9. Algarabía y desenfreno

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A Mimi le encantaba la música en directo. La atmosfera que se creaba era increíble, era fascinante ver a alguien sobre el escenario haciendo lo que siempre había querido hacer y además la adrenalina que emitían los músicos al ver que el público reaccionaba bien a algo propio era indescriptible. La magia podía ser solo un mito, pero la forma en la que la gente reaccionaba con la música solo se podía describir con esa palabra.

Era un jueves por la noche y la rubia estaba en uno de esos bares que le hacían agradecer su trabajo por permitirle ir a lugares así. Le pagaban por escuchar música todo el tiempo, algo de lo que estaba profundamente enamorada ¿qué más podía pedir? Pensándolo bien, mejor no responder eso.

Estaba sentada sola en una pequeña mesa, su vaso prácticamente vacío delante suya y su libreta a su lado junto a un bolígrafo. Esa noche había ido a ver algo de pop punk gracias a una banda que había encontrado por internet y le habían interesado de inmediato, no solo por como sonaban, sino también por el pelo del cantante, que era completamente verde y atado con trenzas. Seguro que era una apuesta arriesgada, pero el chico conseguía que funcionara a la perfección. Esperaba poder ver ese peinado esa noche.

Cuando por fin aparecieron en el escenario, Mimi quedó un poco decepcionada al notar la falta de trenzas de los integrantes, pero imaginaba que era lo más sensato. Con el pelo suelto parecían más estrellas de rock que con cualquier otro peinado, a pesar de que el lugar en el que iban a tocar estaba mucho más limpio que cualquiera en el que aparecieran grupos de rock.

El cantante, que se presentó como Rubén, le preguntó al público si se lo estaban pasando bien y el público no respondió con tanto entusiasmo como él seguramente esperaba, pero siguió adelante como si nada. Empezaron con una canción original que la rubia no había oído pero que sonaba bastante bien. Abrió su libreta para empezar a escribir y se sorprendió al mirar otra vez hacia el escenario y encontrarse a una persona justo delante de ella.

-¿Qué es eso de la libreta? –preguntó la chica sin sonar muy amistosa, lo que sorprendió a Mimi aún más.

-Soy periodista –contestó sin más, intentando fingir que miraba el escenario y no el abdomen que ese top dejaba al descubierto. No tenía ni idea de donde había salido esa chica, pero tampoco le preocupaba mucho.

-¿Saben los de la banda que estás aquí? –preguntó la otra.

-¿Por qué lo preguntas?

La joven puso una mano en su cintura y Mimi no pudo evitar bajar la mirada y dar un vistazo rápido.

-No puedes escribir sobre alguien sin su consentimiento.

-¿Quién dice que iba a escribir sobre ellos?

Ahí le había ganado. Parecía que ella también lo sabía así que se encogió de hombros aunque, que se sentara en la silla vacía que había en la mesa fue aún más extraño que todo lo que había hecho antes.

-Soy Sandra –se presentó.

-Mimi –asintió ella antes de dar un trago a la bebida, con la mirada de Sandra todo el rato sobre ella.

-Son bastante malos ¿sabes?

-¿Los has visto antes?

-Por desgracia –rodó los ojos- el bajista es mi hermano.

-Oh.

Eso explicaría por qué se había acercado a ella así, aunque en realidad no del todo.

Estuvieron sentadas en silencio durante las dos primeras canciones. Sandra desapareció con un rápido "ahora vuelvo" y unos minutos más tarde volvía a estar en la mesa cargada con un vaso para ella y otro para Mimi. La rubia le agradeció el gesto, todavía sin comprender las intenciones de la joven. Simplemente estaba disfrutando de la compañía, por más extraña que fuera.

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