XXIII

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Siempre lo supe.
Nunca debí abrir la puerta solo para verte ahí de pie con la mirada triste fija en mí.

No debí aferrarme a ti.
No debí acostumbrarme.
No debí darte un espacio en mi vida.
No debí corresponder el beso.
No debí reír contigo.
No debí confiar.

No debí y, sin embargo, lo hice.

Aquel díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora