Scares.

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Scares.

Nicole.

Odiaba la jodida sensación que me producían los labios de Zayn, quiero decir, que esos labios conseguían elevar las cosas a los niveles más altos de la estratosfera, hacía que todo tuviera ése sentido ilógicamente desconocido y hacía que todo diera vueltas haciendo que mi estómago diera vueltas y más vueltas. Me negaba a decir que sentía mariposas en el estómago cada vez que sus labios entraban en contacto con los míos, pero sí era capaz de reconocer que lo que Zayn hacía conmigo – hasta la fecha – nadie lo había conseguido.

Nunca antes habían conseguido que me sonrojara con tanta facilidad y con tanta continuidad como lo hacía Zayn y eso era algo que me pesaba en el alma. No porque no quiera reconocer que eso especial que siempre ha existido al pensar en Zayn se hubiera intensificado con el paso de los encuentros que teníamos – esto era la total, completa y absoluta verdad – sino porque yo tenía a alguien más en mi vida al que quería mucho, muchísimo y hacerle esto con mi debilidad hecha carne y hueso me hacía sentir una perra regalada. Sentí mucho temor de llegar a casa y enfrentarme a Dan, pero esta vez haría las cosas diferentes, esta vez decidí callarme porque siempre es mejor prevenir que curar, y estaba dispuesta a ello.

Cuando llegué a casa indignada por lo que había pasado, miré a mi madre y con la mirada le eché la culpa de todo lo que me había pasado. Ella, por supuesto, que vino a saber qué había sucedido pero yo, como castigo le dije que no iba a conocer ni hasta el más mínimo detalle porque eso había sido una encerrona y de las gordas. Después de eso, cogí varias galletas y me subí a mi cuarto con Dan pisándome los talones mientras me pedía más de las deliciosas galletas caseras que mi abuela estaba haciendo.

Estaba en casa, sentada en el suelo de mi antigua habitación con la cabeza de Dan entre mis piernas, él estaba preguntándome por todos esos detalles que decoraban mi habitación, pero el que más trascendencia tuvo para él conocer era la foto que tenía con Buba. Era una foto que me hizo mi madre en sus años de fotógrafa antes de ser periodista de campo para la sección deportiva de los informativos del canal cinco. En la foto estaba en el césped tumbada bocabajo mirando a Buba sonriente mientras ella sacaba su lengua para alcanzarme la nariz.

La historia de Buba es muy tierna porque Buba es la primera mascota de la que me hice responsable. Veréis, había pasado un año desde que yo había llegado a parar al pueblo arrastrada por mi madre, Niall estaba en su lado de la escuela porque era una escuela segregada sexualmente a la hora de impartir las clases pero que en el recreo nos juntaban a todos. Su pupitre estaba a la altura que el mío y ambos estábamos en el lado de la ventana, se aseguró de que nadie nos miraba para poner su libreta pegada a ella, los edificios estaban lo suficientemente cerca como para poder leer lo que ponía, que era que a la salida nos iríamos juntos. Cuando llegó la hora de la salida, Niall y yo fuimos caminando por las aceras notando algo raro en el ambiente, hasta que pegué un chillido infantil cuando noté un hocico húmedo sobre mi mano, me giré y me encontré a un cachorro bastante desnutrido. Niall quiso dejarlo ahí para que se muriera de hambre, pero yo me agaché y le di lo que siempre me dejaba del almuerzo, por supuesto que Niall se quejó exigiendo que se lo diera a él que era mucho más importante que un cachorro que no podía tenerse en pie. Fulminé a Niall con la mirada y le dejé la comida al cachorro, pero cuando llegué a mi casa me di cuenta de que me había seguido a casa y, asustada corrí a decírselo a la abuela. Fui una inconsciente porque Buba se lo tomó como un juego y me siguió hasta el interior de la casa, y se puso a llorar porque quería más comida. Los abuelos me dijeron que no debía tener miedo de un cachorro y menos de uno tan precioso como ella, dejaron en mis manos la elección de quedárnosla o de llevarla a la protectora de animales. Tardé una semana en pensarlo y durante ese tiempo, Buba me hacía compañía mientras estudiaba y hacía deberes, me acostumbré a ella en tan poco tiempo que era demasiado obvio que no iba a dejar que se marchase y menos a un lugar donde no sabía cómo la iban a tratar. Así que, Buba formó parte de la familia.

Alive. z.m.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora