Capítulo 2.

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Recordé con una pícara sonrisa nuestra llegada a París.

Él había sido tan gentil, tan dulce, las calles parisinas prácticamente me habían parecido sacadas de uno de mis mejores sueños. Nunca me soltaba al pasear, me llevaba a visitar todas y cada una de las maravillas de aquella hermosa ciudad, pero al volver al hotel todo cambiaba de una forma radical.

El mismo que se encargaba de recordarme cada hora lo preciosa que le parecía acompañado de algún que otro beso, hacía que las noches se convirtieran en largas y profundas dosis de pasión. Sus fans decían que era dulce como la miel y tremendamente adorable, pero lo cierto es que en la cama hacía que retumbase hasta el último centímetro de Europa.

Bordeaba con la mirada la silueta de una de las ciudades más majestuosas del mundo. Era conocida por multitud de nombres, la ciudad de la luz, la ciudad de la moda y el glamour, la ciudad de los sueños… nunca llegué a pensar que para mí se identificase con su nombre más típico. París, la ciudad del amor, con cientos de miles de historias y momentos especiales guardados bajo llave en cada rincón o cada esquina que se doblaba. El río Sena dividía sus calles organizadas de manera radiocéntrica que hacían parecer que el mundo llegaba a su fin a la vez que lo hacían las enormes casas idénticas cuyo tejado de pizarra le daban ese toque único y tan imposible de explicar a través de palabras.

Mis ojos se detuvieron en la esbelta figura de la torre Eiffel y mis labios se curvaron al preguntarme interiormente cuántas veces habría soñado de pequeña con poder presenciar la misma imagen que tenía delante en aquellos momentos.

Cerré los ojos inspirando profundamente el dulzor del aire parisino y escuché atentamente cada uno de los ruidos que se daban por las calles, el sonido del agua de la ducha se mezcló y volví a abrir los ojos sorprendida del tiempo que Justin podía aguantar bañándose sin arrugarse ni un poquito.

Removí un par de veces mi vaso de Martini y lo levanté dando un largo sorbo con el que terminé de apurarlo para poco después dejarlo sobre la piedra de la inmensa baranda.

Me crucé de brazos tratando de entrar en calor. No hacía demasiado frío pero el fino camisón de seda que Justin me había regalado días atrás hacía la misma función que si fuese desnuda, aunque era tan suave que era capaz de quedarme dormida en cuestión de segundos cuando me lo ponía para ir a la cama.

Mi corazón se paró por un instante y no pude evitar dar un pequeño salto cuando sus cálidas manos se cerraron sobre mi cintura sin previo aviso y su cara apareció desde atrás asomando por la curva de mi cuello.

- Me has asustado… 

- Bú… - susurró muy cerca del oído.

Su aliento en mi oreja no fue lo único que me estremeció en aquel momento, podía sentir al completo su erección desnuda contra mi trasero tan sólo cubierto con un poco de seda.

- ¿Estás desnudo? - Murmuré.

- ¿No llevas ropa interior? - Contraatacó él mordiendo mi piel bajo mi oreja lo cual provocó que mi vello se erizase.

De nuevo utilizaba esa increíble habilidad suya para derretirme con un par de movimientos, aún no sabía cómo lo conseguía, tampoco quería que dejase de hacerlo nunca.

Sus manos se deslizaron por mi vientre subiendo lentamente hasta moldear mis pechos endureciendo mis pezones a su paso.

- Comprarte este camisón ha sido una de las mejores inversiones que he hecho en toda mi vida.

- Si casi no me dura puesto cuando andas cerca, tigre…

Justin me miró dedicándome una sonrisa juguetona que cortó mi respiración por un instante y me giré quedando de frente a él apoyándome sobre la fría piedra de la baranda. Coloqué mis manos sobre su pecho mientras se acercaba y rehuí sus labios divertida hasta que no pude resistirlo más y fundí mi boca con la suya en un beso apasionado que provocó que mis piernas temblaran.

Inalcanzable {2ª temporada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora