21. Vuelta a la otra casa

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Con solo cinco días más por delante allí, Mimi quería aprovechar al máximo el tiempo. Había quedado con toda la gente a la que llevaba tanto tiempo sin ver y, aunque pensaba que dos semanas eran suficiente para ponerse al día con todos, al parecer no era tan fácil. Una semana más sería quizás lo ideal, pero por desgracia era imposible.

Por la tarde, mientras estaba acabando de arreglar unas cosas del trabajo, su madre apareció y se sentó en el sofá junto a ella.

- ¿Qué estás haciendo?

-Un poco de trabajo –sonrió Mimi como saludo antes de volver a centrarse en la pantalla- Respondiendo correos y esas cosas.

- ¿Y cómo va?

-Bien de momento.

Cogió su móvil para mirar si le había llegado algo, pero lo volvió a dejar cuando vio que en la pantalla no aparecía nada. Inma la miraba sonriendo.

-Has estado enganchada al móvil todo el tiempo –comentó como si nada.

-No es verdad –negó ella rápidamente, aunque la sonrisa culpable que había en su rostro la delataba. Igual sí que había estado mirando su móvil más que de normal, pero tenía cosas que atender. Correos, Ana... sí, principalmente Ana.

- ¿Cómo está ella?

-Muy bien. Hoy ha ido a ver a unas amigas del instituto y estaba bastante emocionada al respecto.

-Suena bien –comentó Inma mientras le acariciaba el pelo a su hija. Le había sorprendido el corte repentino de pelo que se había hecho, pero seguía quedándole genial, claro que con esa cara era normal que todo le quedase bien- Pareces muy feliz.

-Lo estoy –rio ella- Es una persona increíble. Tienes que conocerla. En persona, digo.

Inma asintió.

-Tienes que traerla a ver a tu abuelo algún día.

-Lo haré.

No había sido fácil al principio tener que irse, pero en cuanto se había acostumbrado todo había ido sobre ruedas. Mimi nunca se había arrepentido de verdad por haber aceptado el trabajo y tener que mudarse, ni siquiera cuando echaba de menos a su gente. Si no se hubiera arriesgado, no tendría lo que ahora tenía y sinceramente, resultaba que le gustaba mucho su vida en ese momento.

-Estoy muy orgullosa de ti –le aseguró su madre y ella sonrió antes de abrazarla.

-Este año han cambiado muchas cosas.

-Estás creciendo demasiado rápido.

-Por favor no empieces a llorar.

-No lo voy a hacer.

-Tú y Ana... tenéis la misma idea ¿no?

-¿A qué te refieres?

-Bueno, tu eres un poco más mayor que ella ¿Estás segura de que queréis las mismas cosas?

La sonrisa de Mimi empezó a desaparecer poco a poco. No esperaba que la conversación fuera por ahí. Nunca se le había ocurrido que preguntas como esa se aplicaran a su situación.

-No vamos a casarnos así porque sí, si es a lo que te refieres –respondió, un poco a la defensiva.

-No decía eso.

-Tampoco es tanta diferencia. Y además eso da igual, nos entendemos perfectamente.

-Es solo que... no quiero que te pase lo mismo.

-Ana no es así –dijo Mimi convencida- Entiendo a qué te refieres y es normal que lo pienses, pero no va a pasar. Ana es una buena persona. Nunca intentaría hacerle daño a nadie a propósito, así que no, no me va a hacer lo mismo.

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