57.-Uno más, uno.

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Capítulo 57-Uno más, uno. 

Se escuchó el eterno grito de los neumáticos viejos rozando brutalmente con los frenos puestos el asfalto inclinado, Álex empujó mi cuerpo hacia la acera, yo caí empicada y golpeé mi cabeza contra el cemento, todo se me nubló en un eterno instante, en el que, no, no pasó toda mi vida en milésimas de segundo, sino que vi como el esbelto cuerpo de Álex López Martínez chocaba con la parte delantera de ese maldito Audi rojo desgastado, como rebotaba cual pelota de goma y como se estampaba al son de un crujido escalofriante, dado a que sus huesos quebraban como ramas de un arbol… Toqué mi cabeza, mi mano se tiñó de rojo, la sangre caía, no acaba nunca, ya no sentía nada, solo llegaban a mí los cansados latidos de mi corazón que disminuían, y disminuían y… 

Pum.

Abrí los ojos despacio, tenía la incierta sensación de que no se habían abierto en mucho tiempo, pasé mis dedos algo extraños, por ellos, para apartar las numerosas legañas que cegaban mi campo de visión, me recosté, mis pupilas parecían dilatadas, y mi mirada nerviosa, los ojos, mis ojos, se movían con rapidez divisando aquel lugar tan asquerosamente poco familiar, era claramente la más fría habitación de hospital que existe.

-Por favor, ¿hay alguien?-Silencio, entristecedor.-¿Hola?-Lorena, deja de intentarlo, que nadie te escucha-dije para  mí misma.

Resoplé, una máquina, de mi altura aproximadamente, marcaba mis pulsaciones, era un ritmo bastante pausado, la gráfica era color verde, lo que quería decir que todo iba bien, que nada podía ocurrirme en esos instantes, de la aparatosa maquina salía un cable, que si lo recorrías con la mirada te conducía hasta mi abdomen, donde dos lapas molestas ardían pegadas a mí, extraño, en mis manos, en cada una de ellas, la verdad, bastante demacradas para una noche de inconsciencia, había clavadas dos agujas finas sujetas por tiritas de color carne, con poros totalmente antiestéticos, estaba enganchada a maquinas, me alimentaba de suero directamente inyectado en mis venas, esto me resultaba familiar, a mi hermano Sergio le hicieron lo mismo, cuando de la apendicitis se trataba, pero el tiempo que se necesitaba para una buena recuperación era mucho, y yo solo había estado una noche en urgencias… Solo una… 

Empecé a sudar y a agobiarme, comencé a revolver entre las sábanas blancas de la camilla, las descoloqué por completo, por fin encontré un botón rojo al que pulsé varias veces, no lo entiendo, pero las lágrimas recorrían mi rostro dejando un rastro de amargura, quizá por la simple razón de que odio los hospitales, o porque el hecho de estar enganchada a una maquina que no sea el ordenador me provoca mal estar, o porque quería saber cómo estaba Álex, sí, Álex.

La puerta se abrió con rapidez, un hombre caído en la edad de la madurez, con canosas melenas, pero abundantes, envuelto en una bata blanca y acompañado por una exquisita rubia de verdes ropas, dignas de una enfermera en prácticas, me miró, yo resoplaba por la boca con cara de idiota, tragaba agria saliva mientras ellos miraban sorprendidos, el doctor apuntaba en su libreta con orgullo, la enfermera se acercó a mi impactada, con una medio sonrisa bastante sincera en la cara, yo la miraba con frecuencia, con miedo y sin apenas paciencia.

-Es casi un milagro.-Apretó sus dedos índice y corazón en mi muñeca

-Chss.-Aullé dolorida, ya que tenía una puta aguja metida.

