Capítulo 11.

71 3 0
                                    


Amber:

Dicen que después de toda tormenta llega la calma, ¿pero será calma lo que estoy atravesando en este momento, o será tan solo un momento de tranquilidad para lo que viene después?, esa pregunta de vez en cuando viene a mi mente, y es que después de todo lo que he pasado me cuesta mucho creer que la felicidad sea eterna, sino que al contrario, esta no existe, y si lo hace es tan solo por un corto tiempo. Según Mía debería dejar de ser tan desconfiada, pero la confianza en mí misma es algo que creo perdido, aún así estoy dispuesta a luchar por encontrarla y tenerla de vuelta, ojalá y todo fuera tan fácil. Si realmente la felicidad es corta, pienso aprovechar cada  minuto de la compañía de César, porque justo en este momento es él quien me llena de alegría.
-¿En qué piensas?- pregunta Mía sentándose a mi lado.
-En el cambio que ha dado mi vida en menos de cuatro meses, que hubo momentos en los que quería desaparecer de la faz de la Tierra, y ahora me estoy aferrando lo más que puedo para quedarme en ella- comento y sale una lágrima de mis ojos.
-No entiendo por qué recuerdas lo malo siempre- dice mi amiga en tanto seca la lágrima que segundos antes salió de mis ojos.
-Porque eso también forma parte de mi historia, y porque justo eso fue lo que me llevó a ser quien soy ahora, a llegar hasta donde estoy- en un principio tampoco sabía el motivo por el cual recordaba todo, pero el tiempo fue quien me hizo darme cuenta de que lo hacía para darme cuenta de que nada es seguro, todo es relativo.
-A veces me gustaría ser tan madura como tú- comenta.
-Y estoy segura de que lo eres, tan solo no has tenido algo lo suficientemente fuerte para demostrártelo a ti misma- le doy ánimo, y es que de verdad sé que es así.- Pero dejemos la tristeza de lado, porque hay algo que tienes que contarme- continúo la conversación, pero esta ya toma un rumbo más animado.
-¿A qué te refieres?- pregunta intentando evadir el tema, cosa que claramente no va a conseguir.
-Te conozco perfectamente, y no me vas a engañar, así que desembucha- su táctica de víctima no iba a funcionar conmigo, ¿en serio?, soy su mejor amiga.
-Fue solo un beso, y además estaba borracha- y es que mi querida mejor amiga, la noche que para mí fue un total desastre, para ella terminó siendo un éxito, y es que terminó borracha, y como si fuera poco enredada con su peor enemigo.
-Con tu peor enemigo- agrego solo para molestarla.
-Quizás no sea tan malo- responde sin pensar.
-Alguien está enamorada- oh sí, esto recién empieza, necesito desquitarme por la cantidad de molestias que ella me causó a mí.
-¿Tú lo estás?- pregunta y me saca de mi burbuja.
-No lo sé, de lo único que estoy consiente es de que lo quiero- y sí esa es mi respuesta, y es que me prometí a mí misma que solo cuando estuviera segura de que estaba enamorada sería capaz de decirlo al mundo, mientras no.

Si estoy enamorada o no, creo que es demasiado temprano para decirlo, y principalmente por el hecho de que ya no quiero sufrir, no quiero volver a sentir que pierdo el rumbo de mi vida nuevamente.

Decir que este último mes no ha sido maravilloso sería mentir, porque realmente en mi rostro han predominado esas sonrisas, que en cierto momento creía imposible volver e verlas. Los momentos compartidos con César, por más cortos que fuesen siempre me traían alegría, y este, organizado a última hora por él no sería la excepción, si tenía seguridad de algo, era de ello.
-¿Cómo está mi princesa?- y sí damas y caballeros, esas son mis bienvenidas, ¿a qué tengo el mejor novio del universo entero?
-Bastante bien, aunque su príncipe no le ha dado la bienvenida más esperada- contesto, y mi indirecta consigue su resultado, que nuestros labios se junten nuevamente como si no existiese un mañana.
-Te has vuelto bien directa- dice riendo.
-Siempre lo he sido, pero esta vez es tu culpa- y lo apunto con mi mini dedo índice.
-¿Mi culpa?- pregunta.
-Sí, tus besos son adictivos, por lo que me acabo de dar cuenta de que nunca nadie a no ser yo pude probarlos- definitivamente parezco una nena de seis años, y es que justamente César es la única persona capaz de sacar a la superficie esa parte de mí.
-Totalmente de acuerdo- dice y me abraza.
-Ah, por cierto, tengo una sorpresa para ti- juro que me va a mal acostumbrar.
-¿Otra?- pregunto.
-Sí, está en mi cuarto, sube y dime que te parece, me encantaría hacerte compañía, pero debo hacer un poco de reposo por lo de mi pie- bueno, y es que mi tonto novio, haciendo qué, no sé, se hizo una pequeña torcedura de tobillo.

Como niño en navidad, que ni siquiera duerme para apenas salga el sol ir corriendo y buscar por todos los rincones sus regalos, voy en busca de mi sorpresa, que es nada más y nada menos que mi debilidad, un peluche, específicamente un perrito marrón con un collar que tiene grabado la frase, soy todo tuyo.
-Me encanta- digo emocionada una vez que bajo junto con un nuevo integrante para mi colección de peluches, la cual descansa al lado de mi cama.
-Eres una inmadura, tienes dieciséis años y aún coleccionas peluches- ¿en serio se está burlando?
-Así me quieres- confirmo.

Y así han sido mis últimas tardes, llenas de bromas, risas, pero sobre todo besos y abrazos. Si estoy enamorada o no, no lo sé, solo sé que justo ahora soy feliz, y eso por el momento me basta.

Segundas Oportunidades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora