Hace media hora salí de bañarme, y aún sigo envuelta en la toalla.
No es nada nuevo, porque cada vez que salgo de bañarme, me quedo de la misma forma viendo la televisión, revisando las redes sociales, leyendo o dibujando.
Pero esta vez no me encuentro haciendo nada de eso, no, sino que estoy frente al espejo mirándome. Y la realidad es que me gusta lo que veo.
Estoy descansando bien, por lo tanto, no tengo ojeras ni los ojos hundidos. Mis labios no están secos ni lastimados. Y mi rostro no luce cansado, sino que más bien relajado. No necesito maquillaje para cubrir nada, porque lo que veo me gusta. Se nota que estoy bien, y eso no es algo para ocultar.
Me sigo mirando, creo que nunca me detuve a mirarme tanto, y finalmente sonrío. Estoy bien, me siento bien, y me sonrío. Creo que no hay mejor sensación que sentir paz y tranquilidad después de una gran tormenta interna de emociones.
Y con la misma energía de aprobación que sentí al verme en el espejo, me cambio y salgo en dirección al hotel. Cuando tu día empieza siendo bueno, y te invade una energía positiva, no hay cosa alguna que te moleste. En algún otro momento me hubiera molestado el ruido molesto del claxon a causa del embotellamiento, pero hoy lo ignoro subiéndole el volumen a la música.
Llego al hotel, y saludo a mis compañeros con simpatía. Espero que ninguno haya sentido la necesidad de golpearme por eso, por tanta alegría.
Cuando entro a la sala de descanso, me encuentro con Jeremy desayunando. Y con tan sólo verlo, sonrío y creo que cual Guason.
—O tuviste sexo o estás drogada.
Me río.
—Tuve sexo, y no estoy drogada. Pero no es el sexo lo que me tiene así.
—¿Aiden es malo en la cama?
Me pregunta cuando me siento frente a él con mi yogurt con cereales.
—¿Qué? ¡No!
—De acuerdo, necesitaba saberlo. Soy curioso. Además tiene cara de ser una bestia.
—No voy a hablar de eso contigo.
—Pero tampoco lo negaste, así que debe serlo —me río— ¿A qué se debe el buen humor?
Sonrío y suspiro.
—A que me encuentro bien. Estoy bien, y así me siento, bien.
Jeremy me sonríe y eleva su mano derecha para que choque los cinco con él y lo hago.
—Y no sabes cuánto me alegra oír eso, en serio.
—Lo sé, así que aprovecho para agradecer tu amistad, Jery.
—No hay nada que agradecer, Chimuelo.
Volvemos a chocar los cinco y a sonreírnos.
—¿Qué me dices de Michelle?
Su suspiro y su forma de encogerse de hombros no me hace pensar de buena manera.
—No funcionó.
—Pero no entiendo, parecía que todo estaba bien entre ustedes.
—Pues sí, pero Michelle no superó al ex, y el tipo apareció para revolucionar todo.
—Oh...
Vuelve a encogerse de hombros.
—No pasa nada, estoy bien. Sólo que me dije a mi mismo unas mil veces, que no debía de gustarme por demás, por el simple hecho de que no había superado a su ex. Pero me dejé llevar, mucho —suspira y me mira a los ojos —¿Jodió? Pues sí, pero estoy bien.
ESTÁS LEYENDO
Tú, mi refugio
RomansaA Mackenzie le rompieron el corazón. Las personas que menos esperaba, a quienes más amaba y consideraba su familia, fueron los causantes de su dolor. Su mejor amiga y su novio juntos. Desde ese entonces, Mackenzie se siente sola y devastada. Y al n...