-Tranquila.-Por la expresión de su cara parecía que todo iba bien, todavía me miraba sorprendida.-No puedo creer que tus grandes ojos estén abiertos, pequeña. <<¿Pequeña?, imbécil, tengo 16 años, y seguro que con más cerebro que tú>>

-Já.-Elevé mis labios en una media luna, mostrando una sonrisa.-Ni que hubiera estado muerta.

Se alejó de mi camilla hacia la puerta.

-Pues casi.-Salió y dio un pequeño portazo a su ida, anunció que ya podían pasar las visitas, sus zapatillas de plástico chirriaban con el suelo, pero… Espera, ¿cómo que casi?, que casi estuve muerta, empecé a preocuparme, sudaba, mis ojos enrojecían por momentos, necesitaba el aire, me faltaba, parecía que entre esas cuatro paredes no había una puta bocanada de aire, volvió a abrirse la puerta.

-Lorena…-Los ojos de la flacucha Natalia enrojecieron, corrió eufórica hacia la camilla y se tiro encima mía, yo le aparté.-Madre mía, estas, tan…

-Fea, dilo.

-No… Yo diría que cambiada.

“¿Cambiada?” Pensé, pero si ella era la que más cambiada estaba, solo había pasado unas semanas desde que no la veía, ya no llevaba su habitual ralla al medio en el pelo, llevaba el flequillo de lado, tenía que darme la marca de su champú porque el pelo le había crecido de una forma casi inhumana. Si mi intuición no fallaba su talla de sujetador ya no era la 90, sino la 100… Parecía más madura y algo más alta y esbelta…

-¿Lorena?-Seguía mirándola sin prestarle atención, ella encogió los hombros y sacó un móvil grande, como el tamaño de una tablet pero no tan grande. Cosa que no había visto nunca antes.

-¿Desde cuándo tienes ese móvil? ¿No tenías el Huawei Ascend P6? 

-Pufff.-Levantó la mano y la movió en círculos.-Tengo este  móvil desde hace un montón.-Lo guardó de nuevo.-Estas despierta, no me lo puedo creer, te he echado tanto de menos.

-¿Y Álex?-Natalia me miró fijamente, su mirada era fría como el hielo, podría destruir cualquier cosa.

-Pues no lo sé Lorena, hace mucho que no sabemos de él… ¡Mira lo que te ha comprado Lucía!

-¿Lucía?-Me senté en la camilla y miré como Natalia buscaba entre las infinitas cestas que había encima de la mesa, algunas llevaban fruta, otras peluches de distintos animales, otras un surtido de bombones y pastas con deliciosas apariencias, al fin la pequeña rubia con mini tacones sacó una foto en la que salían tres personas, se acercó más a mí y la posó en mis piernas, yo la cogí, con cuidado para no romperla, de aquellos tres solo reconocí a uno de ellos, mi hermano Sergio, la verdad, es que me costó asociarle, porque, estaba tan cambiado, parecía que al menos un año había pasado por su impoluto rostro de porrero alocado, rebelde sin causa o hermano pelmazo, volteé la foto, por detrás, con una horrible caligrafía se encontraba escrito en doradas letras.

“Princesa, recupérate”

-Natalia, ¿quien es esta chica?

-Lucía, La novia de tu hermano…

-¿Y el niño?-Señalé al pequeño bebé que se encontraba apoyado en una especie de colchón, el que, curiosamente, guardaba gran parecido con mi hermano.

-Pues… Es Víctor.-Una larga pausa-Tu sobrino.

-¡¿Qué?!...-Me petrifiqué, como si el basilisco de Harry Potter me hubiera mirado-Mi hermano tiene 18 años Natalia.

-No… Tu hermano tiene 19…

Mi corazón empezó a acelerarse, empecé a asociar todo en un segundo, porque yo estaba tan horrible, porque Natalia estaba mucho más guapa y cambiada, porque mi hermano tenía un hijo, porque…

-Qué día es hoy…

-21 de Junio de 2014, hoy hace exactamente un año.

Un año en el que caíste en coma.

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