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Los alumnos ocupan sus lugares en las mesas de la cafetería, creando un coro de voces y risas incomprensibles por toda la sala. Paige me lanza varias miradas de soslayo mientras abre el precinto de su batido de fresa. Yo, sin embargo, me dedico a observar mi bandeja llena de comida como si se tratase de la cosa más interesante del mundo.

Escucho a mi amiga carraspear y alzo la vista para mirarla.

—¿Qué?

—¿Me vas a contar de una vez lo que te pasa? —pregunta. Suelto un suspiro y me inclino sobre la bandeja para coger un nugget de pollo. Le doy un mordisco y vuelvo a observar a mi amiga durante unos segundos.

—Erick me besó ayer —confieso.

—Pero... —los ojos de Paige se agrandan y sus labios esbozan una amplia sonrisa—. ¡Pero eso es genial!

Niego con la cabeza.

—Se dio cuenta de que no siento nada por él.

Paige frunce el ceño y me mira con confusión.

—Espera... ¿quieres decir que quedaste con él para romperle el corazón? —inquiere con sorpresa, alzando cada vez más el tono de voz conforme las palabras salen de su boca.

—No ayudas —resoplo, cruzándome de brazos. Ella sacude la cabeza.

—Lo siento —se disculpa—. Oye, no pasa nada, ¿de acuerdo? No es tu culpa que no sientas nada por él.

—Entonces, ¿por qué no me ha dirigido la mirada en toda la mañana? —pregunto, desviando los ojos hacia la mesa del final, donde Erick se encuentra junto al resto de sus amigos. Está ajeno a la conversación que todos mantienen, ocupado con su teléfono móvil.

—Porque los hombres se lo toman todo como algo personal. No saben razonar —sonríe, poniendo los ojos en blanco. Estira su brazo hacia mí y estrecha su mano con la mía para darme ánimos—. Tranquila, ya verás como mañana se le ha pasado el enfado.

Suelto un largo suspiro y asiento. Cojo la servilleta y limpio los rastros de aceite de mis dedos, mientras me obligo mí misma a centrar mis pensamientos en cualquier otro asunto.

—Mira quién viene por ahí —comenta Paige, en susurros. Dirijo la mirada hacia donde su dedo señala y veo a Harry viniendo hacia nuestra mesa, colocándose bien sus rizos. Frunzo los labios y tomo aire profundamente. Precisamente, Harry es la última persona con la que me apetece hablar en este preciso instante. Sin embargo, no tengo opción de huir, así que intento parecer ocupada con mi comida mientras se acerca a nosotras.

—Allison, necesito que vengas —dice nada más llegar, con el rostro serio y cansado, aunque en tono amable.

—¿Por qué? ¿Qué sucede?

—Esto... —Le lanza una mirada a Paige, como si intentase decidir si es apropiado decirlo delante de ella o no—. Hay alguien que quiere hablar con nosotros.

Frunzo el ceño, confusa, y asiento.

—¿Te importa...? —empiezo a decir, dirigiéndome a mi amiga. Ella hace un gesto con la mano restándole importancia al asunto y afirma con la cabeza. Le lanzo una mirada de ya te lo recompensaré y me levanto de mi silla, siguiendo a Harry fuera de la cafetería.

Recorremos el pasillo en silencio. No sé a dónde nos dirigimos, y estoy a punto de preguntarlo cuando nos detenemos en la puerta del final, la cual lleva al exterior. Harry la empuja y la mantiene abierta con la mano. Sacude la cabeza hacia un lado, indicándome que salga.

La nieve cruje bajo mis botas cuando la piso. Examino mi alrededor en busca de quienquiera que esté esperándonos, pero no veo a nadie. Me giro para mirar a Harry, pero pasa de largo a mi lado.

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