Al día siguiente te encontré recostado en el balcón mirando hacia el cielo mientras escuchabas música en inglés.
Tus ojos oscuros me miraron, sonreíste al instante y moviste la mano saludándome. Yo creo que intenté hacer lo mismo pero una manera mucho más absurda.
En mis adentros estaba muerta de risa. Eras un chico extraño que deseaba perderse entre las nubes, al menos eso era lo que mencionaste, además de miles de preguntas al aire.
¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
¿Qué estás estudiando?
¿Por qué te gustan tanto los libros?
¿Vives sola?
¿Siempre sales al balcón?
¿Cuál es tu flor favorita?
¿Tiraste la tierra solo para molestarme?Reí como nunca. Nunca supe si tus preguntas fueron lo que me causó gracia porque parecías un niño curioso o es que simplemente estaba nerviosa.
Fue una de las conversaciones más largas que he tenido desde que me mudé al edificio.
Te agradezco por hacerme feliz y mostrarme el otro lado de la vida.
Tu risa es contagiosa y... dulce.