Podría pasarme eternamente en esa misma posición. Me acurruqué aún más sobre su pecho, mi lugar favorito en todo el mundo, me envolvió entre sus brazos y cogió la mano que tenía sobre su tórax comenzando a jugar con mis dedos. Parece mentira que hayamos pasado casi toda la tarde en la cama, echaba de menos algo así, pero me fastidiaba que mañana tan sólo fuera a tener unas horas por la mañana temprano antes de irnos de Italia, casi no me había dado tiempo de caminar por las calles de Roma.
Pensé entonces en las fotos, en lo que podría encontrarme si en aquel momento decidiese abrir las redes sociales, era una mierda tener miedo de que gente que no conoces absolutamente de nada te fuera a juzgar por cualquier cosa, algo que no me entraba en la cabeza pero que a la vez resultaba de lo más obvio para todos los que me rodeaban. Sólo él comprende lo que pienso al respecto.
Moví la cabeza para poder darle un besito sobre la cruz que tenía tatuada justo en la mitad del pecho y él hundió sus dedos en mi pelo, dejé escapar un breve ronroneo que le hizo reír.
Estaba asustada, no voy a mentir, y sé que él también lo estaba y que lo único que le hacía seguir adelante era creer que yo no tenía miedo, pero la verdad es que lo tenía. ¿Cómo no intimidarse cuando cualquier fallo que cometas es considerado el mayor error de tu vida?
Traté de imaginarme en mi cabeza cómo sería cuando me metiese en el ojo del huracán para mandar a medio mundo a la mierda de forma sutil.
No, tengo que estar por encima de ellos.
Basta, cada vez me siento más confusa.
Exhalé un breve suspiro que tembló en mi garganta.
—¿Qué piensas? —preguntó entonces Justin por encima de mi cabeza en un tono bastante más grave de lo normal en él. Me estremecí cuando recorrió con las yemas de sus dedos el contorno del reciente tatuaje en mi nuca.
—En que necesitas unas vacaciones —mentí.
Lo cierto es que no tenía muy claro si las vacaciones la iba a disfrutar más él o yo, que ni si quiera estaba trabajando.
—Cuando terminemos en Gran Bretaña tenemos cuatro días libres, organizaré una escapada y nos iremos a algún sitio solos, sin que nadie se entere ni nos molesten —murmuraba besando mi frente.
La idea me hizo dar volteretas en mi interior de pura alegría.
—A algún sitio cálido— sugerí.
—Sé de un lugar perfecto. —Garantizó mientras seguía trazando la silueta de mi pequeño tatuaje.—Trasladarán a mi equipo a un lugar distinto y nosotros nos escabulliremos, pensarán que vamos con ellos, ¿nos teñimos el pelo?—bromeó.
La sonrisa amenazaba con partirme la cara en dos, apoyé ambos brazos sobre su pecho hundiendo mi barbilla sobre ellos para poder mirarle directamente a los ojos. Levanté mi brazos para hundir mis dedos en su cabello, echándoselo hacia atrás.
—Creo que antes de tocar tu hermoso pelo preferirías quedarte manco.
—Bueno, es que con teñir me refería a comprar pelucas, podría conseguir una rosa para ti —se burló arqueando una ceja y yo hundí mi rostro en él entre risas—¿Qué te apetece hacer ahora? Aún falta una hora hasta me tenga que ir.
Me incorporé sentándome en la cama y contemplando a mi chico, tenía el pelo completamente desordenado, su piel era increíblemente perfecta y en sus ojos había un brillo feroz que se había mantenido desde que pusimos un pie en la habitación. Suspiré interiormente, definitivamente me había tocado la lotería.
—Tengo una idea, enseguida vengo—dijo entonces saliendo de la cama y metiéndose en el vestidor donde había abandonado sus maletas.
Le miré intrigada por saber qué se traía entre manos y bajé de la cama buscando mi sujetador de encaje azul cielo con las braguitas a juego. Me senté sobre la cama semidesnuda y cruzada de brazos y torcí el gesto al ver que volvía con unos pantalones de pijama y unos bóxers que sobresalían por arriba.