8

6.7K 413 139
                                    

Aparco el coche frente la entrada del edificio donde Paige vive. La lluvia cae torrencialmente sobre la ciudad, golpeando constantemente los cristales del coche. Ahora que el motor está apagado y los parabrisas no funcionan, lo único que podemos ver a través de las ventanas es un gran manto blanco de agua.

Apoyo la cabeza contra el asiento y suelto un suspiro. Miro a Tyler, que se ha quedado dormido con los auriculares puestos, y sonrío. En ese momento, la puerta trasera se abre y me sobresalto. Paige entra rápidamente en el coche, con el pelo y la ropa algo húmedos.

—¡Dios mío, cómo llueve! —exclama, cerrando el paraguas y colocándolo en sus pies. Se echa hacia delante, apoyando los codos en ambos asientos—. ¡Buenos días!

—Vaya, qué feliz se te ve hoy —sonrío, arrancando el motor—. Nada que ver con el día que hace.

Ella ríe. Cuando se coloca el cinturón, nos ponemos en marcha. Conduzco cuidadosamente por las calles de la ciudad, mientras mi amiga y yo hablamos sobre la fiesta de mañana. No he conseguido pareja, pero tampoco es algo que me afecte demasiado; iré con Paige. Suficiente para pasármelo bien.

Llegamos al instituto. El aparcamiento está repleto, ya que hoy todo el mundo ha prescindido de sus motos y bicicletas, pero encuentro un sitio cerca de la salida.

—Tyler, despierta —digo, dándole una pequeña bofetada en la mejilla. Él abre los ojos de golpe, sobresaltado. Suelta un gruñido y me fulmina con la mirada antes de abrir la puerta y salir al exterior.

Paige y yo nos dirigimos hacia la entrada bajo nuestros respectivos paraguas, aunque la verdad es que resulta una auténtica pérdida del tiempo; el viento arrastra la lluvia de un lado a otro, despeinándonos y mojándonos de los pies a la cabeza. Tengo agua en las botas y el pelo se me pega a las mejillas y a la frente.

Bienvenido seas, Otoño, pienso irónicamente.

El interior del instituto es un caos. La gente se agolpa en los pasillos, las voces se acumulan y apenas puedes moverte sin que te empujen o te pisen. El suelo está lleno de huellas de barro y el aire huele a sudor y humedad.

—Odio esto —comenta Paige, arrugando la nariz. Asiento.

El timbre suena y Paige y yo nos lanzamos una mirada de ánimo antes de dirigirnos cada una hacia nuestra clase.

—Buenos días, miss América —me saluda Harry, sonriendo. Unos hoyuelos aparecen en sus mejillas.

Respondo con un movimiento de mentón mientras dejo las cosas sobre la mesa y me deshago de mi chubasquero. Apenas me he sentado en la silla cuando noto unos golpes en el hombro. Harry se inclina hacia delante sobre su mesa hasta quedar a centímetros de mí.

—Bonito día, eh —comenta, colocándose bien el gorro que cubre sus rizos castaños.

Esbozo una media sonrisa y asiento.

—Esperemos que no se estropee la fiesta de mañana.

—¿Vas a ir? —pregunto, atándome bien los cordones de una de mis botas.

—No me van ese tipo de celebraciones. —Las comisuras de sus labios se elevan ligeramente—. ¿Y tú?

Me encojo de hombros y asiento. Él frunce el ceño casi imperceptiblemente y me lanza una extraña mirada.

—¿Qué? —digo, incómoda.

Se echa hacia atrás sobre su silla y sacude la cabeza, mientras cubre sus manos con las mangas del jersey.

La clase de Historia transcurre lentamente, como todos los días. El profesor se introduce en una larga y soporífera explicación sobre la guerra civil, a la que ni yo ni el resto de alumnos atendemos.

InsideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora