5. Conociendo a los amigos

5K 280 28
                                    


La semana siguiente fue una de las semanas creativas. Tenían un nuevo tema con el que tratar y eso siempre hacía que montones de ideas volaran por las cabezas de todos. Los primeros días siempre eran un desastre ya que todos ponían pequeñas notas con ideas y dejaban planes extraoficiales marcados en el calendario. Todo el mundo estaba feliz tras el día de estrés. Eran los mejores días para estar en la oficina.

Después de unos cuantos parpadeos y el uso irrefutable de la lógica, Mimi también había acabado con planes para el sábado. Unos a los que no les podía decir que no. Ana la había invitado a salir con todo su grupo ya que no iba a hacer nada con los compañeros de trabajo y no podía permitirse perderse esa oferta. La rubia no mencionó que sospechaba que había montado el plan a propósito.

En los pocos días que le quedaban hasta esa cena, Mimi hizo gala de la sofisticación que había adquirido desde que era periodista para olvidarse del pánico que le causaba la misma. Además no se lo comentó a nadie del trabajo, sabía lo pesados que se iban a poner Amaia y Juan Antonio si se llegaban a enterar. Por el ordenador la cosa fue diferente.

-¿Es demasiado? -le preguntó a la pantalla del ordenador mientras enseñaba el traje rojo que se había puesto (ya era el quinto modelo que se probaba cuando solo le quedaba una hora y media para salir).

-¿Desde cuándo te ha preocupado que sea demasiado?

-Ricky -protestó antes de lanzarse sobre la cama. Había decidido hacer una llamada por Skype en el momento que el pánico se adueñó de ella.

-¿Por qué te preocupas tanto por esto? -preguntó el chico, que era todo lo contrario a lo que la rubia quería escuchar. Lo miró mal y esperó a que dijera alguna otra cosa- Dijiste que no era una cita.

-Solo quiero que sus amigos tengan una buena impresión de mí -razonó antes de volver a levantarse e ir hacia su armario. Tanta ropa y tan poca capacidad de decisión. Era preocupante.

Incluso sin mirar la pantalla sabía que Ricky la estaba analizando al detalle. Nadie la conocía como ese hombre, y era muy raro que cualquiera de los dos pudiera guardarse algo y que el otro no se enterase. Mimi podía decir lo que quisiera, o intentar disimular todo lo posible, pero si alguien iba a ser capaz de ver a través de sus palabras, iba a ser él.

-Mimi.

La rubia lo miró casi suplicante. No quería tener que pasar por un interrogatorio, especialmente no con la paranoia de que cualquier cosa que dijera podía ser escuchada en el piso de al lado.

Ricky jugó con la manga de su sudadera. Parecía adorable con esa carita de cansado y recién salido de la ducha. Eso era lo que más le gustaba a Mimi, a pesar de ser una persona muy energética y sin filtros, tenía la faceta de bebé adorable. Era como un hermano mayor que siempre estaba ahí para ella.

-Me gusta ese último -dijo y Mimi suspiró.

-¿Por qué no lo habías dicho antes?

-Ey, gira la pantalla, venga.

Mimi hizo lo que el chico le pedía y giró el ordenador para que pudiera verla. Se tumbó sobre la cama y apoyó la cabeza sobre sus manos para tener una mejor visión. Solo había estado en su casa unas pocas veces, pero podía reconocer la estantería llena de discos de las Spice Girls que tenía en el piso que compartía con Raoul y Agoney. También había que ser muy valiente para compartir vivienda con esos dos que, en cuanto te descuidabas, habían desaparecido en alguna habitación.

-Se me olvidaba lo nerviosa que te pones a veces.

-No estoy nerviosa.

-Ya, claro –Ricky no sonaba muy convencido pero, por suerte, no intentó llevarle la contraria- Y dime ¿qué par de tus millones de zapatos te vas a poner?

ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora