Alive. z.m.

Hurricane.

Prólogo.

No sé cuántas veces he visto la película dedicada a la injusticia que se cometió con Huracán Carter protagonizada por Denzel Washington, pero me gustaba verla porque me recordaba a mi padre al que escasamente veía debido a que él estaba en Londres y mamá y yo en Irlanda. La veía porque me recordaba que siempre puede haber solución por mi tarde que fuera, por muchos años que pasaran, siempre llegaría la solución. Nadie me comprendía, sólo pensaban que la veía por el mero hecho de que soy una chica de acción a la que siempre le han gustado los deportes de riesgo tanto como las películas de acción pero, al mismo tiempo, soy de las que tardan en arreglarse horas y horas, me gusta ir conjuntada y bien maquillada. Y aunque me gustaba salir de fiesta, yo conocía mi deber y, por eso, me sacaba buenas notas. Nadie me comprendía, nadie excepto mi padre.

Papá y yo solíamos hablar con frecuencia por el ordenador y mis vacaciones eran estar encerrado en un hotel de cualquier país del Caribe, África, o cualquiera de esos mientras mi padre y su equipo de reporteros filmaban lo que quiera que filmen. Papá sabía que mi madre había sido demasiado cruel con él al alejarme de él de esa manera, pero aun así nunca había soltado una sola mala palabra en contra de ella. Mi padre sabía lo rara que le resultaba al mundo una chica como yo, adicta a las películas de acción, deportes de riesgo pero que va a estudiar una carrera de letras como lo es Historia y con la especialización en Egiptología y en la Mitología en general. Él siempre me decía que mis cosas exóticas eran lo que le hacía quererme con locura y que pronto un chico sentiría lo mismo que él.

Lo cierto es que todo esto lo estaba pensando cuando estaba haciendo la maleta para irme a Londres a estudiar en Cambridge, viviría con mi padre - el tiempo que estuviera por casa -, volvería a pasear por las calles que algún día me vieron crecer y no lo haría sola. Mi mejor amigo me acompañaba en esta aventura. Se llamaba Niall, lo conocí cuando llegué a Irlanda y estaba llorando escondida entre los arbustos porque no quería estar allí. Él se sentó a mi lado y me ofreció un pañuelo para secarme las lágrimas... Es increíble como las grandes cosas llegan después de insignificantes gestos por parte de los demás.

No tenía miedo alguno, tan sólo es que papá no iba a estar en casa tanto como a mí me gustaría pero las cosas son así, él tiene un trabajo que le hace viajar mucho, a veces me lleva con él y otras no. Yo sencillamente había planeado de otra manera completamente distinta mi regreso a Londres, no sé por qué razón pero me dediqué a planearlo todo al detalle. Supuse que a papá le habrían dado algún programa en el que debía estar sentado en un sofá o una silla en medio de algún plató debatiendo la estrategia técnica de algún equipo de fútbol americano o europeo, supuse que llegaría entre las cinco y media y las siete y que yo le estaría preparando la cena para entonces. Supuse que mi vida sería completamente distinta a como lo era en Irlanda donde mi madre trabaja todo el día, ella vive sola en Dublín en un lujoso apartamento y yo con mis abuelos en una casa de campo en Mullingar. Lo planeé sin contar los posibles y numerosos fallos que mi plan tenía.

Terminé de hacer mi maleta y bajar las escaleras que me habían dado cobijo, buenos momentos y consuelo cuando llegué, recuerdo no querer bajar de ellas porque simplemente no me gustaba la idea de estar allí teniendo a mi vida entera, a mis amigos, a mi "marido" en la otra isla que forma parte de la pequeña Inglaterra. Quería volver pero mis padres estaban mal, muy mal, entre ellos y mi madre, una mujer extraña, le hizo daño a mi padre de la manera más cruel que pudo encontrar. Aunque nunca se lo dije, aunque siempre me lo callé y, a pesar de tener unas ganas de decírselo, siempre fingí estar bien con ella pero no estaba en posición de perdonarle que hubiera destrozado mi vida de esa manera. Nunca. Suena cruel, lo sé, pero, ¿qué hubieras hecho tú?