44.-Ven, que te cuento un cuento.

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Capítulo 44.-Ven, que te cuento un cuento. 

Yo, sí, la única persona a la que el espejo acogía, estiré mi brazo poco a poco y con el dedo índice lo toqué, mi huella quedo marcada en el cristal, parece increíble quedarse observándose a uno mismo, y darse cuenta de pequeños detalles, esos que nunca antes habías visto, ni siquiera dado importancia, como que, el pie vendado con una tela de chaleco mientras sangra es totalmente antiestético, que en mi muñeca había alcohol reseco procedente de la botella de Natalia o que en esos momentos, en un absoluto y tranquilo silencio, se podía escuchar con claridad, los intensos latidos de mi corazón.

Volví a supervisar la habitación por completo, era una sensación tan extraña ver todo cubierto por sabanas, y solo un espejo, y nosotros dos, la verdad, era lo único que necesitaba para ser feliz, o por lo menos en mi cara ya había una sonrisa dibujada, el seguía parado como una estatua, tenía la sábana en la mano, con la otra hacia círculos desiguales en el marco de plata que rodeaba el espejo, le miré sonriendo, el se tocó el pelo vergonzoso y mirando al suelo, vi como se formaban hoyuelos en sus mejillas, lo que quería decir, que estaba sonriendo, subió la mirada con cautela, al verme, amplió la sonrisa y se medio tapó la cara, que cosa más preciosa, es monísimo pero lo extraño es que, Álex, sí, sí, ese chico que no teme a nada, que ligar para él es como respirar para ti, fácil y esencial, se estaba ruborizando al mirarme, una flor se abría dentro de mi dejando el dulce aroma del amor.

-¿Tienes vergüenza?-Pregunté risueña

-No…¡Claro que no estúpida!-Levantó la mano con vaguedad y se retiró, tirándose con fuerza en la cama, el reloj marcaba las seis y media de la madrugada, estaba bastante cansada ya que los parpados me empezaban a pesar como el plomo, seguía en pie mirándome al espejo sabia que debía dormir, pero al lado de Álex era imposible, me pondría demasiado nerviosa, y más si se quitaba la camiseta y se acercaba a mí, pero bueno, debía echarme, así que me senté en la cama.

-Te dije que para ti era el sillón.

-Pero tú cambias de opinión muy fácil, ¿verdad? ¿No era lo más importante de tu vida?-Entrecerré los ojos medio cabreada-Además, no me voy a ir de aquí.

-Haz lo que quieras.-Cogió el i-pod de la mesilla de noche y se puso a escuchar música.

Me arropé con la colcha e intente descansar, las 7 de la madrugada y seguía dando vueltas en la cama, no podía dormir así que tiré de los auriculares de Álex para que me hiciera caso, él se mosqueó y se los volvió a colocar, pero chico, ¿qué haces compitiendo conmigo? Cogí el i-pod y lo apagué.

-Mira que eres insoportable, trae el puto i-pod.-Me agarró la mano pero yo fui más astuta, y con rapidez se la mordí, el soltó un alarido y me cogió del muslo, sonrió al ver que me puse roja.

-Si es que no te puedes resistir, ni a mi cuerpo, ni a mi cara, ni a mi forma de ser, en definitiva, a Álex López, buff, si es que estoy buenísimo.-Se mordió el labio, madre mía, será un creído, pero estaba diciendo verdades como puños.

-Que motivado eres.

-Y tú que ganas tienes de echarme un polvo.

-Siempre tienes que estropear los momentos más bonitos, te odio.-Le miré con cara de asesina con ganas de matanza, y me abracé a la almohada.

-Venga, que te cuento un cuento.-Dijo mientras se acercaba más a mi.-Y me das el i-pod.

-Vale.-Me di la vuelta y le miré, estaba sentado en la cama, yo al ras de sus piernas, me acerqué más a él y cerré los ojos.

-Esto es un hombre que va con una carretilla de estiércol a su huerto de fresas, y se encuentra a su vecino que le pregunta: ¡Eh tío!, ¿dónde vas con eso? Y responde el de la carretilla.-Es para las fresas, entonces, el vecino, le dice “Deberías probarlas con nata…”

-Imbécil.-Me empecé a reír dando golpes con el puño en el colchón.-Ponte serio coño.-Seguía con la risa tonta, Álex también.-Venga, cuéntame un cuento y déjate de gilipolleces.

-Que sí pesada.-Se acomodó y posó sus manos sobre la tripa, empezó a relatar una historia sobre un lugar llamado Maravilla, donde vivían todos los soñadores del mundo, y donde, absolutamente todas las personas eran felices, entre escuchaba la historia de Álex, en algunos instantes entraba en trance y me dormía a medias.

-Lorena…-Susurró Álex, me tocó el brazo y mi piel se erizó.-Sé que estás despierta.-Si que lo estaba, pero quería hacerme la dormida, me apetecía.- Pues me voy a tirarme a una que había ayer en la fiesta, adiós.

-Ven aquí.-Me incorporé de un brinco y le cogí de los hombros, rodeé con mis bracitos su torso y le tiré hacia mí, si se me iba a escapar, él se rió a carcajadas y me empezó a hacer cosquillas, paró en seco y volvió a sentarse.

-Lorena, no creas que me caes bien, ni nada por el estilo, ni que me gustas, porque te vas a llevar una decepción.

-Ya…Ya lo sé Álex, yo también te odio, y no te soporto, pero en fin, es lo que toca.

-Sí, es lo que toca…-Se inclinó hasta quedar completamente tumbado, yo me revolví un poco hasta encontrar la postura correcta, bueno, en realidad la que yo quería era entre sus brazos, así que me acerque un poquito a él.

-Anda ven, plasta, que lo estas deseando.-Se movió con suavidad entre las sabanas y se puso encima mía con cuidado, le rodeé y por fin pude caer en un perfecto sueño, pero me dio tiempo a escuchar unas palabras, que se clavaron en mi.

-Álex, ¿soy la única?

-No eres la única chica en mi vida, pero si en mi corazón.

-Luego me negarás lo que acabas de decir ¿verdad?

-Sí, no me importas…

-Quererte me hace daño, pero me acostumbré al dolor.

Y caí en un plácido y bonito sueño al lado de Álex López Martínez.

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