Era viernes por la noche y Mimi estaba teniendo una intensa discusión sobre cereales por whatsapp. Concretamente sobre si había algún mal momento para tomar cereales. Todo parecía normal –si así era como se podía definir esa conversación tan estúpida- pero cuando respondió a los golpes que estaban dando a su puerta vio que quizá no iba a ser una noche tan tranquila como siempre.
Ana estaba aguantándose las lágrimas cuando la rubia abrió la puerta.
-¿Puedo entrar y sentarme contigo? –le preguntó intentando que su voz sonara como siempre.
-Por supuesto –asintió Mimi sin perderla de vista. La canaria entró y se quitó los tacones inmediatamente. Llevaba un vestido precioso, que sin duda debía ser para una cita, no para estar en el salón de su vecina. Todo le estaba dando muy mala espina, pero prefería no intentar hacer suposiciones y dejar que fuera ella quien se lo contase.
Mimi observó cómo se sentaba e intentaba hacerse una bola para esconderse de todo.
Se acercó al sofá y se dejó caer junto a ella antes de preguntarle lo más estúpido que podía preguntar en esa situación.
-¿Estás bien?
Ana asintió demasiado rápido y, unos instantes después, su labio inferior empezó a temblar y no pudo contener el llanto.
Dejó que Mimi la acercara y la envolviera en un abrazo. Ana apoyó la cabeza en el hombro de la rubia y la envolvió con sus propios brazos con la misma fuerza. Quería estar un rato así, sin tener que decir nada, solo dejándose abrazar por Mimi mientras dejaba caer las lágrimas contenidas.
La rubia no trató de hacer nada más. Sabía que preguntarle algo o pedirle que hablara sería inútil –estaba llorando demasiado como para hablar, y mucho menos como para decir algo coherente. Odiaba que estuviera así, sobre todo, porque se olía a raíz de quien podía haber acabado llorando de esa manera y, aunque quería ser una persona racional y dejar de lado todo lo que pensaba del impresentable de su novio, no podía evitar esos pensamientos que cruzaban por su cabeza.
Todavía tuvo que pasar un buen rato antes de que Ana consiguiera calmarse por completo. Intentó limpiarse la cara con el reverso de la mano cuando se apartó de ella. Tenía los ojos completamente rojos y el maquillaje hecho polvo, pero aun así seguía estando preciosa.
-Lo siento –murmuró, algo totalmente innecesario si le preguntaban a Mimi- Aitana estaba por ahí con Vicente y no quería arruinarle la noche. No sabía dónde ir.
-No pasa nada –le aseguró Mimi, apartando los mechones que caían sobre su cara- Siempre puedes venir aquí, lo sabes. Me encanta que vengas a hacerme compañía.
Ana asintió antes de volver a recostarse sobre ella.
-Hemos discutido –susurró, sin la necesidad de definir a quien más se estaba refiriendo. Las dos lo sabían perfectamente.
-¿Quieres hablar sobre eso? –le ofreció la otra. El casi imperceptible movimiento de la cabeza de Ana le dio la respuesta.
-Es solo que... puede ser... un gilipollas a veces –dijo ella, escondiendo la cabeza en su camiseta- No sé qué le pasa. Desde que...
Ana paró de golpe y Mimi solo podía adivinar cuál era el final de esa idea. Seguramente algo sobre ella, aunque esperaba que no fuese así. Solo porque le gustaría estar en el lugar de Jadel no significaba que quisiese meterse en medio y mucho menos hasta el punto de causarle problemas a su amiga. Lo único que quería era que Ana fuese feliz, no que estuviera llorando así.

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Cliché
FanfictionMimi vive al lado de la pareja que más ruido hace al follar y lo peor es que nunca ha visto la cara de ninguno de los dos, algo preocupante teniendo en cuenta que hace tres meses que su vecina se mudó ahí. De todas formas le da bastante igual quien...