Capítulo 4

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Kalliope

El instinto es el único que puede ayudarte en una situación extrema. Como estar cayendo en una fosa llena de cadáveres y ser salvada por tu peor enemigo.

La bruja me toma de la cintura para evitar que caiga de su escoba. La golpeo en la cara y doy patadas para que me suelte. Gustav va con otra bruja a unos metros de mí.

—si caes, todo será peor —me dice.

—¿Qué quieres? —le grito golpeando a la bruja otra vez. Esta gruñe, pero no se defiende de mí.

—ya te lo dije...

Se aleja justo cuando la bruja me toma de los brazos y guía su escoba hacia arriba. Avanzamos tan rápido que el paisaje comienza a desdibujarse, el viento azota mi cara con el sol calentando mi piel. Me quedo inmóvil, pensando en las lecciones de Kota.

Debo esperar mi oportunidad.

Las demás brujas viajan igual de rápido que nosotros, todo el aquelarre está aquí. Gustav parece no notar como algunas se ríen y pelean en pleno vuelo, una de ellas casi cae de la escoba por culpa de su compañera.

La bruja que me lleva sonríe en mi dirección dándome escalofríos. Hace un movimiento de muñeca y comenzamos a descender a una velocidad vertiginosa. Ahogo un grito y alzo una plegaria para no estrellarnos en el piso.

Esto es muy distinto a volar en los seguros brazos de Banyan. Mi corazón late con fuerza, la adrenalina corre por mis venas al ver el suelo acercarse cada vez más.

Cierro los ojos, la imagen de mi hermana viene a mi mente. Me paralizo. Siento mi poder fluir por mis venas, ansioso por salir sin control. Respiro profundamente cuando la bruja se detiene al fin y prácticamente me empuja para bajarme de su escoba.

Pierdo el equilibrio y caigo con fuerza en la arena. Mi poder se agita y me ahoga un poco. Veo a Gustav acercarse, abofetear a la bruja que me ha traído y ayudarme a ponerme de pie.

—bienvenida a la guarida —murmura.

Me sujeta del brazo y me lleva hasta la cima de una duna. La arena se arremolina a nuestro alrededor mientras subimos con dificultad. Mi cabeza duele como si la estuvieran presionando, a duras penas logro no electrocutar a nadie. Gustav parece no darse cuenta de mi agitación.

La cima de la duna se difumina un poco ante mis ojos antes de caer al suelo y volver en mi misma. Gustav me agarra antes que ruede por la arena, tomándome en sus brazos y mirándome directamente a los ojos.

—esa bruja va a tener su merecido —murmura, más para sí mismo que para mí. Sonríe —. Mi reina, solo mía.

Con la respiración agitada veo como estira la mano y toca el aire... bueno, parece el aire. Sus dedos parecen tocar alguna superficie inestable que se hunde a su contacto. Aprieta su agarre en mi cintura y salta hacia la pared invisible.

Cierro los ojos, esperando caer en algún lugar horrible. Gustav me suelta.

—bienvenida a tu nuevo hogar —me dice. Abro los ojos.

El salón de piedra clara y columnas de mármol rosado me deja sin aliento. Una escalera de caracol se haya al final de la estancia, con el fondo del desierto detrás ilustrado a través de una ventana.

—lleven a mi reina a sus aposentos y prepárenla para la ceremonia —ordena Gustav olvidando toda su caballerosidad.

Dos brujas me toman de los brazos y me llevan escaleras arriba. Intento debatirme, pero luego me rindo al notar lo inútil de mi actuar. Si escapo, me atraparan antes de dar dos pasos, tenga el entrenamiento que tenga.

Elegida de los cielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora