007

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—Ai laik Eight kom Skaikru —me presenté, nerviosa. La líder me miró de arriba a abajo. Dio una vuelta alrededor mío y yo no dejé de mirar al frente, sin perder mi compostura.

—Soy Anya —respondió ella, seria. Iba a tenderle mi mano como saludo pero recordé que ellos no tenían las mismas costumbres que nosotros. Aunque, realmente, nunca había hecho eso tampoco—. ¿Sabes por qué quiero que estés conmigo? —la miré y negué—. Porque sé que no eres del Cielo. Tienes algo especial. Perteneces a nosotros —tragué saliva silenciosamente—. Pero tendrás que demostrarnos tu fuerza y si eres digna de estar con nosotros —asentí.

Vino un hombre que era el doble de grande que yo, y me miró desafiante. No iba a negarlo; estaba nerviosa y me daba miedo el hombre. Supuse que la pelea no era a matar, pero aún así el miedo no se iría.

—Queremos guerreros. Demuéstranos que eres una.

Él atacó primero, y yo esquivé su espada.

Tenía que admitir que no lo estaba haciendo tan mal, pero como aún no usaba bien la espada él supo cómo hacer que la suelte. Así que tuve que usar mis manos. Con solo una patada en su mano hice que suelte su espada, por lo que la pelea siguió cuerpo a cuerpo. Todo me empezaba a doler pero no paraba, no iba a hacerlo hasta no ganar.

Me tiró al suelo y me dio un golpe, y cuando iba a volver a golpearme tomé su mano y la puse contra su espalda; ayudándome con su cuerpo me levanté y a él lo tiré al suelo, ignorando cada dolor que sentía.

—¡Suficiente! —gritó Anya. La miré asustada—. Duraste más de lo que creí.

—¿Eso es bueno? —pregunté.

—Eso es suficiente —asintió con su cabeza—. Bienvenida a Trikru —sonreí en agradecimiento.

Apoyé mis manos en mis rodillas para recuperar el aire que había perdido, y miré al hombre con el que había luchado.

—Eso estuvo bien, niña —me halagó, levantándose.

—Duraste más de lo que durabas conmigo —me dijo Lincoln. Le sonreí y lo abracé.

—Tienes la vida perdonada, Lincoln, pero a la chica me la quedo yo.

No podía negar que mi corazón dio un vuelco de desesperación por eso, no quería dejar a Lincoln por nada del mundo, pero si negarme a estar con Anya significaba su muerte, tendría que hacerlo.

—Vuelve mañana —me dijo Anya antes de irse.

Lincoln pasó un brazo por mis hombros.

—¿Qué significa eso?

—Otra prueba —asentí, comprendiendo—. Lo hiciste genial. Felicidades, Ocho. Vamos a la cueva que aún tienes que prepararte un poco más.

—Espera —Anya volvió a acercarse y señaló algo en el cielo—. Eso es una estrella fugaz. ¿Alguna vez viste una? —negué y sonreí.

—En mi lugar del Arca no tenía ni ventanas —dije, pero enseguida borré mi sonrisa. Iba demasiado rápido, y de la nada abrió unos paracaídas—. Anya —llamé, preocupada.

—¿Qué? —preguntó, mirándome seria.

—Eso no es una estrella fugaz. Eso es algo del Arca. Tengo que ir.

No se veía muy grande que digamos, así que supuse que sería una pequeña cápsula. Recordé que Abby, mientras experimentaba conmigo, me contaba para que servían, y, aunque yo no entendía nada, la escuchaba atentamente.

—No —negó Anya.

—Anya, si mandaron algo es porque creen que estamos vivos —expliqué—. Lo mejor es ir ahora para llegar primero, antes de que ellos puedan comunicarse con los de arriba. Creo que ambas estamos acuerdo en que no queremos que bajen más, ¿cierto?

The Powerful Criminal [The 100]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora