6. Vergüenza

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El segundo miércoles de Abril Mimi hizo la peor cosa que jamás había hecho.

En su defensa había pensado al respecto antes pero siempre se había convencido de no hacerlo ya que en realidad no era algo que tuviera que hacer. Era inapropiado e innecesario y sabía que iba a pensar en eso la próxima vez que la viera y que seguramente tendría una señal gigante sobre su cabeza que diría exactamente qué era lo que había hecho. La tocaría con sus manos o ella se sentaría en su cama, justo en el sitio exacto y todo lo que ella sentiría sería vergüenza por haber hecho lo que no debería haber hecho.

Al parecer, tratar con sus hormonas alteradas era peor que toda esa culpabilidad.

Cuando Mimi estaba a punto de quedarse dormida la noche anterior, justo en ese momento tan placentero en el que aún se es consciente de los alrededores pero casi se está soñando, escuchó el ya familiar sonido de la madera golpeando la pared. Alargó el brazo y cogió sus cascos mientras pretendía que no podía escuchar a Ana con su novio justo al lado cuando ella llevaba más de tres meses sin nada.

Por mucho que consiguiera apagar el ruido e ignorar la imagen que habría al otro lado, inconscientemente una idea se plantó en sus sueños y, cuando se levantó ese miércoles, estaba demasiado interesada en ser ella quien estuviera al otro lado de la pared. Y no precisamente por el novio.

Le gustaba pensar que si no pudiera oír la ducha al otro lado y no tuviera la imagen en la cabeza no habría bajado la mano por su abdomen hasta alcanzar la zona que reclamaba su atención y no se habría masturbado como la amiga salida que era.

Sabía que eso era una excusa tonta y que no era para nada verdad.

Tras levantarse unos minutos después, entre lamentos y vergüenza, Mimi fue hacia la ducha sin dejar de repetirse lo mal que estaba hacer eso pensando en una amiga, sin importar lo preciosa que era ni lo perfecta que estaría sin ropa puesta.

También estaba segura de que iba a pasar el resto del día –y de su vida- sintiéndose culpable. Volver a mirar su móvil después de desayunar no ayudó tampoco.

Ana Hatha: Mimo está alterado hoy

Junto a ese mensaje le envió una imagen de su pierna con un arañazo gigante, su pantalón de pijama alzado para que se viera bien su pierna. Sí, Mimo estaba alterado, pero Mimi estaba igual, porque lo primero en lo que había pensado era que le gustaría estar entre esas piernas.

Realmente necesitaba relajarse.

Le contestó de la forma más casual posible e intentó concentrarse en algo más profesional. Ese día lejos de la oficina había organizado una entrevista con una chica llamada Beatriz. Habían quedado para comer en una cafetería del centro (sí, había tenido que buscar la dirección porque seguía sin saber moverse por Madrid).

Por lo menos sabía que la chica era buena. Al contrario que todas las maquetas que había recibido, la de Beatriz había llegado envuelta en papel de burbujas con la dirección pegada. El CD solo tenía una pegatina con su nombre y, el toque alternativo de las cinco canciones que había incluido, le hacía pensar que, aunque no consiguiera incluirla en el número de ese mes, seguro que la sacaría más adelante.

Se tomó su tiempo para arreglarse. Le gustaba ir presentable normalmente, pero ponía mayor empeño en su apariencia cuando estaba haciendo algo importante como era esa entrevista. Sin embargo, tampoco quería ir demasiado formal, por lo que se decidió por unos pantalones negros apretados, una blusa beige y una chaqueta oscura. Ya tenía el portátil y su libreta en la bolsa –que casualmente conjuntaba a la perfección con sus zapatos- así que, tras darse un último vistazo salió al pasillo.

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