Víctimas de lo peor y lo mejor de sí mismos. L'intelligenza di Camila Cabello.
Se despertó de golpe, con esa respiración profunda y tosca que sólo podía significar un sobresalto que probablemente se había generado durante su sueño, aunque también podía haber sido generado por tener esa irremediable y crónica sensación de que, de no ser despertada por alguien más, la impuntualidad era el mayor de sus problemas. Le asustó saber que ya era de mañana, y le asustó el hecho de que no era precisamente temprano; eran las siete menos diez, hora a la que, en teoría, ya debía estar saliendo de la ducha. Pero no, todavía estaba en cama, entre sábanas blancas y de delicado marco de tres finas líneas paralelas color almendra, en alguna parte tenía más peso por la cobija de algodón egipcio color lino crudo.
Respiró profundamente al compás de un abrir y cerrar de ojos muy lento, como si intentara ubicarse en tiempo y espacio, pues ésas eran sus sábanas y su cobija, y ésa era su cama, y ésa era su mesa de noche; con su lámpara de pantalla beige, su reloj que dictaba un "25" en el lugar en el que el tres debía estar y que una corona reemplazaba al doce, su teléfono todavía succionaba del tomacorriente aunque ya no pudiera más, su pulsera de macramé rosado, y esa fotografía que la hacía sonreír cada mañana que se despertaba viendo hacia ese lado, pues, si estaba viendo hacia el otro lado, lo primero que veía era a la mujer, de carne y hueso, que le daba un beso en su frente en aquella imagen que habían inmortalizado alguna noche de cena con los Noltenius.
Levantó las sábanas, no supo por qué, pues intuía que lo que vería sólo sería piel y más piel, y estaba en lo cierto, pero, además de eso, tuvo la sonriente sorpresa de encontrarse con una mano que no era suya. Lauren la abrazaba por la cintura con relativa soltura relajada; sus dedos rectos y perfectos, igual que aquella mañana de la que esa mano y ese aroma le acordaban, a octubre del dos mil doce y al resto de meses que le habían sucedido hasta la fecha, volvió a respirar profundamente y lo sintió más cerca, «sweet Chanel No. 5, my sweet Chanel No. 5». Hoy, en lugar de ser la mano derecha, era su mano izquierda, y, en lugar de ver el anillo de oro blanco con el rubí incrustado, hoy vio un anillo de bisel de oro blanco cubierto de madera de nogal junto con un diamante de color subjetivo, pues podía ser champán o cognac según fuera el ojo que lo determinara, y le gustó la similitud que encontraba con aquel día, pero le gustó todavía más el hecho de ver que ese anillo ahí estaba, y que estaba ahí abrazándola.
En cuanto vio la mano que no le pertenecía a nivel físico, pero que era suya, empezó a sentir el tibio calor que abrazaba su espalda; directamente piel contra piel, y temió que el calor no fuera coherente con las circunstancias saludables. La mano que la consentía y el pecho que la sostenía y que la mantenía tibia, definitivamente se habían merecido la piedad que había mostrado el día anterior por la mañana, pues, después de un par de días de imparable lluvia, de cielo con reales y literales "fifty shades of gray" y de frío húmedo, todo se vio comprometido en cuanto Lauren empezó a aclararse la garganta con cierta frecuencia. Quizás un vez cada treinta y o cuarenta minutos no era de alarmarse, pero sí era de alarmarse cuando se trataba de Lauren, pues eran los primeros indicios de lo que un simple resfriado hacía para luego convertirse en un sistema de incubación de gérmenes que costaba aniquilar debido a la necedad de recurrir a los antibióticos que cualquier doctor parecía recetar, palabra de Dios en versículo Bíblico, por no menos de diez días, lo cual iba en contra de la religión medicinal que Lauren practicaba con su cuerpo desde que su profesor de Biología, en el colegio, había tenido a bien explicarle la tolerancia de las bacterias, en especial cuando los doctores recetaban antibióticos como pasatiempo hasta para un virus. Viva las farmacéuticas.
Nada que un poco de Tylenol Cold & Flu Severe no pudiera frenar y solucionar en un clima menos inestable y menos óptimo para que la enfermedad hiciera de las suyas: razón principal por la que Camila había decidido verbalizar aquella simple frase de: "tengo un horrible antojo de Ricotta & Black Pepper Ravioli". Dicha frase implicaba a "Butter", implicaba su deseo de regresar a la Gran Manzana, e implicaba que, cual partida de ajedrez, anticipaba lo que Lauren respondería por el demonio de la condescendencia que la poseía.
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Antecedentes y Sucesiones. (CamrenAdap.)
RomansSecuela de "El lado sexy de la arquitectura". Está historia NO ES MIA, todos los créditos a la increíble y absoluta autora ELLAJ. Aclaración: Los personajes del fic se introducen en condiciones de personajes ORIGINALES, por lo cual NO es una compl...