19. Sorpresas

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El día en que Mimi por fin conoció al hermano de Ana fue un día maravilloso.

La noche anterior había sido lluviosa y, si no fuera por su capacidad de dormir sin importar el ruido que hubiese a su alrededor, la rubia no habría pegado ojo. Por suerte, para cuando se volvió a hacer de día la tormenta había parado y solo quedaba alguna que otra nube en el cielo, así que sus planes para esa noche seguían en pie.

Al volver de trabajar se cambió rápidamente y tardó aún menos en salir de su piso e ir a la puerta de Ana. Quien le abrió fue su hermano y estuvieron unos segundos parados mirándose sin decir nada, en una especie de silencio cómodo e incómodo a la vez. Lo cierto era que Ana la había invitado a ir a cenar la noche anterior con ella y con Joaquín para que se conocieran antes de la salida que tenían prevista para ese día, pero Mimi había pensado que después de tanto tiempo sin verse lo mejor sería que estuvieran los dos solos sin nadie que pudiera estorbar en ese reencuentro.

-Pasa, Ana todavía está arreglándose.

La rubia asintió y se sentó en el sofá junto a Joaquín mientras escuchaba como Ana parecía estar destrozando el baño -solo le sorprendía no escuchar ningún golpe o caída catastrófica porque, con lo torpe que era su novia, era muy posible que eso pasara. Aprovechó para conversar un poco con el chico mientras tanto y debía reconocer que, si ya estaba nerviosa por conocer a Joaquín antes, el hecho de que hacía poco hubiese acabado con la lengua de su hermana prácticamente en su tráquea no había ayudado a aliviar esos nervios, al contrario, habían ido a peor. Sin embargo Ana la había tranquilizado diciéndole que se iban a llevar genial porque su hermano era un encanto y tenía toda la razón, por suerte.

En cuanto Ana apareció, con un aspecto increíble, para variar, Mimi no pudo evitar sonreír al pensar que alguien así estaba interesada en ella. De verdad, tenía mucha suerte y no se iba a cansar de repetírselo a ella misma.

Lo primero que hizo Ana fue darle su móvil a Joaquín para que les sacara una foto. Por supuesto la petición de una foto se acabó convirtiendo en una sesión, porque o bien a Ana no le gustaba como había salido, o Mimi aparecía con los ojos cerrados –sí, era una mala costumbre que tenía- o cualquier excusa que se les pasara por la cabeza.

Por supuesto Ana después decidió que lo mejor era que se tomasen fotos los tres juntos y les recordó –tras oír las quejas conjuntas por la cantidad de veces que les había hecho posar- que esa noche iban a tener que aguantar todas las fotos que Mireya decidiese hacer.

Fue la propia Mireya la que pasó a buscarles para que fuesen las primeras personas en llegar al bar. Habían quedado los de siempre (y eso excluía a Jadel, gracias a dios) pero también había algunas caras nuevas que Ana presentó como compañeras del curso que estaba tomando.

Ya todo el mundo sabía que la relación de Ana y Mimi había cambiado y por fin habían ido un paso más allá, algo por lo que recibieron bastantes felicitaciones y, aunque trataron de aparentar que nada había cambiado, lo cierto era que debían medir bien la cantidad de afecto que iban a mostrar en público. No por nada en concreto, era simplemente que solían olvidarse del resto de gente cuando se centraban la una en la otra.

Por suerte a nadie del grupo le preocupaba en exceso si iban a pasarse la noche con las manos encima de la otra o no, lo único que querían era hacer el idiota esa noche y beber sin parar.

Obviamente, primero se tenían que comportar como personas decentes y sensatas y comer algo para no acabar vaciando su estómago una vez llegasen a la discoteca. Mimi pudo aprovechar el rato para escuchar a la banda –muy buena por cierto, si tenía tiempo, antes de irse se acercaría a hablar con ellos. De hecho, ya se había apuntado el nombre y les echaría un vistazo en cuanto pudiera- y también para soltar muchos de sus chistes malos, que siempre provocaban quejas del resto, aunque la rubia sabía que en el fondo realmente les gustaba que los dijera (o eso quería pensar).

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