Capítulo 12.

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Los accidentes.

- Exactamente, ¿qué es lo que tiene de especial todo esto?- suspiró Camila mientras inhalaba su congestión nasal, la cual no era por un simple resfriado sino por el infernal invierno del nuevo enero.

- Es todo un ritual- sonrió. - ¿No lo ves?

- No estoy segura- sopló sus manos a través de sus guantes, ¿por qué estaba utilizando guantes? Ah, sí, porque Lauren necesitaba salir por aire rejodidamente fresco luego de tanta actividad sexual y de haberse despedido de su mamá, que le había dicho: "no quiero estar tanto tiempo en este olor porque puedo empacharme". - ¿Costumbre?

- La costumbre la terminas haciendo de mala gana- Camila se volvió hacia el estanque, viendo las espaldas de las dos mujeres, una con tendencia a ser rubia y con un abrigo corto de cuero marrón con interior de piel de oveja, la otra, la de cabello oscuro y atrapado en un gorro de cachemira azul marino que combinaba con su abrigo largo Saint Laurent y que le terminaba de dar la postura recta y cuadrada que su mala postura de parado le daba al no permitirse estar en Stilettos, igual que la potencial rubia, sólo que ella sí tenía una postura recta por definición de enseñanza de abuela; por libros sobre la cabeza, por el palo de la escoba que le ayudó con su postura para entrar al equipo de Esgrima en su debido momento. - Y, si las ves a las dos... sólo hay una que lo disfruta.

- Y nosotros dos- rio.

- Que no somos parte de la costumbre ni de la tolerancia que comparten ellas dos- sonrió. - Somos parte de la paciencia colateral- Camila sólo rio nasalmente e introdujo sus manos en los bolsillos para calentarlas. - ¿Sabes por qué es tan importante, por qué es tan especial?

- Ilumíname, por favor- se inclinó y se recostó sobre su hombro, que Phillip la abrazó para darle un poco más de calor, pues eso no estaba mal bajo ningún código de "what not to do" en lo que a los celos se refería, no en el código de Natasha, no en el de Phillip, no en el de Camila, y definitivamente en el de Lauren tampoco. Hermandad pura.

- Hija única, no por abstinencia ni por elección, sino porque ya no resultó naturaleza para un hermano o una hermana. Dice que, de haber tenido un hermano, lo habrían llamado "Renard" y, de haber tenido una hermana, la habrían llamado "Fiona". Margaret y Romeo querían muchos hijos, ¿te imaginas?- Camila sólo supo sonreír. - Margaret es una mujer especial, y todos sabemos que es ella quien manda, ella tiene más pantalones que Romeo y no sólo en el clóset- rio. - Lo que no todos saben es que Romeo le pone los pantalones, y todos creerían que Romeo era el ausente pero no, era Margaret. Dice Natasha que ella se acuerda de sus papás en todas las cosas que tuvieran que ver con ella; en el Kinder, en el colegio, en lo extracurricular, en todo, pero que, en la casa, del que más se acuerda es de Romeo porque era el que más tiempo pasaba allí pero que no era mucho tampoco. Un día a la semana, el miércoles por la tarde, Margaret llegaba temprano del trabajo, almorzaba con Romeo, iba a recoger personalmente a Natasha al Kinder a las cuatro de la tarde, Margaret llevaba el pan que había sobrado de la semana anterior, venían al carrousel y, a la salida de las cinco veces que subían, les daban de comer a los patos.

- No sabía que significaba tanto- susurró. - Creí que era algo que había surgido de la nada.

- Bueno, sí surgió de la nada- rio. - Margaret prefería darle el pan viejo a los patos a botarlo a la basura... en esa casa nunca se bota la comida, o se la comen hasta que se acabe, o Margaret la manda a algún refugio. Además, ese momento era en el que estaban sólo ellas dos y, si tú le preguntas a Natasha cuál era el mejor momento de su semana, era ese día.

- No logro comprender la naturaleza de la relación de tu esposa con tu suegra.

- ¿Se quieren pero se odian?

Antecedentes y Sucesiones. (CamrenAdap.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora