Capítulo 2: Nerea

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Morir cuando es correcto morir y golpear cuando es correcto golpear. 

Me desperté empapada en sudor y con las sábanas pegadas al cuerpo. Habían pasado años desde aquel día y aún no había podido olvidar aquel horrible y sangriento momento. ¿Pero de verdad quería olvidar aquello? Olvidarlo sería perder una parte de mi misma, pero era tan, tan doloroso, tan aterrador que me desgarraba el cuerpo y el alma. Fue mi culpa y aunque él me dijera lo contrario, yo no me lo creía. Él me dijo que fue un acto de supervivencia y de misericordia, pero yo no lo veía así.

Nunca lo había visto así.

No. No debía olvidarlo.

Me incorporé y pasé mis manos por mis ojos cansados.

Hacía tiempo que no dormía con tranquilidad y la falta de sueño me estaba afectando. No rendía bien en el trabajo y a veces me quedaba dormida mientras retocaba mis fotografías. Aquello era indignante y no podía permitirlo más, pero había veces en las que me acostaba en la cama y me daba miedo cerrar los ojos. No quería soñar. Todos aquí decían que los sueños eran momentos de nuestras vidas pasadas. Vale, pues yo no quería saber nada de ellos. De mis vidas pasadas.

Porque eso solo significaba una cosa.

En esta vida y en las anteriores solo se me había dado bien algo muy concreto.

Y yo temblaba cada vez que pensaba en ello.

El sonido del agua me puso en aviso, pero cuando olí su aroma relajé los músculos inconscientemente. Su olor a su suavizante, al óxido de la sangre, a sudor y a desodorante me confirmó que acababa de volver del campo de batalla. La puerta del pequeño cuarto de baño privado se abrió y salió una figura bastante conocida con el pijama de verano y el cabello húmedo.

Se paralizó al verme despierta.

-Tienes cara de querer matar a alguien.-dijo pasándome la toalla.

Era una tradición nuestra. Cada vez que salía de tomar una ducha, me gustaba secarle aquel cabello sedoso. Era el único momento donde podía conseguir un poco de paz y de calma para mi cabeza.

-Creí que volverías dentro de una semana.-dije pasando la toalla por sus hebras rubias.

-Quería volver antes.-me paró las manos y dejó caer la toalla en la cama para que pudiera verme a los ojos.- Supe que volviste de allí.

Aparté mis manos corriendo como si hubiera sentido una corriente de electricidad al tocarle.

-¿Has vuelto porque te preocupaba?-dije con voz acusatoria.

-Siempre me preocupas.-sonrió burlón.

Aquella sonrisa. Oh, aquella sonrisa.

-¿Tú me quieres, Morgan Cruor?

-¿Y tú me quieres, Nerea Yera?

Sonreí dejando caer mi cabeza en la almohada. Morgan me cogió la mano para observar su anillo. En nuestra comunidad era costumbre que la mujer intercambiara su anillo con su hombre, y viceversa cuando se querían casar. Besó con sumo mimo mis nudillos y me miró con tal intensidad que creí que me desnudaría, como hacía años.

-Deberías dormir. Son las cinco de la mañana.

-Cinco lobitos tiene la loba.-canturree haciendo que él riera y se pusiera encima de mí. Le acaricié el pelo húmedo sonriendo.

-Y a los cinco se comió.-ronroneó como si fuera un leopardo.

Acto seguido se lanzó a mi garganta, mordiéndola, para luego pasar a mi punto débil, la zona detrás de mí oreja. Empecé a sacudirme y a reír hasta que me dolieron las mejillas. Sentí su sonrisa y metió sus manos debajo de mi camiseta.

Los pecados de nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora