Aiden yace junto a mí. Es de madrugada y duerme profundamente. Mientras que yo aún no he podido conciliar el sueño luego de haber tenido dos momentos de intimidad con él.
La sábana violeta cubre su cintura, dejando al descubierto su pecho que sube y baja ante su respiración tranquila. Sus párpados se mueven, y una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro. Una sonrisa que se contagia en mí al darme cuenta de que está soñando algo de su agrado.
Me levanto de la cama con cuidado para no despertarlo, y me pongo su camisa, oliendo su aroma, sintiendo su calor como si no llevara en el suelo un largo tiempo.
Aiden se mueve, se tumba boca abajo, pero no se despierta, sigue metido en su sueño. Cosa que agradezco, porque en estos momentos quiero estar sola para poder comprender lo que sucedió. Y cuánto más lo pienso, cuanto más sé que tengo que pensar en ello, una sonrisa se hace presente.
Me dirijo al baño, apoyo mis manos en el lavatorio y me observo en el espejo. Me toma unos segundos reconocer a la persona que me devuelve la mirada, porque tal parece que no soy yo.
Pero sí, soy esa persona con las mejillas coloradas, con sus ojos brillantes, y con una media sonrisa ante la serie de recuerdos de lo sucedido.
Cierro los ojos, y esos recuerdos se hacen presente en mi mente, y hasta se hacen presente en mi cuerpo, porque aún me parece sentir sus caricias, sus besos.
Si me concentro lo suficiente, literalmente aún me siento en la cama, debajo de él, encima de él, acariciándolo, besándolo, y él haciendo lo mismo conmigo.
Mi piel se eriza, y sonrío. Un cosquilleo me recorre de pies a cabeza, y vuelvo a sonreír. Y el pensar, el recordar, llega a mi intimidad. Parte que también reacciona.
Aiden supo como tratarme en todo momento, desde sus caricias iniciales, su juego provocativo, hasta el final, hasta mi clímax.
Y ahora que lo pienso, nunca había experimentado el orgasmo de la misma manera en que lo hice esta noche. Fue algo único, algo que quiero repetir, porque mi cuerpo y yo lo disfrutamos a un nivel donde las palabras no parecen suficientes para explicar.
Abro los ojos y me vuelvo a mirar al espejo. Esos recuerdos provocaron que mi rostro cambie por completo, es fácil notar el deseo y lo bien que la pasé con Aiden.
¿Puedo despertarlo para repetir lo mismo otras dos veces más?
Me río, y salgo del baño. Aiden sigue durmiendo en la misma posición. Me siento a su lado y lo miro dormir. Acaricio su espalda, su cabello, parte de su rostro, no con ánimos de despertarlo, sino de más bien tocarlo, como si aún no creyera posible lo que sucedió.
Me recuesto a su lado, y lo sigo observando. Quisiera sacarle una fotografía en estos momentos, porque está tan tranquilo, tan hermoso, tan lleno de paz, que el mundo debería considerarlo arte.
Sus ojos se abren, y me observan. Le toma un par de segundos despertarse con totalidad, y cuando lo hace me sonríe. No siento vergüenza al saber que me descubrió mirándolo mientras dormía.
—Hola —me dice.
—Hola tú.
Se despereza y observa la hora de su reloj de mano.
—¿No has dormido?
—No tengo sueño.
Me mira y ahora parece preocupado.
—¿Todo está bien? —me río— ¿Quieres que me vaya? ¿Quieres estar sola? Dime, Mack. Lo siento por quedarme dormido.
—Lo que quiero es que te calles —me mira— Con todo el respeto del mundo, por favor. No quiero que te vayas, quiero que te quedes conmigo todo el tiempo que quieras. Y no, por supuesto que no quiero estar sola. Oh, y no te disculpes por haberte dormido, no seas ridículo.
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Tú, mi refugio
RomanceA Mackenzie le rompieron el corazón. Las personas que menos esperaba, a quienes más amaba y consideraba su familia, fueron los causantes de su dolor. Su mejor amiga y su novio juntos. Desde ese entonces, Mackenzie se siente sola y devastada. Y al n...