Yo no había tenido nunca mascotas, ni perros, ni gatos, ni siquiera peces. Aunque obviamente cuando era pequeña quise tener un perrito, supongo, que como todos los niños pequeños pero mi madre no confió lo suficiente en mí para cuidar de otro ser vivo por mi temprana edad. Por eso, cuando encontré a Byakko, fue todo un reto mantenerlo, más sabiendo que él no era un animal doméstico, era un animal salvaje. Un tigre que había nacido en las indomables tierras de China.
Creí que al ser casi un recién nacido la cosa sería más fácil. Que ingenua fui. Tenía que darle el biberón a altas horas de la madrugada o si no empezaba a hacer esos extraños grititos de gato y despertaba a todo el campamento. Por no hablar que cada vez que me iba a entrenar, a cenar o hacer cualquier cosa, me seguía, arrastrando su regordeta barriga por el suelo, pues aún no sabía caminar del todo bien. Era como tener una sombra persiguiéndome y la verdad es que no estaba segura si era bueno que se arrastrara en el suelo hasta que no fuera más mayor, ya que a lo mejor podía contraer alguna enfermedad. Así que cada vez que salía, cogía mi mochila de deporte y le metía dentro, entre toallas, para que no pasara frío. No tenía ninguna maldita idea de cómo criar a un tigre de Amur, pero hice todo lo que pude, investigué en internet, leí libros y consulté a algunos veterinarios.
El verdadero problema fue cuando le empezaron a salir los dientes y los dolores de encías. Mordía todo y lo destrozaba todo. Tuve que comprarme cuatro pares de zapatillas nuevas, pues las anteriores fueron despedazadas por sus pequeños colmillos y afiladas garras. Ropa de deporte nueva, pues le gustaba revolcase entre ella, supongo porque tenía mi olor, pero cuando estaba ya cansado empezaba a morder las prendas. Mi móvil peligró en varias ocasiones y ni de qué hablar de mis brazos y piernas. Cuando le llevaba en brazos o cuando lo cogía para levantarle, le encantaba olisquearme como si fuera un sabueso y después empezaba a dar pequeños mordiscos por mis extremidades. Por no hablar que le encantaba subirse a mi cabeza y dar lametones a mí pelo. A veces llegaba a ducharme tres veces al día.
Cuando fue creciendo, su independencia empezó a aflorar. Podía comer solo y a veces cazaba sin mí, aunque no fue hasta pasado un año cuando ya salía casi siempre sin mí. Sabía cuál era su lugar cuando estaba acompañada. Se quedaba en un rincón, tumbado y moviendo de vez en cuando su larga cola naranja, pero sin parar de observarme. De una sombra acosadora a un guardián silencioso. A veces aquella faceta suya me asustaba ya que nunca había tenido ningún ejemplo a seguir y no sabía si ser tan autosuficiente era bueno para el tigre chino. Pero debía de comprender cada vez que estaba con él, que Byakko no era un juguete, no era un peluche y mucho menos, un animal doméstico. Era un tigre de Amur y debía seguir su instinto animal. Por mucho que me siguiera por los pasillos, por muchos lametones que me diera en la cabeza y por muchos ronroneos que soltara cada vez que le rascara detrás de la oreja, él era y sería siempre un animal salvaje.
Pero tumbado sobre el tatami de la habitación personal de Harada-san, en la casa principal de la Yamaguchi-gumi, con los ojos medios abiertos y la lengua colgando de su boca abierta por culpa de los efectos secundarios de los tranquilizantes, no transmitía otra cosa que no fuera tristeza. Le acaricié detrás de la oreja y él parpadeó lentamente.
-Solo tienes que controlar tu energía.
-Lo sé.
-Es un fenómeno raro, pero tal vez controlando eso y alejándolo de los Cruor pueda volver a la normalidad.
-Ya.
-Nerea-sama.
-Por favor, no utilice ese honorífico conmigo, Harada-san. Usted no tiene por qué hacerlo.
-Muy bien, Nerea-san.
Suspiré.
-Así que el diagnóstico es que albergo demasiada energía demoníaca de Octavia Cruor en mi interior y que esa energía sale cuando le da la maldita gana, y entra en el cuerpo de Byakko y esa es la razón por la que ahora tiene este gran tamaño.
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Los pecados de nadie
Fantasi¿Quién es el verdadero pecador? ¿La chica? Ella solo quiere justicia por los seres queridos que perdió. ¿El asesino? Él solo quiere vengar al amor de su vida. ¿La madre? Ella solo quiere seguir con las tradiciones de la familia. ¿La bastarda? Ella n...