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Mi madre coloca cuidadosamente sobre mi pelo las flores que sostiene en su mano, concentrada. Frunzo el ceño cuando uno de los tallos de plástico se clava en mi cuero cabelludo y ella apenas vocaliza una disculpa, debido a la horquilla que sujeta entre los dientes.

—Mamá, voy a una fiesta, no a una boda —le recuerdo.

—Eso no quita que tengas que ir guapa —responde—. A ver si así conseguimos que te eches novio.

—No creo que el disfraz de novia muerta ayude demasiado.

Sonríe y me coloca la última horquilla.

—Listo. —Se aleja unos pasos para observar su obra de arte—. Estás preciosa.

—Estás horrible —comenta Tyler, entrando en la habitación disfrazado de zombie. Pongo los ojos en blanco y me levanto, dirigiéndome al espejo, mientras él entra en el baño.

El vestido me llega hasta los tobillos, aunque una rotura en la parte delantera deja al descubierto gran parte de mi pierna izquierda. En el comienzo del velo, mi madre ha colocado las flores, las cuales están comenzando a molestarme ligeramente. Por el maquillaje, he decidido prescindir del azul con el que Paige me aconsejaba cubrir mi cuerpo y únicamente he aclarado mi tono de piel con maquillaje, junto a unas sombras que surcan mis ojos.

—Toma. —Mi madre me tiende una barra de labios rosa—. Le darás un toque más chic.

Sonrío y lo cojo, pasándomelo por los labios. Los frunzo para distribuir bien la pintura y se lo devuelvo. Tyler sale del baño, ajustándose la lentilla de color blanco que se ha colocado en uno de sus iris. Lo observo con los ojos entrecerrados.

—Qué grima —digo, estremeciéndome.

—Voy a llevar a tu hermano a la fiesta y después iré directa a la cena de trabajo —me explica mi madre, colocándose la chaqueta y cogiendo el bolso—. ¿Te traerá Erick?

Me encojo de hombros.

—Supongo.

—Está bien. —Se inclina hacia mí y me da un beso en la frente—. Que te lo pases bien. Vamos, Tyler.

Mi madre sale de la habitación y mi hermano me lanza una última mirada cómplice. Sonrío, porque sé que se esconde tras ella; la chica que le gusta ha aceptado ir con él al baile, lo que supone un gran logro en su etapa puberal de adolescente.

Escucho la puerta cerrarse en la planta inferior mientras me retoco ligeramente el maquillaje frente al espejo. La lluvia cesó la noche anterior, pero la temperatura ha disminuido considerablemente, por lo que me dirijo al armario en busca de una chaqueta. Aunque está completamente fuera del arquetipo de novia, cojo una cazadora vaquera y me la coloco. Me río de mi propia imagen en el espejo y sacudo la cabeza; el día de mi boda, seré la novia más desastrosa que exista.

Mi móvil vibra sobre el colchón y la pantalla se enciende con un mensaje en ella.

                       Estoy frente a tu casa. Erick x.

Me apresuro a recoger todo y a buscar desesperadamente las llaves de casa. Las hallo finalmente bajo un cuaderno del escritorio, guardo el móvil y bajo las escaleras con la mayor rapidez que el vestido me permite. Me aseguro de que todas las luces están apagadas y salgo al exterior.

Distingo los faros encendidos del BMW de Erick y me acerco hasta él, comenzando a tiritar por el brusco cambio de temperatura. Cuando me introduzco en el interior del coche, me recibe un intenso olor a ambientador de limón y colonia masculina.

—Hola, Erick.

—Ally —sonríe él—. Estás guapísima.

—Permíteme que lo dude —río—. Tú también estás muy guapo disfrazado de... ¿Drácula?

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