Vampire Heart... {2Min}

III

Mientras corría a una velocidad sorprendente por el bosque pensaba que jamás en mi vida me había sentido tan furioso con mis padres, al punto de casi llegar a odiarlos por hacer lo que estaban haciéndome. Ellos aún eran perfectamente capaces de seguir en el poder, así que no entendía por qué habían tomado la estúpida decisión de cedérmelo a mí. Algo tenía que haber detrás de eso. Ellos amaban demasiado nuestro mundo, lo protegían a costa de cualquier cosa, por eso empezaba a creer que algo estaba sucediendo y que yo no me daba cuenta de ello.

Con todas estas dudas surgiendo en mi cabeza seguía corriendo a toda velocidad hasta que me alejé lo suficiente del castillo. Empecé a disminuir mi velocidad hasta que casi llegué a un claro que no me parecía conocido, lo que significaba que estaba a varios kilómetros de mi casa, si no es que a cientos o miles, lo único que había hecho era salir corriendo de ahí sin importar a donde fuera a parar. 

Seguí caminando por entre los pocos árboles que me separaban de aquel claro hasta que salí del denso bosque y me encontré con un campo hermoso, rodeado de mucha vegetación, el sol estaba brillando mucho, lo que hacía que todo se viera mejor, más lindo. A diferencia de las tontas y ridículas leyendas de vampiros que los humanos cuentan, no nos quemamos con el sol, eso solo es un tonto invento de su parte.

El sol se siente cálido contra mi piel y disfruto cada segundo que pasa, hasta que escucho a lo lejos unos murmullos. Agudizo mejor mi oído y puedo decir que se trata de una mujer hablando en un tono muy dulce y a la vez amenazante. Como si me sintiera atraído a ese sitio de donde proviene la voz comienzo a caminar a paso rápido, presintiendo que alguien se encuentra en peligro.

A varios metros de donde estoy puedo ver que hay dos personas paradas una frente a la otra. Una de ellas, un chico para ser exactos, se ve realmente asustado por la posición en la que se encuentra, está como en shock, paralizado, no se mueve, parece como si fuera una estatua en medio de aquel claro. Y la otra persona me llama demasiado la atención, tanto que ese maldito cabello rojo podría reconocerlo a cientos de kilómetros. Odalis Jenkins, la maldita líder de los cazadores de vampiros, la hija de los legendarios Aldo y Agatha Jenkins, antiguos líderes de los cazadores, pero que ya están demasiado veteranos para seguir al mando. 

Jamás podría olvidarme de ellos, tuvimos demasiados encuentros en los que casi perdemos la vida en más de una ocasión. Ahora su hija había tomado su lugar, me había enfrentado a ella en muy pocas ocasiones a decir verdad, pero podía decir que era una excelente luchadora, sus padres la habían entrenado demasiado bien. Y si ella se encontraba en ese claro del bosque significaba que aquel chico no era un humano, si no que un vampiro que estaba a punto de morir en manos de una cazadora si no se defendía, cosa que yo empezaba a pensar que era imposible, ese chico estaba realmente asustado de Odalis.

Ninguno de los dos había notado mi presencia, cosa que utilicé a mi favor para sorprenderlos y quizás darle tiempo a ese chico para que escapara. Avancé los últimos pasos que me faltaban sin hacer ningún tipo de ruido que pudiera alertar a cualquiera de los dos de mi presencia. Me detuve a escasos pasos de ellos observando mejor a aquel chico. 

Estaba más pálido de lo que normalmente un vampiro debería estar, se veían lágrimas en sus ojos, unos ojos color rubí realmente hermosos. Podía ver sus facciones mejor debido a la distancia un poco corta a la que me encontraba de él. Tenía el cabello de un color miel el cual le llegaba un poco arriba de sus hombros y su flequillo casi le cubría los ojos. Sus rasgos eran un poco femeninos y cualquiera pudiera confundirlo fácilmente con una chica. Tenía un cuerpo realmente bonito si se miraba bien, era delgado, pero se veía muy delicado y por qué no decir sexy, pero lo que más me llamó la atención aparte de sus ojos fueron sus labios, esos labios que se veían rosados, carnosos y en forma de corazón que te hacían querer besarlos y morderlos hasta que le ardieran.