Capitulo Once

43 8 4
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Sentados en la pequeña lancha de aquel hombre del embarcadero cada uno estaba metido dentro de sus propios pensamientos. Mientras Guan Yin pensaba en qué harían al llegar a Bi Fang, Milos recordaba con nostalgia cada frase que su madre le había dicho en la llamada. Durante esa conversación entre madre e hijo, a la china le fue imposible comportarse con decoro. Aunque Guan Yin se mostraba taciturna, mirando a otro lugar que no fuera a Milos hablando con Calíope, realmente estaba atenta a cada una de las cosas que salían de la boca de su amigo (igualmente dentro de esa lanchita, la privacidad era un lujo que no se podían dar). Milos le contaba a su madre el recorrido que habían hecho hasta llegar a donde estaban, el inconveniente en Sajá (en el momento en que Milos le contó a su progenitora que había matado a una niña, Guan Yin escuchó como se le quebraba la voz), y aquel hombre con chip que la conocía, pero nada sobre su pelea. La llamada terminó de manera completamente inoportuna, ya que la señal comenzó a fallar y la voz de Calíope comenzó a cortarse.

Así que ahí estaban los tres en silencio, encaminados hacia un destino desconocido, con un objetivo pero sin las herramientas para cumplirlo. Tan solo la tableta de Guan Yin funcionaba a medias en ese vasto río Ruso y sin el automóvil, usarla de la misma manera que antes ya no era una opción.

—¿Cuánto tiempo más puede aguantar el motor de la lancha? —le preguntó a Milos que estaba sentado justo al lado del motor, conduciendo a Hipernova.

—Le queda bastante aún. Me sorprende que funcione bien, teniendo en cuenta las condiciones en que está. —contestó Milos después de escuchar el sonido que emitía el motor durante unos segundos. Y era cierto, la lancha estaba en una condición deplorable; tenía telarañas en las esquinas de los asientos, moho cubriéndola casi por completo, la pintura que en un pasado debió haber sido de un celeste brillante ahora se estaba pelando y tan solo se podía ver aún el nombre Hipernova— Yo creo que unos 100 kilómetros más aguanta.

Guan Yin revisó el mapa en la tableta de grafeno, que ondaba entre ponerse rígida y volverse casi como papel.

—Más que suficiente. Podremos llegar a Helsinki en aproximadamente dos horas y tanto —confirmó la china, Milos simplemente se limitó a asentir. Helsinki era la capital de Finlandia, y aunque para llegar a las ruinas de lo que había sido la ciudad tendrían que caminar un largo tramo entre plantas y arboles, con carreteras agrietadas y encontrandose quien sabe qué por el camino.

El paisaje a los alrededores era hermoso y a la vez tétrico. El río y los árboles de los alrededores asombraban a Guan Yin, ya que, en realidad, en Jukopolis ver un árbol era casi un milagro y tampoco existían ríos como ese. Aunque en sus clases de geografía había conocido como era el globo terráqueo, nunca se habría imaginado que sería tan grande. Sin embargo, de vez en cuando, objetos extraños salían a la superficie. Llegaron a ver flotando un brazo cerca de la lancha que provocó a ambos jovenes una arcada y un escalofrío que les recorrió la espina dorsal de principio a fin. A veces, también veían cerca de la costa a algunas personas con chip, que los saludaban de lejos aunque no los conocieran, sonreían y a veces hasta aplaudían.

Kòngzhì (Control)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora