Capítulo 9.

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Para llorar y reír, y viceversa.


- Lauren Michelle- se puso Phillip de pie al ver a Lauren y a Camila salir del ascensor, que daba directo a donde él esperaba. – Mila- las abrazó a ambas con una sonrisa frustrada, cansada y preocupada. – Gracias por venir.

- Pipe, ¿cómo estás?- susurró Camila, como si no quisiera que la escuchara nadie más que Phillip.

- Bien, bien, por favor, tomen asiento- les ofreció la sala de espera, las pocas sillas que estaban vacías, él estaba vacío.

- ¿Está despierta?- murmuró Lauren antes de sentarse en una silla.

- Creo que sí, entra, le alegrará verte- sonrió con la misma sonrisa y mirada cansada.

- Regreso en un momento- suspiró, colocando su bolso en la silla al lado de Camila.

- Mila, ¿cómo estás?- se dirigió a ella, quien se sentaba a su lado mientras veían a Lauren desaparecer por el pasillo hacia la habitación de Natasha.  

- Bien- sonrió un tanto incómoda, pues era un ambiente incómodo. - ¿Y tú?- Phillip simplemente sacudió la cabeza y Camila, por reflejo, simplemente lo abrazó, y sólo bastó esa muestra de cariño para que Phillip dejara de ser aquel hombre resuelto y bien estructurado, frío de cabeza aún durante un incendio, estalló en dolor, culpa e impotencia. Fue como si se quedara sin aire, como si quisiera gritar hasta romperse las cuerdas vocales, quería patalear como un niño pequeño en medio de un berrinche, quería odiar a todos, a todo el mundo, a todo, pero simplemente apuñó el suéter de Camila, lo apuñó tan fuerte como pudo, y Camila sólo lo abrazó por la espalda y por su mejilla, estaba más inconsolable que Lauren en su peor momento.

Al mismo tiempo que Phillip emitió el primer ahogo gutural, Lauren entró a la habitación en la que, con sólo entrar, le dio más frío que de costumbre, y no sabía por qué, pues todo estaba cerrado, y hasta un poco oscuro para que la luz no penetrara tanto en la habitación. No, en esa habitación no había nada que estuviera bien o que fuera a estar bien, pero Lauren, como optimista, sólo podía esperar que todo iba a estar bien, igual que todos. Caminó sobre sus zapatillas deportivas Samba marrones, pues le había parecido interesante que no fueran negro y blanco como solían ser, y, al llegar al borde de la cama, simplemente rozó el borde lateral con la parte externa de su rodilla y se sentó a la orilla de la cama. Bajó la cabeza y vio la mano de Natasha, realmente delgada y blanca, no era el blanco que la invadía en otoño, era un blanco consumido.

- Hey…- susurró Natasha en cuanto Lauren le tomó la mano, que había abierto los ojos.

- No quería despertarte.

- No lo hiciste- sonrió suavemente. - ¿Qué haces aquí?

- Phillip me llamó…- Natasha sólo sonrió mínimamente, pues no podía sonreír, no quería.

- How are you feeling, Nate?- pero ella sólo sacudió la cabeza, una vez hacia la izquierda y una vez hacia la derecha, no le daba para más, inhaló profundamente y lo atrapó en un golpe pulmonar para evitar llorar. – Hey… hey… hey…- susurró comprensivamente Lauren.

- Es sólo que…

Fue todo lo que pudo decir, fue lo último que dijo en casi un mes, se aferró a Lauren, se aferró con pánico, con la misma frustración de Phillip, con dolor físico y emocional, Lauren sólo pudo abrazarla, así como Camila a Phillip, ambos inconsolables. Natasha estaba peor que aquella vez afuera de Jean Georges, estaba diez veces peor, una magnitud que ningún alcohol podía ahogar. Se aferró a Lauren de la misma manera de aquella vez, apuñando la solapa izquierda de su chaqueta, arruinándole el finísimo cuero café de aquella chaqueta Armani, pero a ninguna de las dos le importaba, Lauren simplemente la abrazó, y se quedó con ella entre gemidos, quejas inentendibles, gruñidos y dolores, mares de lágrimas, un desborde, un colapso. ¿Y en dónde carajos estaba Margaret? Lauren esperó, y esperó, la abrazó por un poco menos de una hora, la consoló sin palabras, sólo con su abrazo y los besos que le daba en la cabeza, que no tenía palabras que la pudieran reconfortar, no sabía siquiera qué era que le arrebataran algo tan importante, al que se alimentara de ella, que viviera por ella; de eso no sabía nada, y no lo sabría nunca.

Antecedentes y Sucesiones. (CamrenAdap.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora