Cuarenta y seis.
Comenzaba a sentir un ligero tembleque en ambos brazos, pero ese era el menor de mis problemas.
Cuarenta y siete.
La mandíbula me dolía a rabiar de tensarla, pero no podía evitarlo.
Cuarenta y ocho.
—¡Aaaaagh!
La rabia se estaba haciendo con el control de mi cuerpo, por mucho que me machacase no lograba sacármela de encima ni aunque fuese un poco, quería gritar, sentía la enorme necesidad de pegarle, y seguir pegándole, darle muy fuerte hasta que no pudiera sentir mis propios puños…
Cuarenta y nueve.
La veía a ella expuesta, me veía a mí sonriendo, ambos totalmente inconscientes de lo que hacíamos realmente.
Cincuenta.
Mierda, jamás había odiado tanto como en aquel instante, sentía como si hubieran abusado de ella delante de mis narices…
Cincuenta y uno.
Una lágrima de rabia brotó desde el rabillo de mi ojo y pude sentirla descender por mi sien hasta que se perdió en el nacimiento de mi pelo.
‘’Rompe con ella’’
Cincuenta y dos.
‘’Justin soy yo, ¿por qué no respondes? me estoy preocupando, por favor, llama en cuanto tengas un minuto libre’’
El recuerdo de ver mi teléfono sonando por quinta vez aquella noche mostrándome su foto trajo consigo el dolor de la impotencia.
Cincuenta y tres.
‘’Soy yo otra vez, mis amigos dicen que hace horas que terminó el concierto y te fuiste a tu habitación, necesito hablar contigo, por favor…’’
Mordí mi labio inferior con tanta fuerza que logré notar el sabor salado de mi propia sangre.
Cincuenta… y cuatro.
‘’¿Esto es por lo de Tyler? ¿estás enfadado conmigo? sea lo que sea vamos a hablarlo… prometimos que nunca nos haríamos esto, contacta conmigo Justin, no sé qué más hacer’’
Cincuenta… y ¡cinco!
—Vale, ya está bien, es suficiente, tienes que parar.
De pronto las enormes pesas se me escaparon de las manos, Patrick me las arrebató y sentí ambos brazos como si estuvieran hechos de gelatina.
Me incorporé con la respiración entrecortada y mi rostro cubierto de sudor y le miré tratando de disimular el fuerte mareo que tenía.
—Devuélvemela.
—Te vas a hacer daño.
—Patrick devuélveme la puta pesa o te juro que te vas a la calle.
Su expresión me hizo darme cuenta de que era la ira que sentía la que hablaba por mí. Apreté los párpados masajeándo mi frente y cogí aire.
—Lo siento, no lo decía en serio, es sólo que…
—Lo sé —me dijo sentándose en la camilla que había al lado de la mía —y sé que esta es la única forma de poder descargarte pero no merece la pena lastimarte, ¿qué es lo que te preocupa?
Desvié la trayectoria de mis ojos hacia el suelo sin disimular la dureza de mi expresión, llevaba dándole vueltas al asunto desde entonces, ni sobre el escenario había conseguido quitarme aquel horrible sentimiento de encima.