Adiós, y suerte con la limpieza- y con esto cuelga.

A las tres de la tarde culmino mi tarea y sin mentir estoy hecha un asco, doy pena de mi misma, y si no fuera porque César llamó para confirmar la salida, o eso quiero pensar, hubiese inventado cualquier excusa para ausentarme y quedarme durmiendo en casa, porque estoy muerta de cansancio.

Luego de una siesta reparadora, un corto baño de apenas una hora y una deliciosa comida hecha por la mejor madre del mundo me encuentro sentada en mi cama rodeada de ropa, y es que no logro encontrar algo que me guste lo suficiente para esta noche, pero como tan solo faltan 10 minutos para que Javier pase por mí y aún debo maquillarme, peinarme, etc., etc., opto por un vestido negro de mangas que se adecua perfectamente a mi cuerpo y mis vans negros.
-Guao, ¿estás disponible esta noche princesa?- pregunta mi primo en cuanto bajo las escaleras y subo a su auto.
-Muy gracioso, pero si así piensas conquistar esta noche creo que te va a salir mal- y he aquí las palabras exactas para que deje de molestarme.
-Eres una impuntual, todos ya están en el bar- ¿en serio se molestó?
-Perdón- digo con una sonrisa en mi rostro.

La noche realmente iba bien, es más, podría decirse que perfecta, sin duda una de mis mejores salidas, pero por más que traté de evitar lo inevitable, en este caso tener la conversación con César, todas mis estrategias para alejarme de él se vieron estropeadas en el momento en el que me sacó del bar, o sea, justo ahora.

César:
Conociéndola, sé que desde que llegamos entre baile y bebidas ha tratado de esquivarme para no hablar, pero juro que si no le digo lo que siento lo antes posible voy a morir.
-¿Pensabas esquivarme toda la noche?- le pregunto una vez fuera del bar.
-No, o bueno, ahora que lo pienso sí- responde.
-Pues lamento informarte que hasta que hablemos no te vas de aquí- le digo y me siento junto a ella.
-Si no me equivoco esto se llama secuestro- expresa con un tono autoritario, yo diría que parece toda  una abogada.
-No te equivocas, pero necesitamos hablar, y siento que ya no puedo posponer más esta conversación- le confieso nervioso.
-Lo sé, pero me siento en una burbuja, y sé que soy egoísta pero no quiero romperla- expresa a punto de llorar.
-Amber, me gustas, y mucho.
Meses atrás no creería que pudiera estar diciéndote esto, y es que me encontraba igual que tú, sumido en un mundo de tristeza del que quería salir pero no podía; pero de la nada apareciste en mi vida, y no sé si fue sin querer o queriendo pero has logrado meterte en mi corazón- me abro completamente a ella en espera de una respuesta, y con la esperanza de que sienta algo por mí.

Amber:

Sus palabras me sorprenden y debo decir que mucho, así que sin pensarlo dos veces, pues sé que si lo hago no tendré suficiente valor para hacerlo, me acerco y deposito un casto pero tierno beso en sus labios.
- César ¿qué estás haciendo conmigo?, hace unas semanas no tenía ni las más mínimas ganas de sonreír, no tenía un solo motivo para hacerlo, y ahora esta sonrisa no se borra de mi rostro, y sí lo que querías escuchar de mí era esto, te lo digo, también me gustas- confieso mis sentimientos.
-¿Por qué no intentarlo entonces?- y esa pregunta es justo la que me trae de vuelta a la realidad, esa pregunta que tanto me cuesta contestar.
-Porque a pesar de todo, la confusión que tengo dentro de mí  sigue ahí, y el miedo de dañarte a ti con mis inseguridades o de dañar a otras personas está por encima de todo. Te quiero, lo juro, pero no puedo, no ahora, entiende, de la nada no puedo comenzar algo cuando ni siquiera he terminado lo anterior- y esas palabras se clavan dentro de mí como puñales, pero eso es lo mejor, para mí, y para él.
-¿A quién tienes miedo de dañar?- me pregunta y toma mis manos entre las suyas.
-A ti, a Sofía, que aunque diga que ya no le importas no quiero perderla por una relación- le contesto un poco estresada.
-Amber, ¿y entonces qué hago con lo que siento?, me lo trago, lo olvido- y realmente ni siquiera sé que contestarle.
-No lo sé, dame tiempo, no quiero perderte, pero tampoco quiero obligarte a quedarte a mi lado- sin dudas esta ha sido una de las conversaciones más difíciles de mi vida.
-Si es lo que quieres, que sea el tiempo quien se encargue de hacernos ver lo que hay que hacer- y eso espero, que sea el tiempo quien decida si esto es lo correcto o no.
-Perdón- digo en un susurro.
-No hay nada que perdonarte princesa- y luego de sus palabras me abraza como si no hubiera un mañana, y por muy orgullosa que sea, eso era justo lo que necesitaba, un abrazo suyo.

Segundas Oportunidades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora