Capítulo 16.

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El cubo de nuevo.

-Hemos trabajado... ¿qué? ¿Cinco? ¿Seis? ¿Siete años? -le preguntó Volterra ante el silencio incómodo de lo que debía ser una conversación bastante sencilla y fugaz porque sólo debían discutir una tan sola cosa: el tercer socio, pero ante la ineptitud de ambos, debían, como siempre, ir en circulos, más bien en espiral, hasta llegar al punto de relevancia real.

-Sí -murmuró Lauren poniéndole un signo de interrogación cerebral a Volterra al no saber si era "sí" a los cinco años, o a los seis, o a los siete-. Más o menos siete... -dijo indiferente al no estarle prestando atención.

-Pues, en esos más-o-menos-siete-años, jamás te he visto tan consumida en algo por tanto tiempo -bromeó-. Mucho menos en algo que no sea un plano. Estás como ausente...

-Yo sé lo que es el cubo, sé el mecanismo para abrirlo... pero, por alguna frustrante razón -murmuró sin otorgarle el honor de que lo viera a los ojos por estar rotando el cubo entre sus dedos así como lo había hecho ya por once días sin tener éxito aparente-, no consigo que se deslicen los malditos paneles. Sé dónde están, veo las malditas líneas de separación pero, por alguna razón... -suspiró y levantó su mirada-. Como sea, ¿qué me decías? -sacudió su cabeza y colocó el cubo sobre su escritorio.

-El tercer socio, es imperativo -suspiró con un poco de aburrimiento-. ¿A quién le vas a vender el veinticinco por ciento?

-¿Veinticinco? -resopló Lauren un tanto indignada, y su indignación se incrementó ante el asentimiento de Volterra-. Yo no estoy vendiendo una mierda -se encogió entre sus hombros y volvió a tomar el cubo.

-Es imperativo. Está en el contrato. Es obligación.

-Y así como está en el contrato, que es imperativo, lo cual es sinónimo de "obligación", yo te estoy diciendo que no estoy vendiendo una mierda... a nadie.

-¿Sí sabes que tenemos que entregar todo eso con la auditoría, verdad?

-Sí, lo sé.

-¡¿Entonces por qué demonios no te lo tomas en serio?! -elevó el tono de su voz haciendo que Lauren cerrara sus ojos, frunciera sus labios y respirara profunda y pesadamente.

-Para la edad que tienes, para la experiencia y la reputación que te precede... -abrió sus ojos y la clavó su verde y molesta mirada en la suya muy azul-, y para los años que tienes de conocerme: eres un hombre de poca fe, o que me tiene poca fe.

-Tú sabes que tenemos que cumplir con el contrato.

-Sí, lo sé. Yo discutí el contrato... y te lo puedo recitar si quieres. -Volterra solo inhaló paciencia y exhaló impaciencia-. Yo no tengo que vender el veinticinco por ciento obligatoriamente, puedo vender el uno por ciento si así lo quisiera.

-¿Y quién, en su sano juicio, quisiera comprar solamente el uno por ciento? -rio burlonamente, y Lauren, ante eso, simplemente presionó el ocho en su teléfono.

-Belinda, ¿podrías venir un momento a mi oficina, por favor? -le preguntó por teléfono sin quitarle la mirada a Volterra de la suya y, en silencio, colgó el teléfono ante el "I'll be right there"-. No entiendo cómo jura que voy a abrir este cubo si un martillo -susurró para sí misma mientras seguía dándole vueltas y vueltas.

-¿Por qué no sólo preguntas? -le dijo Volterra no dándose cuenta de que Lauren solamente pensaba en voz alta y que no hablaba con él.

-Me tiene fe -sonrió cínicamente para él-, sabe que la voy a abrir sin su ayuda.

-Llevas toda la semana pasada y lo que va de ésta intentando abrirlo... y no has podido.

-Y eso sólo prueba la poca fe que me tienes -rio-. Aunque puede ser que tengas razón, quizás necesito tragarme el orgullo y pedirle que me ayude.

Antecedentes y Sucesiones. (CamrenAdap.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora