III

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Cuando subí a mi departamento, el silencio me recibió con los brazos abiertos. Abajo no había nadie que perturbara mi momento, mi espacio.

Tomé el móvil para buscar un poco de música de piano en dueto con un precioso violín y le di reproducir con el volumen un poco alto, mis oídos necesitaban relajarse luego haber tenido un día bastante cansado.

No era una chica rebelde, mi rutina era bastante tranquila, se basaba en la siguiente lista: música, libros, café y tiempo para mí. Por el dinero no me preocupaba porque trabajaba en línea publicando artículos que me eran pagados y viviendo sola no necesitaba mucho para sobrevivir hasta que acabara mis estudios. Y tú, querido extraño, me atrevería a suponer que eras una mezcla entre rebeldía y tranquilidad.

"¡No era tu obligación! ¡No tenías por qué asistir a ese estúpido encuentro de empresarios corruptos!"

¿Es esa la voz del extraño? Tenía que ser él, nadie más captaba tanto mi atención como tú.

"¿Perdón? Yo vine a vivir solo porque necesitaba algo de serenidad, justamente todo lo que falta en casa"

Y lo que menos tengo desde tu llegada, pensé. ¿Con quién estarías hablando?

"Ni siquiera podía realizar mis proyectos porque medio mundo se quejaba que no hacía nada. ¡Estudio! ¿Qué no es eso lo que desea cualquier padre?"

Oh. Problemas.

"Por una mierda, mamá. Denle a mi hermano toda la empresa si quieren. A mí no me interesa. Tengo trabajo, hablamos luego"

Apagué el móvil, me sostuve del barandal en el balcón y miré hacia abajo. Quise preguntar si estabas bien pero entraste de nuevo al departamento porque escuché que cerraras las puertas de aquella vista tan maravillosa que el coraje ocultó en ti.

No te detesté por arruinar mi momento, entendía que no debía juzgarte tan pronto. Quizá mi mundo era demasiado perfecto en comparación con el tuyo.

En realidad, me preocupé por saber qué había detrás de una mirada tan dulce.

Aquel díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora