Capítulo 19: Nerea

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Acababa de volver de visitar las tumbas de Yuusuke, Hiromi, Akira y Ryu, como había querido Morgan, y dejar a los niños en casa de nuevo, cuando me encontré a mi hermano en la puerta de la casa principal de los Shinoda en Kobe.

Lo primero que vi fue una silueta que me daba la espalda, con el cabello corto, estilo militar, anchos hombros, cintura estrecha, ropa negra y botas de combate. Aquella visión me quitó el poco aire que tenía en los pulmones, hasta que el viento se levantó, él se giró y pude verle el rostro con claridad. No tenía los ojos oscuros casi negros, como los de mi padre, no tenía los labios carnosos y bien proporcionados, como los de mi madre. No era Pablo, pero por un momento así fue, al menos en mi mente. No era el segundo hijo de Nácari Sáez y Jerod Yera. No. Era el mayor de sus hijos.

Eloy.

Cerré la puerta del coche y empecé a andar.

Eloy y yo nos llevábamos cinco años, pero siempre fuimos muy cercanos, desde niños. Su relación fraternal era mucho más buena conmigo, que con Pablo. Los recuerdos que tenía desde que era una niña pequeña eran de peleas entre esos dos, siempre discutiendo quién era el mejor de los dos, quién era el que más quería a mi madre. Aunque ahora, siendo adulta y con el conocimiento del mundo sobrenatural, entendía el porqué de sus riñas.

Mi hermano Eloy decidió con cinco años que quería ser como mi padre, una criatura de la noche y de la sangre. Alimentarse de monstruos todos los meses, obtener su tótem y luchar por el trono de los Cruor. Pero mi hermano Pablo, en cambio, eligió el camino de la magia pagana y la mortalidad, como mi madre. Mi padre era el pretor del ejército de la Emperatriz en España. El pretor era un cargo romano que equivalía más o menos a comandante, pero podía haber varios comandantes en un país, pero solo un pretor en él.

Y como tal, tenía un puesto en el Consejo, por lo que se esperaba que su hijo mayor, ocupara su posición cuando mi padre Jerod ya no estuviera. Y mi madre era la líder de uno de los tres aquelarres que había en el país, y por ello se esperaba que su hijo mayor tomara el relevo cuando ella ya no estuviera. Pero su hijo mayor había decidido seguir los pasos de mi padre, por lo que Pablo ocupaba ese puesto. El heredero de la sangre y el heredero de la nigromancia. Añadiendo que Pablo odiaba los Cruor... bueno, se podía entender por qué se llevaban tan mal.

Por eso, cuando yo me uní a los Cruor, Eloy me apoyó. Aunque creo que si hubiera elegido vivir entre las ninfas de los bosques de la Alhambra me hubiera apoyado igualmente. Él me apoyaba y yo le apoyaba en todo momento, incluso cuando fue padre a los veintidós años y mi madre le repudió. Incluso cuando asesiné a todo el consejo privado de la Yamaguchi-gumi por haber traicionado y asesinado a Yuusuke.

-Hola, princesa.-sonrió mi hermano.

-Eloy.

Ambos nos fundimos en un cálido abrazo y yo escondí el rostro en su hombro, respirando su aroma a desodorante, vainilla y madera. Por el rabillo del ojo vi como Octavia se sentaba en las escaleras, a nuestro lado, y ponía cara de asco.

Dios, por favor, que le diga que se está muriendo como un perro callejero y me libre de esta tortura.

Puse los ojos en blanco.

-Mírate.-dijo apartándose para que pudiera observar mi kimono oscuro con más detalle.- Ya pareces toda una japonesa.

Sonreí de lado.

-Me faltan solo los ojos.-bromeé.

-Cirugía.-dijo.

-Seguro que eso le gustaría a Harada-san.-reí.

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2020 ⏰

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