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Era un día como cualquier otro para mí, aburrido, sin ningún sentido, la misma estúpida rutina de siempre. Nada me hacía sentir alegre, nada me animaba y tenía un humor de perros la mayor parte del tiempo, ni siquiera el salir a matar desalmados* me ayudaba a estar de mejor humor, cosa que mis padres odiaban que hiciera por ser el "príncipe heredero". ¡Vaya mierda! Como si yo quisiera esa maldita responsabilidad sobre mis hombros. Pero a veces salir de cacería con mis dos mejores amigos, Jonghyun y Kibum era lo único que podía hacerme sentir un poco mejor, aunque al regreso mis padres me retaran por algo en lo que no iba a hacerles caso. Me trataban como si fuera un simple adolescente, algunas veces se les olvidaba que yo era un vampiro y que lo llevaba siendo por varias décadas ya.

Desde mi nacimiento, el acontecimiento más feliz de la vida de mis padres (según me habían dicho ellos mismos) había sido educado como un príncipe, como el sucesor del trono de mis padres. Me habían enseñado a cómo vestirme, cómo hablar, cómo actuar de forma correcta, cómo luchar y matar desalmados, cómo controlar todas mis habilidades y poderes, que ciertamente no eran pocos, hasta cómo alimentarme de mis presas sin ser descubierto. Todas estas lecciones aprendidas y ya estaba harto de que siguieran "educándome" como si fuera un niño pequeño. 

He visto innumerables cosas a lo largo de mis muchos años de vida, conflictos entre mis padres, conflictos con otros clanes, especialmente con los malditos de los Lee que solo buscaban la manera de quitarles el poder a mis padres para ser ellos los reyes supremos, pero siempre fracasando. Conflictos que amenazan la paz que mis padres han logrado mantener por varios miles de años, enfrentamientos letales y peligrosos con los vampiros que han perdido su conciencia humana y son simples monstruos que matan para saciar o tratar de saciar su sed de sangre. Combates con los malditos cazadores de vampiros que solo buscan la manera de llegar a la fama y la gloria matándonos, aunque no supongamos ninguna amenaza para ellos y hasta les ayudemos a deshacernos de los desalmados. Combates en los que hemos perdido aliados y personas queridas, combates en los que he puesto en demasiado riesgo mi propia existencia. Aunque debo reconocer que he llegado a querer (a un nivel un tanto inconsciente) dejar de existir, porque no soporto llevar esta mierda de vida aburrida, en la que ya nada me llena, ni siquiera la sangre me satisface y solo vivo por vivir.

Me encuentro en mi habitación, tirado en mi cama y mirando a la nada cuando escucho unos pasos por el inmenso pasillo que da a mi cuarto. Sin siquiera esperar a que llegue a mi puerta ya sé que es mi madre, su olor característico lo puedo percibir a kilómetros de distancia, ese olor a rosas que siempre tiene la delata y me dice que viene a por "una charla" que no sé si será buena o mala. Pasados unos segundos toca a mi puerta.

—Minho, hijo, ¿Estás despierto? —Me dice en el tono dulce y maternal que toma conmigo.

—Claro madre, pasa.

Abre la puerta y la veo entrar en mi habitación, siempre muy bien vestida, muy presentable, una mujer alta, hermosa, de piel pálida, sus hermosas ondas color avellana caen hasta su espalda y sus hermosos ojos color carmesí me miran fijamente. Cualquier humano que la viera pensaría que es inofensiva hasta que se le acercaran lo suficiente y vieran el color de sus ojos, rojos como la sangre y penetrantes al punto de darte miedo, aunque en mí ya no tienen tanto ese efecto y la veo solo como mi madre.

—Hijo, hoy habrá una reunión con el Concejo y debes estar presente, te lo dijimos con tu padre ayer y parece que no pusiste atención.

—Si lo recuerdo, madre. —Contesto en un tono despreocupado.

—Entonces dime ¿Qué haces aún en tu cama, sin bañarte y arreglarte como es debido? La reunión es dentro de una hora. —Me dice comenzando a sonar un poco molesta por mi actitud.

Vampire Heart... {2Min}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora