13. La trampa

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Después de comer, fui al baño y me miré al espejo. No pensaba tomarme en serio esa cita, pero desde luego necesitaba peinarme. Luego observé que la ropa del instituto tampoco era lo que llevaría normalmente para ir a algún sitio, por lo que opté por algo más cómodo pero también bonito. Me di cuenta de que me estaba arreglando para la cita e incluso me estaban entrando nervios. Se suponía que no me importaba ya Max... Al recordar lo ocurrido el anterior viernes, asomó en mi rostro una sonrisa acompañada de mejillas sonrojadas, cual sol al amanecer. Me convencí a mí misma que con ser guapo y amable ocultando un lado travieso no significaba que me tuviera que gustar...

Salí de casa un poco antes de lo previsto y al llegar al lugar acordado pude ver que aún no estaba ahí. Me giré para observar la ventana por la cual traté de escapar la anterior vez e iba recreando en mi mente lo sucedido. Entonces oí un crujido detrás de mí, a lo que me di la vuelta de inmediato para encontrarme rodeada de un grupo de chicos con cara de pocos amigos. Tragué saliva, asustada.

- Vas a venir con nosotros- dijo uno que parecía el cabecilla mandando a otros dos que me sujetaran.

Cada uno me sujetaba de un brazo. Vi una tontería intentar librarme, ya que solo lograría que fueran más agresivos, por lo que traté de mantener la calma y fingir que no me afectaba en absoluto.

- Si fuerais tan amables de explicarme qué tenéis contra mía...

- ¿Qué hacéis?- se oyó la voz de Max, que se acercaba corriendo.

- Gracias a ti, hemos encontrado a la chica que nos vio ese día. Ahora tomaremos medidas para que no cuente nada- contestó el cabecilla.

- ¿Gracias a mí? ¡No hice nada!

- No seas modesto, has sido muy astuto haciendo que confesara- le alababan.

- Ya entiendo todo- murmuré, decepcionada, mirando a Max-. Todo era una trampa.

- ¡No es lo que crees!

- ¿No intentaste hacer que confesara y se enteraran?- pregunté.

- Sí, pero...

- No quiero oirte más- concluí mientras me llevaban con ellos y Max se quedaba atrás, como si estuviera perdido ante la situación.

Mi corazón palpitaba temeroso, como si pronto se le fuera a privar de dicho movimiento. Sin embargo, mi cabeza no temía por eso, sino que sabía que había cosas peores, malos recuerdos que podían suponer un trauma de por vida. Tenía miedo, y este iba en aumento a medida que avanzábamos por las calles de un barrio de aspecto poco amigable y cuyos habitantes hacían honor a la mala fama de ese lugar. En una esquina divisé un borracho. En otro rincón, una disputa entre malhechores acababa en sangre. Hubiera preferido que me llevaran con los ojos tapados y no tener que presenciar todo aquello.

Finalmente, llegamos a una casa aparentemente abandonada que debía de ser la base secreta de la pandilla. Me ataron a una silla y se reunieron no muy lejos de mí, en la habitación contigua para decidir qué harían conmigo. Oí algunas cosas terroríficas. Miré por la ventana, que no tenía cristales ya, sino tan solo el hueco en la pared. Se veía la pared de la casa que estaba en posición paralela y algunas sombras detrás de una cortina que parecía haber sido testigo de una guerra entre varios países, pues estaba en un estado lamentable y se componía de telas mal cosidas de varios colores, recordándome a las banderas nacionales.

El cabecilla se adelantó y los demás iban detrás, curiosos por ver lo que haría, pues tras sus muchas propuestas, el cabecilla aún no parecía haber dado su consentimiento para ninguna de ellas. Quería decir muchas cosas, pero permanecí en silencio, esperándome a cualquier cosa. Para mi sorpresa, solo se quedó de pie delante de mí, con los brazos cruzados.

- ¿Le has contado a alguien lo que viste?

- Por supuesto que no. Ni sabía quiénes érais. Lo había olvidado por completo, hasta que Max me preguntó.

Pareció quedarse pensativo, quizá se estaba calmando un poco y dándose cuenta de que algunas propuestas para torturarme eran exageradas.

- Solo tengo una amiga y ella solo me tiene a mí, aunque quisiera contárselo a alguien no tendría a quién. Y a ella no le haría saber algo que la involucrara en un asunto peligroso. Nadie lo sabe y nadie lo sabrá. Además, yo solo os vi peleando, no sé ni quiénes sois, ni qué hacéis. ¿Qué iba a contar?- traté de hacerle entrar en razón.

- Pero no podemos confiar en ti así de fácil... Y no podemos arriesgarnos ahora que sabes más.

- Yo tengo secretos mucho más grandes que los vuestros, si vais a creer que me importais tanto como para contar algo teniendo ya mis propios asuntos...- solté sin pensar, deteniéndome al darme cuenta que había hablado demasiado.

El cabecilla parecía interesado. Oí murmullos entre los demás, que ya empezaban a imaginarse todo tipo de cosas.

- Está bien, hagamos un trato. Tú nos cuentas ese secreto tan grande y si veo que realmente vale tanto como dices, te dejaremos ir, así si cuentas algo tendremos un as bajo la manga y viceversa.

Entonces me di cuenta de que algo no cuadraba.

- Pero en realidad yo no sé nada de vosotros. Solo os vi peleando. No es un trato justo. Entonces yo solo debería mostraros dónde vivo y deciros que tengo un secreto, y con eso ya ambas partes saben lo mismo el uno del otro.

- No cuela, señorita. No saldrás hasta que me digas lo que quiero saber.

- Pero es un secreto tan grande que solo te lo puedo contar a ti, si lo oyen ellos también, perderás una oportunidad única de hacerte con algo muy valioso- le tenté.

- Está bien, dejadnos solos- les dijo a los demás.

Al contrario de lo que esperaba él, los otros no se movieron. Querían saber qué era eso tan importante. Sonreí, viendo la que se avecinaba. Empezaron a discutir entre ellos y a pelear. Un cuchillo cayó cerca de mí y lo cogí para cortar las cuerdas. En el caos que se había originado, aproveché para escapar. Corrí y corrí, pero esas calles eran un laberinto. No sabía hacia dónde me dirigía. Al mirar detrás de mí, me di cuenta de que ya se habían percatado de mi ausencia y no perdieron el tiempo en comenzar a buscarme. Volví a mirar al frente y me encontré con que estaba rodeada. Venían de frente y de atrás. Estaba acabada. El cabecilla parecía bastante molesto por mi jugada y se acercaba lentamente con una sonrisa maliciosa en el rostro. No sabía ya dónde meterme. Miré hacia todos los lados pero realmente no había escapatoria. En ese momento, se oyó una voz que venía de detrás de uno de los grupos.

- Dejadla.

Todos se giraron para ver quién osaba pronunciar esas palabras. Conocía esa voz y me sorprendí enormemente. Las piernas me temblaban y me dejé caer, rendida. Se colocó entre el cabecilla y yo. Ambos estaban mirándose cara a cara, enfrentados con la mirada. Yo miraba expectante, preguntándome qué iba a pasarme.

Nota del autor: ¿Quién será? ¿Qué intenciones tenía Max? ¿Se librará Sofia de esta? Votad y comentad.

El deseo de un villano #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora