Capítulo 8.

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Amber:
 
Gran caos, eso era mi cabeza, y es que realmente mentiría diciendo que puedo concentrarme totalmente en algo, cuando eso es todo lo contrario a lo que hago.
Mi fin de semana había acabado, lo que significaba solo una cosa, de vuelta a la escuela, así que justo ahora voy en camino hacia mi peor pesadilla, y para empeorar todo, con un humor de perros, que en estos días ha sido el que he tenido, sin mentir me resulta casi imposible creer que mi familia pueda soportarme .
-Señorita Varela, llega tarde- me avisa una profesora que en mi vida he visto.
-Es obvio, ¿no?- contesto de mala gana.
-Como es su primera vez la voy a dejar pasar, pero que no se vuelva costumbre- guao que considerada, ni siquiera sé su nombre y me acaba de salvar de un castigo seguro.
-Gracias- agradezco y emprendo mi camino al aula.

Y como es obvio el día transcurre entre clases y clases, y yo diría que bastante rápido, tanto que ahora estoy sentada en un rincón del patio durante la hora de almuerzo con una Coca-Cola en mis manos, pudiera ser mi vida más patética, definitivamente no.

-Hola Amber, ¿recuerdas que tienes una mejor amiga? - me saca de mis pensamientos Mía, quien toma asiento justo a mi lado.
-Hola Mía, y sí me acuerdo de que tengo una mejor amiga, quien justo ahora me está molestando- le respondo malamente.
-¿Qué tal estuvo tu fin de semana?- pregunta.
-Normal, ¿y el tuyo?- mis pocas ganas de hablar son evidentes.
-Creo que mejor que el tuyo, eso es definitivo- qué bien, ahora mi mejor amiga también se encarga de echarme en cara mi equivocación.
-Gracias- digo sarcástica.
-¿Te pasa algo?- ¿es obvio no?
-Siendo tú mi mejor amiga deberías darte cuenta- contesto y doy un trago a mi bebida.
-Amber, no voy a dejar que te desquites conmigo, yo no tengo nada que ver- protesta con poca paciencia.
-Es evidente- me quiero desaparecer.
-¿Tiene qué ver con tu decisión respecto a César?- hasta que por fin se dio cuenta.
-Por fin caíste- odio discutir con ella, porque sé que al ser tan orgullosas cuesta bastante arreglarnos.
-Eres mi mejor amiga, y es por ello que te lo voy a decir de frente y sin dar tantas vueltas, nadie a tu alrededor tiene la culpa de lo que te pasa, solo tú- y aunque sus palabras son sinceras y lo hace por mi bien me daña que me hable en ese tono.
-No, si esto era lo único que me faltaba, mi mejor amiga no me apoya- grito alterada.
-Sí te ayudo, y por esto te lo digo, deja de lado tus temores y enfrenta a la vida, todo no es color de rosas, pero ya llevas tiempo así; y quieres que te diga más, quizás si tengas miedo de dañar a los demás, pero en la mayoría lo que te pasa es que no quieres sufrir tú- aunque me cueste admitirlo es mi mejor amiga, y tiene bastante razón.

Sé que si me quedo ahí no sé cómo van a acabar las cosas, solo sé que bien no, así  que tomo mis cosas y con lágrimas en los ojos salgo de la escuela, y agradezco al universo de que primo Javier se haya ofrecido a buscarme hoy, porque necesito desahogarme con alguien, y obviamente con Mía no va a ser. Sin pensarlo dos veces apenas lo veo me lanzo a sus brazos y comienzo a llorar, ese llanto que tenía retenido, y en este caso por mi culpa.
-¿Qué pasó Ber?- y su pregunta es suficiente para contarle absolutamente todo sin nada que ocultar, eso que necesitaba sacar de mí.
-¿Entiendes ahora?- pregunto.
-Ber, en el fondo sabes que Mía tiene la razón, no quieres sufrir más, ¿o me equivoco?- sabía que si había alguien capaz de entenderme era él.
-Es que estoy harta de llorar, y tengo este miedo de involucrarme demasiado en esto y salir mucho más dañada de lo que estaba- le explico nerviosa.
-¿Sabes?, si hay alguien que sé que no te haría daño sería César, es por ello que he hecho lo posible para que estén juntos. Amber a veces es inevitable sufrir, y para ser feliz hay que animarse a intentarlo- me aconseja.
-Gracias Javier, acabas de hacerme ver qué es lo correcto- contesto y lo abrazo.
-Creo que le debes una disculpa a Mía- y tiene toda la razón del mundo.
-Y lo haré, pero ahora solo quiero ir a casa y  pensar en cómo seguir- fin de la conversación.

Un baño de agua tibia acompañado de unas cuantas canciones son suficientes para estar totalmente calmada y poder pensar las cosas bien, aunque creo que ya no hay mucho que pensar, está más que claro que el tiempo se encargó de demostrarme que me equivoqué, y que debo arriesgarme, si me caigo o si sufro, pues no me quedará otra que levantarme y seguir, pero por ahora solo que queda apostar por mi felicidad; así que tomo mi móvil y envío un SMS a César.
Puede que suene tonto o estúpido, pero me equivoqué, y el tiempo ya se encargó de dejármelo claro. Te quiero, y te necesito a mi lado, y juro que si nace algo haré lo imposible porque dure, pero por ahora solo estoy segura de una cosa, que voy  a luchar por mi felicidad, y mi felicidad justo ahora es estar junto a ti.
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Hola hola, aquí estoy, ¿qué les va pareciendo todo?, sé que ahora está un poco triste, pero a partir de aquí verán cómo las cosas cambian, no todo puede ser felicidad. Los amooooo

Segundas Oportunidades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora