3. Italianos y corazones alterados

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Cuando Mimi llegó al trabajo al día siguiente, un poco más pronto de lo que tocaba, como siempre, dos de sus compañeros se le lanzaron encima.

-¿Cómo fue la cita?

-No hay señales de actividades realizadas después de la cena.

-¿Estás seguro de que no lo está escondiendo?

Amaia empezó a darle golpes en el hombro antes incluso de que dejara el bolso sobre su mesa. Mimi apartó su mano y se sentó en la silla con una sonrisa de oreja a oreja.

-Tiene novio ¿recordáis?

Amaia y Juan Antonio intercambiaron una mirada.

-Detalles sin importancia –dijeron a la par.

Era raro. Mimi le había enviado un mensaje a Agoney cuando había vuelto a su apartamento, y otro a Ricky justo antes de enviar un "adivinad quien está ganando el premio a mejor vecina con la cocinera más atractiva que vive al lado" al grupo de sus amigos, pero no se había parado a reflexionar de verdad sobre la noche anterior. No había sonreído como una idiota hasta ese momento, delante de dos personas que, en realidad, tampoco sabían muchas cosas sobre ella. Mimi ni siquiera preguntó cómo se había enterado Amaia de la cena –a veces a Juan Antonio se le daba bastante mal guardar un secreto (por suerte no tan mal como a Nerea). Pero era raro estar hablando de eso en el trabajo, no solía hacerlo. La mayoría de la información que compartía con sus compañeros era sobre lo indiscretos que eran sus vecinos y el ruido que hacían.

-Bua, es perfecta –Amaia se quedó embobada mirando la pantalla, donde Mimi había puesto la foto de Facebook que tenía Ana (donde salía con Mimo) para que dejaran de preguntarle cómo era. Por supuesto no se había atrevido a enviarle la petición de amistad, pero con una sola foto ya se podían hacer una buena idea. Juan Antonio se quedó sin palabras- Mira esos labios, seguro que besa genial.

-¿Cuánto mide?

-Un poco menos que yo –se encogió de hombros la rubia.

-Joder, ojalá ser así de guapa y tener ese cuerpazo.

Mimi no quería llevarle la contraria y decirle que ya lo era, pero no podía contarle que la primera cosa en la que se fijó al conocer a Amaia fue en su culo. A ver, ella estaba intentando coger algo del suelo y le fue imposible no quedarse mirando cuando llevaba esos pantalones que le quedaban tan bien. O quizá si podría decirlo, después de todo era Amaia, seguro que no le sorprendía ni se escandalizaba.

-Ahora, Mimi –dijo la castaña quitando los ojos de la fotografía de Ana- Quiero que me digas un fallo que tiene esa chica. Y no digas su novio.

Juan Antonio le dio un pequeño empujón y ella se lo devolvió antes de mirar a Mimi y esperar su respuesta.

-Supongo que no es muy considerada a la hora de no hacer ruido.

-No te quejarías de eso si fueras tú quien la hiciera gritar –contestó rápidamente la otra- yo tampoco me quejaría, vamos. ¿Qué más?

-Solo he cenado una vez con ella, no sé cada detalle de su vida –protestó la rubia. Empezaba a desear haber cortado la conversación mucho antes y así evitarse el interrogatorio.

-¿Cuándo vas a volver a verla? –preguntó Juan Antonio emocionado, como si fuera él quien iba a quedar con Ana. Le preocupaba mucho el interés de su compañero por emparejarla.

La andaluza sacó el móvil de su bolsillo y empezó a escribir un mensaje.

-Hoy.

-Mimi –Juan Antonio puso una mano sobre el hombro de la chica como si fuera a decirle algo muy importante- Aprovecha la oportunidad.

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