Capítulo 19.

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Es cierto. 

No le quito la razón a aquel que diga ‘’no eres más que una cría’’.

Joder, me gustan las películas Disney, lloriquear por no haber obtenido algún capricho y ahogar las supuestas penas en un buen bote de helado de chocolate caramelizado, sin excluir que os escribo esto con una mano cubierta con una calcomanía de Phineas y Ferb. 

Es verdad que puedo parecer la chica más activa e interesante del mundo y al momento no parar de quejarme debido a mi aburrimiento. Admito que me paso la vida metiendo la pata, que siempre hablo más de lo debido y siempre me quedo demasiado corta de palabras, soy consciente de que ‘’no puedo ir por la vida con los cascos a tope porque no me entero de lo que pasa a mi alrededor’’.

Son tantas las veces que me han dicho todo lo que no soy capaz de hacer debido a mi forma de ser que he perdido la cuenta. He crecido aprendiendo que ‘’la nube en la que estoy metida’’ o ‘’los mundos de yupi’’ o como queráis llamarlo es tan sólo una etapa de la vida, y que cuando llegas a cierta edad simplemente bajas el volumen de los cascos y te dedicas a seguir los mismos pasos que tus padres, tus abuelos o cualquier modelo de persona cercana para llevar una vida con la que asegurarte un futuro estable en el que no vayas haciendo el imbécil y fastidiándolo todo.

Pero también estoy pasando por una etapa, la cual no sé si habréis atravesado ya vosotros o si estáis a punto de hacerlo o si aún os quedan años, en la que me voy dando cuenta de que soy yo la única que puede dirigir mi  vida, de que las decisiones que tome pueden llegar a influir más adelante, y hacerme feliz o hacer que me hunda en el mayor y más profundo sentimiento de arrepentimiento y culpabilidad. Me estoy dando cuenta de que los demás pueden controlar mis acciones, hasta tal punto que todo lo que hago es debido a algo externo a mi propio ser e incluso a mi propio querer.

Ahora más que nunca soy consciente de hasta qué punto tengo que ser fiel a mí misma y a mis principios. Lo admito, soy indecisa, necesito consejo continuamente, me he pasado la vida en una constante incertidumbre acerca de cuál vestido escoger, siempre he terminado por llevarme ambos y poco a poco me estoy dando cuenta de que llegará un día en el que no podré usar esta estrategia.

‘’Estás en edad de comerte al mundo’’ me dicen los más mayores. Por lo que veo desde mis propios ojos, en parte es cierto, es la juventud al fin y al cabo, todavía queda toda una vida por delante… pero llena de decisiones. Y lo que yo querría saber si es posible es… ¿qué pasa si al final es el mundo el que termina por comerme a mí?





¿Por qué demonios me daba tanta vergüenza?

Me miraba los pies como una estúpida al andar sosteniendo una única bolsa de la compra mientras Tyler me ayudaba a transportar las otras dos más las suyas. Había cambiado muchísimo y casi no se parecía al chico mayor e inaccesible al que conocí años atrás, aunque sí que seguía dentro de mí aquellos nervios sin sentido cuando le tenía cerca. Tal vez fuera cosa de mi subconsciente, que aún me recordaba mirándole desde el punto de vista de una cría de catorce años.

—Es, por decirlo de alguna forma, mi manera de evadirme, el surf me hace despegar los pies de la tierra, metafóricamente hablando claro —me decía en una suave risa —creo que desde que lo probé por primera vez no habido un solo día en el que no haya pensado en surf, ha pasado a ser tan importante para mí que con sólo recordarlo me acuerdo de cada imagen, de cada movimiento, de la luz, de la temperatura del agua… hay una sensación muy extraña que tienes cuando estas sobre la tabla de que no controlas en absoluto nada de lo que está ocurriendo, y de que todo lo que te rodea es mucho más grande que tú pero… que a la vez es muy hermoso y se convierte ya en una necesidad que te envuelve, es… algo que ha cambiado mi vida en un giro de ciento ochenta grados, y pienso que todo el mundo debería probar esa forma de vida, por eso decidí dar clases en la costa de oro en Australia.

Inalcanzable {2ª temporada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora