Nowhere.

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Nowhere.

Nicki.

Cuando abrí los ojos después de a saber cuánto tiempo con los ojos cerrados, no estaba en un lugar reconocido, lo que me dio a entender que estaba pasándome, que me habían secuestrado. Pensé en las posibilidades de por qué me podían haber secuestrado y una idea se convirtió en deseo… Podían haberme secuestrado para tocarle las narices a mi padre por alguna de sus misiones. Eso era lo que deseaba y lo que me repetía en mi fuero interno para desechar la idea de que estaba en manos de Icaboth y de su compinche, Dan.

Una parte de mí me repetía incesantemente que las cosas pasan por una razón y, quizás esa razón debía remontarse a aquella noche… Pero debía olvidarme de aquella noche porque, podía caber la posibilidad de que la gente que me tenía secuestrada fueran enemigos de mi padre y no alguien como Icaboth que me llevó a cometer la mayor locura de mi vida una noche de verano. Solté un suspiro porque yo misma me atormentaba con recuerdos por los que sabe Dios que merecía ser castigada pero no era momento de estar afligida, no. Era momento de buscar salidas a mis problemas y poder así salir de mi cautiverio de la mejor manera posible.

Contemplé mi situación, atada a una incómoda silla de pies y manos, en un lugar completamente lúgubre y oscuro a excepción de la luz que colgaba por encima de mi cabeza lo que hacía que yo misma ejerciera sombra sobre el único lugar en el que podía haber un ápice de luz. Después observé algún sitio en busca de una ventana y una ligera pero escandalosa idea surcó mi mente. ¿Y si arrastraba la silla hasta la oscuridad? Bueno, eso provocaría que, quien me tuviera secuestrada, viniera corriendo. ¿Qué podría suceder después? Pues si había sido lo suficientemente rápida como para ocultarme en la oscuridad, encendería o encenderían más luces que la que había por encima de mi cabeza pero si no lo había sido, no ocurriría nada nuevo salvo que conocería la identidad de mis captores.

Hice fuerza para no caerme al suelo mientras arrastraba la silla hacia atrás armando todo el escándalo que pude, aunque – claro está que – no lo produje de manera intencionada. Me alegré de ser rápida y quedarme en la oscuridad pero me pareció extraño que nadie hubiera llegado ya hasta donde estaba, ¿y si estaba sola? Pues mi plan había sido un fracaso absoluto. Pero entonces escuché el rumor de una conversación que se estaba acercando hasta mi posición, por lo que tiré más la silla hacia atrás para estar abrazada por la oscuridad.

—    Ahora me vas a decir que eso no lo has oído — Esa voz gruñona sólo podía pertenecer a una persona, con lo cual, mis esperanzas de que fuera una venganza contra mi padre se esfumaron igual de rápidas que llegaron a mi mente. — ¿Qué diablos estará haciendo? Ya te dije que la estabas infravalorando, Nicole es muy inteligente. Te lo dije y no me cansaré de repetírtelo…

—    ¿Quieres cerrar la puta boca? Debí haberlo imaginado… ¿Trajiste las cadenas? — Se me heló la sangre al escuchar su voz, su cínica voz, pronunciar la palabra cadenas. ¿Qué diablos harían con las cadenas? No lo sabía pero a medida que avanzaban los segundos y sus pasos se acercaban a mi posición el corazón me latía más y más rápido.

—    Las tengo en la otra sala — ¿Dónde mierda me tenían estos dos? Pero como todo estaba sumido en la más profunda oscuridad y en el más absoluto de los silencios no tenía indicios de dónde podía estar.

—    Ve y tráelas, y enciende la luz. — Su voz sonaba más cerca, lo que me indicaba que él sabía dónde estaba poniendo los pies, la sensación, era de que conocía perfectamente el lugar en el que estábamos.

Cuando se hizo la luz, parpadeé un par de veces para buscar la dichosa ventana pero no había nada de ventilación, solamente cientos de tuberías que iban desde el suelo hasta el techo por todas las paredes visibles ante mí. Entonces las manos de Icaboth, tiraron mi silla hacia su sitio original, su rostro quedó a la altura del mío mostrando lo furioso que estaba por lo que había logrado. Siempre, desde que nos conocimos por primera vez en el patio del colegio al que íbamos, me subestimó y yo siempre, siempre, siempre, estaba ahí para demostrarle que ser mujer no me hacía débil ni menos inteligente como él me quería hacer entender.

Alive. z.m.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora