5. Un rival

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Durante varios días, Will me estuvo preparando para el torneo de ajedrez. Venía cada día a tocar el violín y a enseñarme trucos y estrategias. Pero sobre todo, cómo debía prever los movimientos del contrario para bloquear sus movimientos. Cada vez le ganaba más a menudo. Aunque no lograba ganarle más del 50% de partidas. El maestro seguía siendo el maestro. Además, no podía ganarle utilizando sus propias estrategias, debía ocurrírseme alguna propia para que nadie pudiera verla venir.

Cada vez que tocaba el violín, las palabras de la canción venían a mi mente difusas, pero no lograba distinguirlas. Will no me presionó, pues ya tenía la esperanza de que recordaría, si pasó una vez, volvería a pasar. Yo también quería recordar, sin embargo, su melodía ya no me inspiraba como la primera vez. Quizá él no tocaba solo por gusto, sino con el objetivo de hacerme recordar. Pero no le dije nada sobre eso. Al menos le reconfortaba mi progreso en ajedrez.

Después de practicar con él, iba a casa de Sara para "ayudarla" a practicar para el torneo. Tuve cuidado de no usar los trucos que me enseñó Will, sino que lo hice a mi manera, ya que así no le revelaba la forma de ganar. Eso no estaba entre mis intereses. A mí no me importaba perder contra ella, quería ver sus estrategias hasta el final y así aprender de ellas. Después las usaba contra Will y también él las aprendía. Estaba aprendiendo de los mejores. Se notaba que eran los mejores. Sus jugadas eran impresionantes. Yo creía que era buena, pero ellos lo eran mucho más.

Llegó el día del torneo de ajedrez. Me encontré con ellos en el tren. Vi que se miraban con frialdad, como unos rivales. Me extrañaba que Sara le mirara así si le gustaba. Al verme, cambiaron las expresiones de sus rostros. Will esbozó una sonrisa maliciosa, viendo que no me había escaqueado y seguiría con su plan. Sara se serenó y me hizo sentarme a su lado. Will estaba en el asiento de delante. El único asiento libre era el de la derecha de Will, que fue ocupado por un chico que no conocía, pero tenía gafas y parecía inteligente. Se le veía confiado.

- ¿Vas al torneo de ajedrez?- preguntó Sara, curiosa.

- Así es.

- Nosotros también- dijo alegre.

- Deberíais bajar del tren, vais en vano, yo ganaré. Ahorraos el viaje.

Esa actitud arrogante nos alteró a los tres. Will se limitó a reírse de sus palabras.

- Si pierdes te daré una bofetada- le dijo.

- Haz lo que te plazca, me trae sin cuidado, ya que ganaré. Y cuando gane, vas a besar mis zapatos- contestó el chico.

Will apretó los puños, conteniéndose, pensando probablemente que ya se desahogaría más tarde con él.

- Yo que tú me retiraba de la apuesta- le advertí-. No quiero verte con las gafas rotas.

- Me halaga que te preocupes por mí, bella señorita. ¿Acaso quieres entrar en la apuesta? Si gano... Quiero decir, cuando gane, me concederás una cita.

- Muy bien, pero si pierdes me deberás un favor. El que sea, cuando sea- contesté, mirando la marca de su chaqueta. Era un rico mimado, seguro.

- No puedo esperar a jugar- sonrió.

Will nos miraba de reojo. El chico le irritaba enormemente. Sara no quiso ser menos, y probó suerte.

- Yo también quiero apostar contigo.

El chico la miró y se quedó serio.

- No me interesa apostar nada contigo.

Ella se sintió ofendida y miró por la ventana, pensando en derrotarle para que Will le pegara. Durante un rato, hubo silencio. Era algo incómodo, Will y Sara miraban por la ventana, el chico me miraba a mí y yo miraba a todas partes, sin saber qué hacer. Finalmente, decidí romper el silencio.

- ¿Cómo te llamas?- pregunté al chico.

- Carl Cat.

Se me escapó una risilla. Su nombre me parecía muy gracioso, tanto por cómo sonaba como por el significado de su apellido.

- Debió ser Tom Cat- bromeé.

Sin embargo, nada más oír su nombre, Sara y Will giraron bruscamente sus cabezas hacia él, sorprendidos. ¿Era un famoso y yo no lo sabía? Pregunté a Sara en voz baja de qué le conocía y ella se quedó atónita al ver que yo era totalmente ajena a la situación.

- Es el campeón nacional de ajedrez del año pasado, además del heredero de la compañía de viajes más conocida del país- me contestó lo bastante alto como para que se enterara medio vagón.

De pronto, todos nos miraron. Tuve un mal presentimiento. Carl tenía una sonrisa arrogante. Se lo tenía muy creído, pero esa sonrisa no le duraría, ya que pronto nos vimos rodeados de pasajeros que querían hablar con él, mientras otros nos hacían preguntas al resto sobre qué relación teníamos con él, pensando que quizá también éramos ricos.

- ¿Tenéis ofertas para familia numerosa?

- ¡Podrás comer en mi restaurante por un mes si me consigues un billete ida y vuelta a Hawaii con hotel incluido!

- ¿Tus padres contratan señoras de la limpieza? Te daré mi dirección...

- ¿Sois sus amigos? ¿A qué se dedican vuestros padres?

- ¡Te pareces mucho a la hija de una famosa!

Esas y muchas otras preguntas y comentarios que no distinguí por el alboroto que se montó. Me estaba mareando. El que peor lo estaba pasando era Carl, giraba su cabeza en todas las direcciones según la procedencia de las preguntas. Intentaba contestar, pero no pudo mantener el ritmo y finalmente, estalló. Dio un grito que se oyó en todo el tren. Se hizo un silencio sepulcral. Incluso Will estaba atónito por su reacción.

- ¡Basta!- gritó de nuevo, llevándose las manos a la cabeza.

Antes de que se volviera a producirse un alboroto, improvisé lo primero que se me ocurrió:

- Mi amiga estaba bromeando, como se llama igual que el hijo de Samuel Cat... Disculpen las molestias, les agradeceríamos que le dejen un poco de espacio a mi amigo, padece de asma.

Todos volvieron a sus asientos, algunos comprendieron la situación, aunque otros estaban algo alterados por su reacción. Will me miró y asintió, dándome a entender que lo había hecho bien. Sara suspiró aliviada, relajándose, mientras Carl permanecía inmóvil, mirando al suelo y con los ojos casi saliendo de las órbitas. Me compadecí de él. El chico arrogante cuando se agobiaba parecía un niño indefenso. En realidad, cuando uno es fuerte por dentro, no necesita mostrarlo por fuera. Pero ese no era su caso.

- Carl, vamos a tomar un poco de aire, ¿sí?

Le llevé al final del vagón y salimos al pequeño espacio exterior rodeado por una valla. El viento que producía la velocidad del tren hizo que se me soltara el cabello, que estaba recogido en un moño alto. Agarré la cinta antes de que se alejara volando. Al regresar tendría que volver a arreglarme. Carl me miró embelesado, contemplando cómo mi pelo ondeaba con el viento. No quería que empezara a sentir algo por mí, ya que a mí no me interesaba en absoluto alguien tan infantil como él, por lo que en cuanto recobró el color en sus mejillas y el brillo en los ojos decidí volver a mi asiento. Para mi sorpresa, al regresar, Will estaba acorralando a Sara contra su asiento, y ella estaba más tumbada que sentada, casi en el suelo. Sin embargo, no parecía ni mucho menos una escena romántica, sino más bien parecía que Sara había hecho enfadar a Will. Advertí a Sara de que era peligroso, pero no me escuchó. Como siguiera así, Will podía llegar a odiarla y a saber qué le haría.

- Por favor, Will, perdónala- le pedí con voz suave, acercándome pero deteniéndome a una distancia prudente de un metro-. Ha vuelto a decir algo indebido, ¿verdad?

Will se apartó de ella y se sentó. No dijo nada. Su forma de actuar siempre sería un misterio para mí. No perdía los nervios de una forma tan problemática como Carl, llamando la atención, pero era imprevisible y no se quedaba de brazos cruzados ante una ofensa. Era de sangre fría. Se notaba que todo lo que hacía, era consciente de ello. No "estallaba" como Carl. Me sorprendí a mí misma comparándoles y fijándome en esos detalles. El chico de sangre fría y el chico de sangre caliente. Uno perdía la paciencia, otro perdía el control. Definitivamente, el torneo de ajedrez sería muy interesante.

El deseo de un villano #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora