Capítulo 20.

14.1K 168 194
                                    

De Lauren y Camila. Y nada más.

Se leía "RES. A.D MCMXIV" sobre la puerta doble marrón que tenía las típicas aldabas antiguas y doradas; muy pulidas y muy relucientes, igual que las placas metálicas que protegían la parte inferior de cada puerta. Por alguna razón que ella no se explicaba, sentía como si tuviera demasiadas horas de estar parada frente a las puertas, con la llave en la mano, y sin querer entrar. Sí, no quería entrar, pues, de que podía, podía. Lo que no sabía era por qué no quería entrar. Cosas del sexto sentido.

Era de tarde. Levantó su mano izquierda para ver la hora, y, en lugar del Patek Philippe de siempre, tenía un Movado en oro blanco y fondo negro, muy clásico, lo cual le pareció raro, pues ese Movado lo había arrojado en un basurero della Facoltà di Architettura, o quizás había sido en Villa Borghese. «Quizás metí la mano en el basurero», se encogió entre hombros, y, como por arte de magia, en cuanto vio que eran las cuatro y media en punto, entró al edificio que había tenido enfrente desde hacía sabía Dios cuántas horas.

El pasillo llevaba directamente al patio central, en donde cualquier vecino podía sentarse a fumar mientras bebía un verdadero café, al cual había nombrado con propiedad y exactitud. «Un caffè grande, ristretto, lungo, machiatto, cortado, capuccino o espresso». Antes de llegar al patio, porque no le gustaba cuando había otra persona además de ella, dobló hacia la izquierda para subir cuatro bloques de escaleras, pues el ascensor del edificio nunca le había generado tanta confianza al ser casi que una réplica de aquellos que se habían hundido con el Titanic, «besides, makes me feel claustrophobic». Así de estrecho y pequeño debía ser como para que le activara la fobia de la que no padecía. Las escaleras le gustaban porque, al ser un edificio viejo pero adecuadamente restaurado y mantenido, eran del ancho, por la altura, por el grosor perfecto para llegar sin mayor cansancio hasta el cuarto piso de altura europea, al quinto de altura americana.

Llegó al piso deseado, quizás hasta más rápido que el ascensor, y, omitiendo la existencia del ala derecha, cruzó hacia el ala izquierda para llegar a la moderna puerta de roble tintado y de perillas plateado mate.

Abrió la puerta y se encontró inmediatamente con el comedor; rectangular mesa de vidrio para cuatro solitarias y minimalistas sillas, y, al lado derecho, estaban esas dos enormes pinturas abstractas de Nicola De Maria, y ni hablar de la alfombra gris que cubría el uniforme piso de madera.

A la izquierda se extendía la sala de estar, de sillones y sofás minimalistas de cuero anaranjado y estructuras metálicas en negro, y dos pinturas más de De Maria. Frente a la sala de estar, la cual le gustaba por la magnífica iluminación natural con la que contaba, estaba la abierta cocina de gabinetes blancos y encimeras negras, de doble horno, «porque, ¿por qué no si cocinan tan bien?», y de un mastodonte de refrigerador y de la mejor ventilación que se podía pedir.

- Ciao! -elevó su voz, arrojando las llaves del Jaguar y del apartamento sobre una de las encimeras de la cocina mientras revisaba los sobres de correspondencia que estaban, como siempre, sobre la primera encimera, al lado del recipiente en el que, pareciendo de revista de decoraciones, había siempre cinco duraznos, tres peras bosc, y tres granny smith.

- Tesoro -emergió él por entre la puerta del pasillo que daba hacia el estudio y hacia las escaleras que llevaban a los dormitorios-. ¿Cómo te fue?

- Bien, bien... -murmuró, pasando de sobre en sobre porque no había nada interesante, y, de igual forma, ninguno era para ella, sólo era curiosidad-. ¿Y a ti?

- Bien, también -sonrió, y la envolvió libremente entre sus brazos para darle un beso en la cabeza-. No te esperaba tan temprano.

- Sí... no sé, no tenía nada que hacer -se encogió entre hombros-. Espero que no sea "tan" temprano.

Antecedentes y Sucesiones. (CamrenAdap.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora