73.-Piedra, papel o tijera.

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Capítulo 73-Piedra, papel o tijera.

Todo recto, la segunda calle a la izquierda, seguir hacia adelante hasta encontrar el bar “Sambao”, rodearlo hasta dar con un letrero.

“Siria”, sí, la discoteca más cercana al hotel de Álex López, por el momento las instrucciones eran claras, aunque Natalia y yo no estábamos muy bien orientadas, logramos dar con el lugar en un tiempo inmejorable.

Ya había cola, al parecer era un sitio bastante codiciado por los jóvenes de nuestra edad, faltaban dos horas para la apertura, pero muchos problemas recorrían mi cabeza derrapando con fuerza y haciéndome pensar como nunca.

¿Y si la entrada costaba dinero?

¿Y si no íbamos vestidas adecuadamente?

¿Y si Álex no estaba?

Pellizqué un brazo ajeno, el de la rubia para ser más explícitos, necesitaba respuestas, rápidas, sencillas, accesibles. Las necesitaba. Ella apartó molesta el codo y me empujó levemente, revisó la cola por encima poniéndose de puntillas sobre sus ya sucias sandalias ocre, sus caras no eran muy familiares y al parecer la situación no pintaba muy bien. O no tan bien como debía.

-Lorena, míranos.-Nos divisábamos mutuamente, nuestra vestimenta eran totalmente de playa, ni con un buen lápiz de ojos podríamos pasar desapercibidas.

Un puerta de la discoteca traspasó la entrada interrumpiendo nuestra preparación nocturna momentánea, salió a fumar un cigarrillo antes de la estampida de gente que quería pasar a la discoteca, ansiosa, y a la que él tenía que revisar el DNI por posible minoría de edad o estado de embriaguez extrema, vamos, borrachos sin fronteras. Vestía un traje negro, media mínimo 1,90 y su anchura era impresionante, llevaba gafas de sol aunque ya caía la noche, sus puños eran tan grandes como la cabeza de Natalia, era nuestra única fuente de información  sobre la discoteca, y era una oportunidad que no podíamos perder, yo tenía que llegar a él, tenía que volver a abrazarle hasta que me dolieran los brazos de apretarle contra mi pecho al ritmo de unas ilusionadas lágrimas de alegría.

Ella me agarró la mano fuerte, su anillo se clavó en mis nudillos causándome molestia, movía la mano evadiéndome de la suya mientras observaba al puerta asustada. Ambas nos miramos tragando saliva, negamos con la cabeza, advirtiéndonos de que no habría un posible acercamiento a él, aunque la puta sensación de fracaso me estaba mordiendo.

-Venga Natalia, ve tú.

-Y un churro.-Típica expresión de niña con cierto retraso mental-Tú eres la interesada.

Me crucé de brazos mordiéndome la lengua, tenía ganas de propinar unos cuantos puñetazos, sutiles, sin causar dolor, pero descargar la furia era necesario para un equilibrio en mí, debéis saber que era feliz por mucho que os joda.

-A piedra, papel, o tijera.-Subí la mirada desafiante, esbozando una media sonrisa triunfadora ya que en este juego la suerte me acompañaba usualmente.

-Lo veo bien.-Frotó sus manos animándose a ganar.

Ilusa.

Nuestras miradas se cruzaron infernales, abrí levemente mi boca mientras amagaba una sonrisa de sabiduría, esas que salen en mitad de una pelea por parte de alguno de los integrantes para marcar el control, y que terminan a golpe limpio dejando sangre por doquier, sin pensar en las consecuencias, como la mirada de un niño, inocente, que se fija en esa sangre, seca, cargada y colmando recuerdos amargos, que arrancan la inocencia de su pequeño cuerpo como si de un envoltorio se tratara.

Bombardeé sus ojos marrones miel, intentaba descifrar sus movimientos, ¿qué iría a sacar? Nuestras manos se escondieron detrás, planificando una figura con la que triunfar, o fracasar.

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