Capítulo 1.

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Lo que uniría tantas cosas.

Me acuerdo que entró al apartamento a eso de las once y diecisiete de la mañana del nueve de julio de aquel año, dos mil siete, justo dos meses después de haberse graduado de su Máster en Relaciones Públicas y Comunicación Corporativa, dos meses de intensa búsqueda de trabajo, pues no quería ser la típica niña, porque eso se consideraba todavía, que viviera de la cuenta bancaria de sus papás, quienes ya habían hecho suficiente al regalarle los estudios que quería y donde quería, no sólo Bachelor sino Master también, y el apartamento 8A en el 985 de la Quinta Avenida a su nombre, como regalo de graduación del Bachelor in Science. Regresaba de una entrevista totalmente fallida en “Sequined”, la casa de RRPP en la que todos querían trabajar, pues tenían no sólo a Playboy y a Ivanka Trump Collection, sino también a Verizon y a una que otra marca de LVMH, y la paga, hasta para el que pasaba leyendo PageSix todo el día, era más de lo que se ganaba en Bank of America en un puesto Corporativo. Iba escuchando música en el primer iPhone que alguna vez existió, tenía apenas dos semanas de tenerlo y lo estaba disfrutando, pues pocas personas lo tenían, y por culpa de “Smooth”, aquella canción que todos conocían y que era considerada ya vieja por ser del noventa y nueve, no escuchó la infidelidad de Enzo, su novio, quien se estaba mudando con ella esa semana. Abrió la puerta de su habitación y ahí lo vio, en su cama, a Enzo ¡y a Ava!, su mejor amiga, en un doggy-style en el que practicaban más que la infidelidad: sexo anal, un tanto violento y destructivo, algo que ella no consideraba ni saludable ni sano y que era algo que siempre se lo había negado a Enzo.

Ava, su mejor amiga, era la hija del socio de su papá, bueno, del que próximamente iba a ser el ex–socio, pues esa infidelidad era imperdonable, a nivel moral y social, pues en el reglamento de la hermandad de mujeres, a la que ambas habían asistido en sus años universitarios, decía específicamente, en el artículo romano diecinueve, apartado segundo, que ninguna de las miembros podían involucrarse con la pareja de alguien del mismo conjunto, nunca. Luego de haberlos descubierto y haberlos sacado casi a patadas del apartamento, hizo que se llevaran las cajas de mudanza de Enzo de regreso pero, él al no tener dónde vivir, las habían ido a dejar a la oficina de Pierce Williamson, el futuro ex-socio de su papá, con una nota que decía “Ava can explain.”, que no necesitaba firma, pues la caligrafía era bastante clara de quién venía. Habiendo sacado a la escoria de su apartamento e ido a comprar una nueva cama y nuevos accesorios para ella en Bloomingdale’s, pues no podía dormir en una cama en la que habían fornicado aquellos dos infieles, llamó a su número de emergencias; una convocatoria de sus otras dos amigas de la hermandad: Julia y Vanessa.

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Y pensar que eso había sido básicamente el comienzo de todo, porque de no ser por ese día ni por esa fallida entrevista, no hubiera llegado nunca a “Sparks PR” y nunca hubiera conocido a las personas más importantes de su vida. Y el día de ahora, la fecha histórica, pues la vida de muchas personas cambiaría, para bien o para más que bien, o para excelente, treinta de mayo del dos mil catorce, siete años después del génesis, supervisaba flores, alumbrado, olores, texturas, etc. e intentaba, con todo su ser, no derramar ni una tan sola lágrima, ni de tristeza ni de emoción, pues no era un día para estar triste, pero sí emocional, aunque la emoción se la debía dejar a las personas más importantes del día. Aunque quizás ese era el momento para llorar como una bebé, pues todavía no había ido a donde su estilista y asesor de imagen personal a que le ayudara a estilizarle el cabello, y a que la maquillara para irradiar su belleza o tapar su fluctuante bienestar emocional extrapolado a físico, pero ya no le ayudaría a vestirse, porque ahora tenía a alguien en casa, no como en aquel momento, que le ayudara a subirse la cremallera de su vestido shocking pink Donna Karan muy tallado a sus curvas superiores e inferiores, que se sostenía de ambos hombros, todavía asimétrico, que terminaba exactamente sobre sus rodillas. ¿Lo mejor de todo? Se elevaba doce centímetros sobre el nivel del suelo en un par de Very Riche Strass Christian Louboutin, o en el único par que había sido manufacturado en cerúleo. Se sentía extraña aquel día, no estaba segura por qué, pero tenía ganas de llorar, y de llorar con sentimiento, hasta sentía, a ratos, que el aire le faltaba, pero no podía darse el lujo de recaer en lo de hacía un par de meses, no señor.

Antecedentes y Sucesiones. (CamrenAdap.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora