Capítulo 24.

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Sintió cuando el Crown Victoria se detuvo. Fue tan delicado que ni siquiera el ambientador en forma de pino se sacudió. Suave. Quiso salir lo más humanamente rápido posible para abrir la puerta del lado contrario, para tener la caballerosidad de manual de la que podía apropiarse a pesar del género que describían las distintas ramas de su biología y de su psique la mayor parte del tiempo. Quizás por eso podía adueñarse de la galante cortesía, porque a veces eran las cualidades opuestas las que la gobernaban.

- Wait here -alcanzó a murmurarle al taxista, quien, en todo el día, no había tenido pasajeros más incómodos que ellas dos.

La incomodidad no estaba en lo que cualquiera podría estar pensando; no se trataba de lo que habían hecho, sino más bien de lo que no habían hecho.

Veintiocho clientes desde las siete de la mañana; dos viajes al JFK cuyos ambos regresos habían involucrado a abrumadores turistas con una propina desproporcionada para la cantidad de equipaje que llevaban, mucho movimiento bajo 14th St. hasta las cinco de la tarde, un viaje al MET, y un receso vespertino para cenar en Chipotle de la ochenta y cinco y tercera. Había sido una amplia selección de idiomas y acentos, de temas de conversación a distintos decibeles, de estados de ánimos, y de distintas consideraciones a la hora de dejar la respectiva o la inexistente propina. Pero, definitivamente, nada como eso.

Las había recogido justamente frente a Toloache. Las había visto salir mientras se limpiaba las manos con gel antiséptico para no oler a los tres tacos de pollo que se había tragado con tanta hambre que casi ni los había disfrutado. Tres tacos en tortilla de harina de trigo, doble pollo, sin arroz y sin frijoles, con vegetales de fajitas, crema agria, queso, guacamole, lechuga, pico de gallo, y salsa verde medio picante, con una guarnición de guacamole y chips, y una bebida grande.

La del vestido negro había empujado la puerta, y, de atrás, había salido una espigada mujer a la que se le hundía la altura por ir cabizbaja; ella la había seguido con los pasos y con la mirada.

Lo primero que a él le había parecido demasiado extraño había sido que la de cabello castaño no había ido a por la puerta más accesible sino que había tenido que mirar hacia la izquierda y hacia la derecha para asegurarse de que no viniera nada; ni auto, ni camión, ni ciclista, ni carreta, ni nada para poder sentarse tras él.

Lo segundo había sido que, cuando ya las dos mujeres se hubieron sentado en el interior del Ford, ninguna de las dos le había dicho hacia donde tenía que llevarlas, ¿era un destino o eran dos? Era como si esperaban que la otra lo dijera. Cuando por fin una de ellas tuvo el coraje de decir "Sixty-first and Madison, please", que había sido la de la melena desordenada pero no por eso alborotada, la de cabello castaño había suspirado y había mirado por la ventana hacia afuera.

Tercero, y la razón de su incomodidad: no habían hablado. No habían hablado entre ellas, con él, por teléfono, o solas, y tampoco habían tenido la intención de hacerlo. Sus caras eran probablemente de disgusto, quizás habían discutido entre ellas o con alguien más, aunque, por momentos, parecían estar listas para matar a alguien y salirse con la suya. Tranquilidad propia de psicópatas, silencio funesto, tensión ridículamente alta.

Se había detenido junto a Barneys, justamente al lado del letrero rojo que prohibía estacionarse entre siete de la mañana y siete de la noche. La rubia había salido con suprema rapidez, probablemente no había visto hacia atrás, o hacia la derecha, para asegurarse de que no viniera ni la razón por la cual parecía que el enojo era el factor común, y entonces fue que escuchó la voz de la del cabello castaño. Acento wintoniano, uno que no había escuchado ese día; de pronto, por alguna razón dejó de ser todo tan extraño. Y la había seguido por los espejos, la había observado perseguir a la rubia con una breve pausa para ver a los dos lados a pesar de que era una calle de un sentido.

Antecedentes y Sucesiones. (CamrenAdap.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora