Sentía que algo extraño se estaba desatando en el club, pero atestado como se encontraba de clientes apenas tenía un segundo para respirar entre trago y trago que servía, mucho menos para inquirirle a Samantha por aquello. Siendo un club de streap no era extraño que multitudes de hombres y en menor cantidad mujeres inundaran sus mesas al bajar el sol, no por nada Sammy tenía el club más famoso de toda la ciudad, y aunque muchas veces eran más mentiras que verdades las que se decían del Von Tease*, nuestros clientes tenían bien claro que era lo que pasaba puertas adentro.
Me había criado junto con Sammy desde que su familia se había mudado a la misma cuadra que la mía cuando ambas teníamos 7 años, y desde ese momento nos habíamos vuelto inseparables; nuestros padres, hijos de los mismos espíritus naturalistas y liberales (probablemente por demasiados porros en sus años hippies) no habían tardado en volverse amigos y criarnos prácticamente como hermanas, y yo verdaderamente así la sentía, aunque no podíamos ser más diferentes. Ella era una espectacular belleza pelirroja, de piel cremosa y piernas largas, a juego con labios sonrosados y ojos azules, toda estilizada y delicada, podría haber sido una bailarina de ballet si así lo hubiera querido; yo por mi parte, de familia en parte latina, era de menor estatura y tenía una figura mucho más rellena, tirando a lo thick, y aunque no había sido bendecida con la cintura pequeña y caderas anchas que muchos asocian a mi herencia, si tenía los grandes pechos y piel dorada, además de una cabellera chocolate bastante indomable y ojos a juego. A nuestra forma, éramos un yig y yang, y lo que no tenía una lo compensaba la otra. Hijas de tanta locura habíamos pasado nuestra adolescencia experimentando todo lo que podíamos, aunque siempre nos habíamos mantenido lejos de las drogas pesadas, pero no tanto del sexo; y producto de esta sexualidad ampliamente desarrollada, al terminar la universidad y con los pocos ahorros que habíamos conseguido, habíamos decidido abrir un sex shop, que poco después nos había dado la confianza y ganancias suficientes para abrir el stripclub, y a nuestros 25, ya estábamos comenzando a amasar una pequeña fortuna.
Si, se lo que pensarán, parecíamos un par de descarriadas locas, pero si había algo que mi experiencia en la vida y con los hombres me habían dado, era que las mujeres en general eran educadas de forma demasiado pobre con respecto a su sexualidad, sus cuerpos y su seguridad, y con esto en mente fue que ambas comenzamos a idear nuestros negocios. A mis tiernos 16, y en realidad mucho antes de lo que estaba preparada, perdí mi virginidad con uno de los chicos más calientes del instituto, y aunque en aquel momento yo había pensado que ese chico era una promesa de un orgasmo asegurado, me había encontrado con que no tenía la más mínima idea de lo que hacer para complacer a una chica, y para mi propia sorpresa a pesar de haber tenido unas cuantas charlas con mi madre sobre aquello, yo tampoco tenía demasiada idea de como sacar adelante aquellos momentos. La tienda representó para mi el lugar en el cual abrir el mundo sexual a las personas en un ambiente seguro y sin prejuicios, a diferencia de lo que a muchas mujeres les pasaba, el sexo no tenía porque ser de una misma forma siempre, ni todos tenían los mismos gustos, ni eras mejor o peor en la cama por llevar juguetes o accesorios, el sexo debía también ser una forma de expresión y de disfrute, para todas las partes. Si, lo se, una locura liberal de mi parte, pero aquella era la forma en la que me habían criado, y aunque no me creía una Madre Teresa salvando leprosos, sabía que había cambiado la perspectiva de más de una chica, y eso era suficiente para mi.
El club había surgido poco después, al comienzo como un club de baile privado; Sammy había tomado clases de stip y cabaret, además de todos los tipos de bailes imaginables, y siempre había discutido la confianza que había ganado con aquello, el saberse sensual y femenina, dueña de su cuerpo, y con aquello en mente y un empujón de algunas de nuestras clientas de la tienda, habíamos abierto un pequeño salón con clases de strip, pole y burlesque, para poder empoderar a las mujeres sobre sus propios cuerpos, sobre su sexualidad, e imbuirlas de confianza, y antes de lo que sabíamos, pasamos de dar clase entre semana, a abrir un club nocturno los sábados, además de las clases a lo largo de la semana. Von Tease era un club de semi strip, las chicas que bailaban con nosotras además de por supuesto hacerlo por voluntad propia, lo hacían con completa anonimidad, ya que era obligatorio llevar pelucas y medias máscaras en el escenario; aunque nosotras hacíamos todo lo posible por crear un ambiente seguro, de apoyo y confianza, no era extraño que algún cliente creyera que podía pasarse con las chicas, y aquello ayudaba a protegerlas. Nunca se llegaba al desnudo completo, y aunque estaba permitido que se quedaran con las propinas de los clientes, estas eran recogidas por el personal y no por ellas a lo largo del baile, teniendo que quedarse siempre fuera del alcance de cualquier mano demasiado amistosa. No éramos un prostíbulo y el hecho de que las chicas se quitasen la ropa no quería decir que vendieramos sexo, ni nunca íbamos a hacerlo, y eso tenía que estar claro para todos en todo momento.
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Fuego cruzado (MC - Iron Riders)
ChickLitElla tenía su vida en orden, su propio sex shop y un club nocturno con su mejor amiga, un apartamento, un perro y toda la determinación del mundo en ser su propia mujer. Fuerte, libre y feliz. Pero en una sola noche, una sola pelea iba a ser capaz d...