~Capítulo 14~

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Dormí veinte minutos, sólo ese breve tiempo. Y luego, el despertador sonó de manera fatal. Un nuevo día en el hotel me espera, y a decir verdad, no encuentro las fuerzas suficientes para levantarme de la cama y enfrentar mi día laboral.

Y con todo el desgano, pongo los pies sobre el suelo frío y me dirijo al baño. Cuando me encuentro con mi mirada en el espejo, me siento mucho más fatal, con menos ganas de seguir mi día. 

Y con los ojos puestos en mi rostro cansado, me hago una coleta alta y no me molesto en ocultar mis ojeras, o en ponerme base para colorear lo apagada que me veo

¿Por qué me voy a ocultar detrás del maquillaje? Soy esto, y nada más que esto. Me cepillo los dientes, me lavo la cara, y luego de ponerme el uniforme, salgo del departamento.

En el viaje hacia el hotel, noto que varias miradas están puestas en mí ¿acaso es la primera vez que ven a una persona triste? Me siento exhibida, como si me tratara de un león enjaulado en un zoológico.

Llego al hotel, y las mismas miradas que vi en el bus, las veo aquí, plasmadas en los rostros de mis compañeras recepcionistas.

—Buenos días —digo, pero ninguna responde. Me dirijo a la sala de descanso porque llegué temprano como para empezar mi turno.

Cuando abro la puerta, me encuentro con la persona a la cual me quiero enfrentar menos que a esta horrible realidad.

Me quedo parada en el umbral de la puerta, mientras que Aiden se pone de pie de manera inmediata al verme. Lleva la misma mirada que las personas en el bus, y las recepcionistas. La misma maldita mirada que no quiero ver.

—Mackenzie... —se encamina hacia mi y tal movimiento me asusta, tanto que me doy la vuelta para huir de él — Mack, espera —coloca una de su mano sobre mi hombro, y la alejo de manera brusca. Suspira y lo miro.

—¿Qué?

No responde de inmediato, sino que me queda mirando fijamente. Cuando ruedo los ojos, vuelve a suspirar, y recién ahí es cuando habla:

—¿Cómo estás?

—Bien.

—¿Segura? Es que no... no te ves muy bien. Tal vez hubiese sido mejor que te quedarás en casa a descansar.

Me río.

—Vale, la próxima vez te consulto antes de hacer algo.

Pone los ojos en blanco, y mete las manos en los bolsillos del pantalón.

—¿Qué hice mal, Mackenzie? —suspiro de manera exagerada— Pregunto en serio ¿Hice algo mal para que estés enojada conmigo?

—Vaya, no pensé que eras tan narcisista. Tengo un mal día, eso es todo. No se tiene por qué tratar de ti.

Jeremy se presenta en la sala, interrumpiendo la respuesta de Aiden. Se sorprende al verme, tal vez pensaba que hoy también iba a estar en casa.

—¡Chimuelo! —y tras llamarme así, me abraza. Me quedo perpleja, e inmóvil — ¿Por qué no has respondido mis mensajes? ¡Me tenías preocupado! —me mira, y frunce el ceño— ¿Segura que te sientes bien como para estar aquí?

—¿Tú también? —me río.

—¿Yo qué?

—Nada, Jeremy. Sólo que para la próxima, si quiero hacer algo, lo consulto contigo y con Aiden.

Jeremy mira a Aiden, y ambos me miran a mi. Ninguno entiende qué me pasa, o por qué les hablo así. Pues mejor, no quiero que se líen con un problema como yo.

Tú, mi refugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora